Darkness: el día que inicio y finalizó todo

La dama de negro.

La tienda no era muy grande, de entrada una puerta de madera antigua, muy vieja, las bisagras ya rechinaban por la humedad del lugar y por lo viejo, un piso de madera que al igual que las bisagras de vez en cuando rechinaba en cada pisada que dábamos, un par de mesas redondas de madera, con unos cuantos acabados rústicos, en cada mesa había tres sillas, para los que fueran acompañados, una barra larga de madera, cada ciertos espacios unos bancos igual de madera, en el fondo un estante lleno de tazas y una licuadora, al lado de la barra un pequeño frigorífico. 
En el fondo de la tienda se encontraba una joven, que muy simpáticamente nos dio la bienvenida aunque también algo nerviosa, sus ojos negros notaban temor, sabía que pasaba algo afuera y quería irse lo más pronto posible pero al igual que a los demás, no la habían dejado salir del pueblo; la joven parecía de algunos veinticinco años, delgada, tez morena, de estatura promedio, algunos metro setenta de altura, portaba una blusa color rosa con detalles en morado y un pantalón azul marino, nada más nos vio llegar se colocó su mandil blanco, nunca habíamos entrado, siempre dedujimos que era una tienda, pero en realidad era un establecimiento para vender café preparado, lo que compraba Alfred eran las bolsas de café, porque por su trabajo no tenía mucho tiempo de venir a cada rato a que le prepararan uno. 
-Buenas tardes ¿Qué le servimos? Les mostrare el menú en un momento- la voz dulce de la chica me impresiono, aún con el caos ocurrido todavía se daba el tiempo de dar un buen servicio. 
-No venimos a tomar algo, así estamos bien, gracias- la voz algo grosera de Alfred hizo que la chica retrocediera un par de pasos atrás -solo nos sentaremos en una de las mesas, se puede retirar. 
-¡Oh vamos Alfred, ya que estamos aquí vamos a tomar algo! No desprecies el buen servicio de la chica, ella solo hace su trabajo- le dije en tono burlón a Alfred -A mi si tráigame el menú por favor- le dije a la joven que me devolvió el gesto con una sonrisa. 
-Si papá, yo también quiero algo, por favor, tengo sed, estar encerrado en un lugar solo me dejo sediento- el niño también reprochó el mal gesto de su padre. 
-Está bien, tráiganos el menú- respondió Alfred disgustado. 
-¿Sabe que señorita? No nos traiga nada, yo quiero un frappe de cappuccino, a mi amigo malhumorado tráigale lo mismo, al pequeño un jugo de manzana, por favor y gracias- le dije en tono amable para no perder más tiempo y poder aclarar las cosas de una vez con Alfred. 
La joven sonrió y se retito a la barra a preparar las bebidas, mientras Alfred y yo nos sentábamos en una de  las mesas más cercanas, el niño acompaño a la joven, contándole de nuevo lo que había pasado dentro de la carpa, no había problema de que supiera, todo acabaría más pronto de lo que creíamos. 
-Cernn, no molestes a la joven, déjala trabajar- Alfred reprendía al niño. 
-No importa señor, está bien, ven niño, cuéntame más- respondía la joven. 
-Para empezar no me digas niño, mi nombre es Cernunnos, pero está bien, te perdono por que no sabes- el niño sonrío de vuelta a la joven y continuó contando su odisea. 
Alfred quería que todo lo sucedido allá afuera no se supiera aun, hizo un ademan de levantarse, pero lo detuve antes de que lo hiciera, lo tomé del brazo y le hice una señal para que volviera a su lugar. 
-Tranquilo Alfred, de todos modos la joven se va a enterar, que mejor que sea pronto, ahora vayamos al grano ¿Quieres?- Alfred no estaba muy conforme con la idea, solo afirmo con la cabeza y continuamos -muy bien Alfred ¿Qué contiene este maletín y por qué es tan importante?- le pregunté sin vacilar. 
-Eso es una cura para la parálisis causada por las esporas, solo que aún no ha sido probada, mi padre la trajo de Canadá para probarla aquí, por suerte nadie ha sido contaminado y no hemos tenido la oportunidad de usarla, así que también, te informo que no sabemos si funciona al cien por ciento- decía Alfred en un susurro, casi para que la joven no nos escuchara. 
-Está bien, pero ¿Cómo sabes que es una cura para la parálisis? ¿En que se basan que es eso? Somos muy intuitivos, creo que eso quedó claro allá en el remolque, por eso estábamos aquí ¿No es así? Entonces ¿Qué es lo que me estas ocultando?- mis preguntas parecían fusiles en el cuerpo de Alfred, él sabía que no me iba a tragar esa información. 
-No lo sé- refunfuño Alfred -solo te digo lo que me dijo mi padre, realmente no sabemos que es, pero lo cuidó hasta el cansancio, decía que no lo debíamos de perder y mírame aquí, teniendo una conversación para poder recuperarla, así que está bien si te la llevas, si no sabemos cómo funciona, no me sirve de mucho, aunque mi padre se pondrá furioso- la voz de Alfred había cambiado, a algo insegura. 
-Alfred, escucha, nosotros solo queremos salir del pueblo y punto, dime como irme de aquí y ya no les causaremos problemas ¿Te parece?- le decía mientras le tocaba el hombro para confortarlo un poco -mi familia está allá afuera, solo están esperándome para irnos, dame una pista de por dónde nos podemos ir y será la última vez que nos veamos- ya eran mis últimas palabras para el joven que se veía cansado, él también quería irse y no saber nada de lo que estaba pasando, solo quería ser feliz con su hijo y su novia. 
La joven mesera se acercó para darnos nuestras bebidas y nosotros dejamos de hablar del tema mientras ella estaba ahí. 
-¿Es verdad lo que dice el niño?- una pregunta que nadie quería responder salió de la boca de la joven -¿Es verdad que hay que irnos de este lugar porque es peligroso?- no sabíamos cómo responder a esa pregunta y menos a ella, tan joven, tal vez tenia novio, o estaba casada, con hijos, no sabíamos cómo responder a aquello que nos preguntaba, tomamos nuestras bebidas y tomamos un pequeño sorbo. 
-¿Cuál es su nombre señorita?- Alfred le lanzó una pregunta seca. 
-Me llamo Selene señor- respondió instantáneamente. 
-Muy bien, Selene, siéntese, les tratare de resumir todo, si, efectivamente tenemos que salir de aquí, pero no todos saldrán con vida, solo unos pocos lograran sobrevivir, creo que es momento de decirles que paso allá afuera, en los otros puntos ¿Están listos?- la voz de Alfred se escuchaba segura, ya no podía esconder nada. 
-Cuéntanos también a nosotras- la voz de Keila se escuchaba en la entrada de la tienda. 
Mi corazón latía de emoción, me levanté para darles un abrazo a mis dos grandes amores y recibirlas dentro del café -¿Estas bien amor?- preguntó Keila sin antelación tocándome el rostro y los brazos en donde antes me había herido Elizabeth, después de eso me abrazo y se dirigió a Alfred, Leila buscaba algo o a alguien no me presto mucha atención por el momento. 
 




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