El General le acababa de dar la orden a Alfred para poder decir todo lo que sabía al respecto del contenido del maletín, noté alivio en el rostro del joven, por fin podría hablar y eso al parecer lo reconfortaba.
-Pon atención Robert- Alfred giro hacia nosotros y empezó a contarnos -el maletín contiene una sustancia que hemos preparado para este caso, pero como les habíamos dicho antes, no sabemos si funciona al cien por ciento con humanos, todas las pruebas que habíamos echo no tuvieron efectos positivos y terminaban en un rotundo fracaso, les explicare ¿conocerán a un género animal llamados tardígrados? son llamados comúnmente osos de agua debido a su aspecto y movimientos ¿No?- preguntaba Alfred claramente emocionado.
-No Alfred, lo siento- respondí a esa pregunta con nerviosismo.
-¡Oh vamos! Fueron descritos por primera vez por Johann August Ephraim Goeze en 1773, después el termino tardígrado fue dado por Lazzaro Spallanzani en 1777, que significa paso lento- quedamos mudos ante eso, habíamos llegado escuchar del termino osos de agua, pero no había mucha relevancia del contenido del maletín.
-Sera mejor que vayas directo al grano Alfred, sé que te fascina hablar de eso, pero ellos no quieren la lección de historia que les vas a contar- la voz de Elizabeth algo agotada le reclamó a Alfred, aún seguía dolida por los golpes propinados.
-Está bien, les explicare- continuó Alfred -la cualidad más fascinante de los tardígrados es su resistencia y capacidad en situaciones medioambientales extremas, pueden entrar en animación suspendida conocida como criptobiosis o estado anhidrobiotico; mediante un proceso de deshidratación, pueden pasar de tener el habitual 85% de agua corporal a quedarse con tan solo el 3%. En este estado el crecimiento, la reproducción y el metabolismo se reducen o cesan temporalmente y así pueden pasar hasta 4,4 años- los ojos de Alfred brillaban en cada palabra que salía de su boca, le encantaba hablar de esos temas.
-Alfred, la lección de historia no importa- reprochó nuevamente Elizabeth, mientras pasábamos por un pequeño puente de piedra.
-Está bien corazón, lo siento- asintió Alfred.
-No entiendo que tiene que ver esos seres microscópicos con todo esto- me dirigí a Alfred esperando que por fin nos dijera lo que importaba.
-Aunque no lo crean, todo eso interesa, porque gracias a ellos tal vez podamos volver a la tierra en algún momento- Alfred nos veía emocionado.
Nunca vi algo igual, o bueno, solo cuando Leila me contaba sobre lo que había descubierto o investigado, era el mismo brillo en sus ojos, algo sin igual.
La mirada penetrante de Elizabeth hizo que Alfred se estremeciera un poco.
-Calma, ya voy a lo importante- continuó Alfred.
El camino empezó a la terracería, ya estábamos más cerca de la salida del pueblo, Leila y el niño acabaron despertando cuando Elizabeth alzo la voz por segunda vez.
-¿Ya llegamos?- preguntó el niño aún algo dormido.
-Ya casi cielo, tu padre está contando tu historia preferida- respondió Elizabeth con algo de desinterés.
-¿En serio? Genial- el niño se emocionó al escuchar esa parte -Leila escucha, esta es la mejor historia de mi papá- el niño tomó las manos de Leila con una emoción desbordante.
-Como les decía, estos pequeños animalitos, la resistencia de estos les permite sobrevivir a temporadas de frio y sequedad extremos, existen estudios que demuestran que gracias a ese metabolismo pueden sobrevivir a temperaturas que oscilan entre los -20 grados centígrados y los cien grados centígrados y en condiciones de laboratorio extremas parece que pueden sobrevivir entre los –273 grados centígrados, que es casi el cero absoluto y los 151 grados centígrados- Alfred continuó sin importarle demasiado las miradas de Elizabeth, ahora tenía la niño de su lado.
-Sigo sin entender qué relación tienen esos animalitos- Keila lo miraba indiferente.
-Muy bien, les explicare el porque les estoy diciendo todo esto, si logramos sintetizar el ADN de los tardígrados al ADN humano, nosotros mismos podríamos hacer esas cosas- sus ojos brillaban de emoción al explicar todo aquello, el niño y Leila estaban igual de emocionados escuchándolo -ahora bien, en el año de 1948 la bióloga italiana Tina Franceschi rehidrato unos ejemplares procedentes de una muestra de musgo seca conservada en un museo desde 1828. Al cabo de doce días uno de los tardígrados mostro algunos ligeros movimientos, después nada. Las investigaciones de Tina en su época eran muy exageradas, según los científicos en su época, ella afirmaba que los tardígrados podrían vivir 120 años, pero teniendo en cuenta el metabolismo de los mismos y lo que está pasando ahora mismo, no es una idea descabellada, podemos usar esta información y encontrar la forma de asimilarla para nosotros mismos- terminó de hablar Alfred.
-Aun no entiendo que es lo que concierne esto a lo que contiene el maletín- le dije al joven que aún no cabía de emoción al contarnos eso.
-¿No entiendes Robert? Los tardígrados son la clave en caso de que quedemos paralizados por las esporas, nuestro cuerpo puede reaccionar y asimilar aquello, es como si estuviéramos criogenizados, pero esta vez naturalmente, esa es la parte interesante- respondió Alfred emocionado.
-Entonces en el maletín ¿Traes algo referente a eso?- pregunté aun confundido.
-En el maletín traigo unas muestras que hemos sacado del laboratorio para inyectárselas a algunas personas, porque sabíamos que no saldríamos todos de aquí, buscaríamos un lugar seguro antes de marchar y les aplicaríamos la vacuna- respondió Alfred- pero desgraciadamente las pruebas en personas no ha salido muy bien que digamos, no soportaron el ADN en su sistema y les causó algunos salpullidos, piel reseca y en algunos casos el metabolismo hizo efecto pero el cuerpo en general no resistió el cambio y murió, el cargamento que tenemos en el maletín son de nuestros últimas investigaciones, logramos modificar una de las estructuras principales, pero paso lo que ya todos sabemos y no terminamos la investigación- ya la voz de Alfred era de desilusión, el esperaba hacer algo al respecto y ayudar a la humanidad.
-Está bien, me quedó claro todo esto- le dije al joven tratando de alentarlo -entonces habrá que probarlo en alguno de nosotros, tal vez en mi para empezar- no estaba muy seguro de lo que acaba de decir, pero en alguien tenían que probar sus investigaciones, si íbamos a morir de todas maneras, que sea una que nosotros hayamos elegido.
-¿Estás seguro de esto? Solo ten en cuenta que puede funcionar, pero si no funciona tu cuerpo no podrá con la carga y… pues…- Alfred hizo una pausa, esperando que cambiara de opinión.
-Funcionara Alfred, estoy seguro, eres brillante, sé que todo saldrá bien, así que estoy seguro de tomar la decisión correcta- contesté.
Quedamos en silencio largo rato, el camino de terracería era inconsistente y movía la pequeña camioneta de un lado a otro; Keila no dijo nada, solo me tomó de las manos y me miro con tanto amor y un poco de tristeza, pero debería de ser yo quien intentara probar la vacuna, de una u otra forma protegería a mi familia.