Darkness: el día que inicio y finalizó todo

Evolución.

Ignorando por completo lo que sucedía afuera, el General estaba en shock, por ninguna razón la información debía de filtrarse, mucho menos lo del maletín y ahora que también estaba involucrada una chica local, tal vez su lugar en la estación ya no estaría disponible. 
-¿Qué? ¿Tienes alguna idea de lo que pasara si es que la información se filtra?- dijo el General con algo de miedo en sus palabras. 
-Cernunnos se había quedado atrapado en uno de los casilleros dentro del laboratorio principal y Robert fue a rescatarlo, en su camino se toparon con el maletín y mi hijo recordó que era algo importante para ti, por lo menos- Alfred denotaba autoridad. 
-Además General, Alfred le dio instrucciones precisas a la joven, no creo que le informe de esto a nadie más, esa chica parecía de confiar- apoye a Alfred en la discusión con su padre. 
-Aunque aún no lo entiendo padre, ya todo se acabó ¿No sería mejor que la población sepa lo que está pasando? Si no hay salvación, por lo menos el tiempo que les queda lo aprovecharían para estar con su familia o buscar un refugio- yo apoyaba la moción de Alfred. 
Si ya todo estaba por terminar ¿Por qué esconder esa información? Solo que hubiera algo más, solo que el General nos escondiera algo. 
-Está bien, pero aun así no es momento de hablar de eso, necesitamos salir de aquí, pronto- aun sin querer explicar la situación el General cambiaba de tema, mientras se dirigía a la mesa para recoger algunas cosas y meterlas en una de las mochilas. 
El General se veía tembloroso al recoger las cosas, tal vez era el miedo u otra cosa, sus movimientos eran torpes y metía cosas a diestra y siniestra; Alfred ayudaba a Elizabeth a levantarse, el niño de igual manera, pero con un poco más de esfuerzo tanto que se notaba en las arrugas que hacía en el rostro. 
Keila y yo no nos alejamos mucho de la puerta en caso de que quisieran atacar de nuevo, Leila se escondía detrás de nosotros, pero en un momento de distracción fue a donde estaba Elizabeth y le ayudó también. 
-Eres una niña muy buena, lamento lo de hace rato, solo hacia mi trabajo- la cara de Elizabeth era de angustia y arrepentimiento y Leila sabía que era verdad. 
-Salgamos de aquí ¿Quieren?- dije en su momento. 
Inesperadamente al dar la vuelta para abrir la puerta, algo golpeó el remolque, haciéndolo caer de costado, por el golpe solté el maletín en mi afán de aferrarme a la puerta, salimos volando al lado opuesto, Keila no alcanzó a reaccionar y cayó encima de Elizabeth que se quejaba aún más y Alfred no muy lejos de ellos, yo como pude me sostuve del marco de la puerta para no caer, el niño envolvió en su cuerpo a Leila para que no se hiciera daño, se hizo un pequeño corte en la mejilla con la taza que estaba en el suelo por la pelea anterior con su madre, el General cayó de costado con la mesa encima de él, se quejaba del golpe. 
Como pude recobre la conciencia, ese golpe además de hacer que el remolque diera la vuelta, nos aturdió, el zumbido en mis oídos no duro mucho. 
-¿Están todos bien?- pregunté. 
-¡Haaag, maldición! Sí, estamos bien, más golpeados que de costumbre pero bien- el quejido de Keila me reconforto un poco, si tenía tiempo de maldecir era clara señal que se encontraba bien. 
-Leila está bien señor, la protegí- decía el niño mientras ayudaba a Leila a levantarse. 
-Estoy bien papá, no me paso mucho gracias a Cernn- Leila se escuchaba aliviada. 
Empecé a buscar a Alfred y al General, ambos estaban bien, solo algunos golpes; Alfred no muy lejos de su esposa le ayudaba a levantarse al igual que Keila, el General un poco alejado se quejaba del lado derecho de su torso. 
Al ver que mi familia se encontraba bien, escale por la puerta para subir y ver qué es lo que había golpeado el remolque, no nos habíamos percatado de que ya no se escuchaban disparos por la tensión dentro del remolque, había oficiales caídos por todos lados, sin mascaras antigás habían quedado paralizados y para  los cangrejos había sido una tarea fácil acabar con ellos, iban arrasando con todo a su paso, destruyendo el poblado, alcance a ver unos siete, pero que parecían un ejército de unos cientos de hombres, se dirigían a la salida del pueblo, el que golpeo el remolque estaba fijo delante de mí, mirándome directamente, moviendo sus tenazas de un lado a otro, esperando el momento oportuno en que saliéramos para atacar de nuevo, pero no fue así, en cuanto salí de ahí, se empezó a retirar hacia donde se encontraba la carpa ahora ya destruida, a lo lejos alcanzaba a ver al calamar, como había sido golpeado, le habían arrancado los tentáculos, los habían lanzado varios metros de distancia, ese cangrejo se detuvo unos metros antes de llegar a donde estaba su cuerpo inerte. 
Unos graznidos desviaron mi  mirada hacia el cielo, eran las gaviotas que iban a tener un festín con el calamar ahora ya muerto, la carpa había obstaculizado el avance de las esporas y la gran mayoría se había quedado ahí como una espesa neblina, nuestra suerte cambiaria cuando empezara a hacer aire, todo eso empezaría a esparcir por la playa y todos los habitantes del lugar quedarían expuestos. 
-¡Papá! Ayúdame a salir- el grito de Leila me volvió a centrar en cual era nuestra misión ahora. 
-Ya voy hija, deja entro de nuevo- como pude me apoye en la puerta, escale un poco y baje hasta donde estaban, el remolque tenía una puerta por debajo, Alfred y yo logramos abrirla, para ayudar a nuestros seres queridos a salir. 
El cangrejo que se encontraba hace algunos minutos delante de mí ya se había marchado, y fue un alivio para todos poder salir sanos y salvos del remolque; poco a poco fuimos saliendo del remolque, con muchas más heridas y golpes. 
-Hay que salir pronto de aquí- continuó el General a ver la escena delante de nosotros. 
Nuestra mirada se fijaba en el cuerpo inerte del calamar, vimos como habían llegado hasta él una decena de gaviotas, desesperadas ruñían lo que pudieran de ese animal; en una escena macabra, empezaron a caer una a una, retorciéndose, aleteando contra la arena, sus graznidos se escuchaban hasta donde nosotros nos encontrábamos, estaban  sufriendo, se podía percibir el dolor, unas cuantas dejaron de moverse, cayeron inmóviles, solo unas seguían de pie, ya en este punto todos estábamos observando lo que pasaba, una de ellas quiso elevar el vuelo, falló, cayendo de nuevo encima del animal al que le estaban arrancando pedazos de carne, sabíamos que no todos los animales soportaban la transformación y morían, cual fue nuestra sorpresa al ver a solo una de ellas, levantarse, su cuerpo cambió ante nuestros ojos, era impactante, la metamorfosis empezaba en su pequeño cuerpo, volviéndolo al tamaño de una águila pescadora, siguió a las alas, igual de largas, el cambio se representaba tanto en el color de las aves como en el tamaño, su plumaje blanco con gris se volvió gris con rasgos negros, el color amarillo de sus patas cambio a un tono rojizo, el pico quedó casi igual, solo contrarrestaba al tamaño del ave, elevó el vuelo, haciendo una pequeña ventisca que soltó unas cuantas esporas al aire, se alzó al cielo y los surco, de un lado para otro, al parecer aún no estaba finalizada la transformación, sus ojos tenían una capa blanca que no la dejaba ver, cerró los ojos un momento, la capa se retiró de sus retinas y cambio su vuelo hacia nosotros, se dejó caer en picada para acertarnos unos golpes con su pico, pero algo pasó, extendió sus alas para detener la caída, se mantuvo un instante en el cielo y giro al lado contrario a donde estaba el calamar, extendió las alas y lanzó un graznido, después de eso se postro encima del cuerpo de aquel molusco y ahí se quedó inmóvil, justo como el cangrejo que había golpeado el remolque. 
Estábamos impactados por como pasaba la metamorfosis, sufrían demasiado para ser solo algunos los que la superen, de un momento a otro empezaron a llegar más animales ya transformados, en nuestro costado un perro del tamaño de un lobo, de color totalmente negro con el pecho blanco, su hocico alargado del que sobresalían sus enormes dientes, en cada paso que daba soltaba un gruñido, como diciendo “soy el mandamás del lugar”, justo cuando  paso a nuestro lado, nos lanzó una mirada amenazante y notamos sus ojos rojos con iris negro, siguió adelante con sus enormes pasos llego muy pronto al lugar, se recostó al lado del cangrejo y cerró los ojos, su tamaño era más o menos de la altura del niño o de Leila, no nos imaginamos como serían los lobos, ni alguno de los animales más grandes de este planeta. 
 
 




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