Darkness: el día que inicio y finalizó todo

Viejos amigos.

Continuamos por el camino de tierra nos percatamos que había vehículos militarizados estacionados, tal vez de los militares que llegaron antes, aunque no existía señal de ninguno de ellos. 
-Miren, podemos continuar en uno de esos convoyes- señalaba el General. 
-¿Crees que alguno funcione?- preguntó Alfred. 
-Creo que sí, solo hay que llegar a la salida- contestó el General. 
Avanzamos un poco más hasta llegar a la salida, no había señales de vida por ningún lado, comencé a pensar en la joven mesera que nos atendió en el café, creí que no lo había logrado y mis esperanzas se iban disipando poco a poco, para nuestra sorpresa algo se empezó  a mover entre unos pequeños arbustos, por fin, era ella, la joven mesera que estaba aguardando a que llegáramos por ella, de entre los matorrales salieron dos personas más que la acompañaban, un señor ya de avanzada edad, de unos ochenta y tantos, su rostro arrugado lo demostraba al igual que su postura al estar de pie, algo encorvada, sus ropajes algo humildes, un pantalón de mezclilla azul cielo, y una camisa a cuadros color guinda, llevaba en la mano un bastón para poder apoyarse al caminar, llevaba un sombrero ya algo desgastado, al lado de él, una señora igual de avanzada edad, también nos percatábamos de su edad por la postura, un vestido de flores algo viejo, un mandil gris amarrado a la cintura, ambos con semblante amable a pesar de las dificultades que debieron de haber pasado para llegar hasta aquí, ahí estaban esperando nuestra llegada y eso me lleno de júbilo. 
-¡Hey por aquí!- gritaba la joven haciéndonos señas con las manos. 
-Detente papá, le prometí que la llevaríamos con nosotros- le dijo Alfred al General para que detuviera el vehículo. 
-¿Por qué hiciste eso Alfred? Sabías que era cupo limitado, no podemos darnos el lujo de llevar a todos- le recriminó Elizabeth. 
-Eso es verdad hijo, por fin estoy de acuerdo en algo con tu novia, no debiste de hacerlos- el General secundaba la molestia de Elizabeth. 
-Robert y su familia no irán, además yo aún tengo el privilegio de llevar a dos personas y los elegí a ellos- contestó Alfred algo molesto. 
Nos bajamos del vehículo para tomar un convoy, el más grande que pudiéramos encontrar, así no estaríamos tan apretados en nuestro viaje a la base militar; Keila se bajó para ayudar a los padres de la joven mesera a subir al vehículo, el niño y Leila platicaban sobre lo que nos acababa de contar Alfred, Cern estaba fascinado con la biología y cualquier otro dato de interés, aunque a Selene no le parecía tan asombroso, ella solo quería salvar a su familia más que otra cosa en la vida. 
Cuando por fin subieron a los abuelos al convoy, Keila regresó a ayudar de mala gana a Elizabeth, ella no podría perdonar lo que intento hacernos, Alfred y yo comenzamos a subir las cosas mientras el General inspeccionaba los demás vehículos esperando encontrar algo de utilidad. 
En los alrededores había muestras de lucha, algunos golpes visibles en los convoyes, no había nadie, solo Selene y sus padres, era algo extraño que habiendo un caos, ellos siguieran como si nada. 
-¿Les puedo hacer una pregunta?- me dirigí hacia la joven mesera. 
-Claro que si ¿Qué pasa?- respondió Selene algo angustiada. 
-¿Cómo es que siguen como si nada después de lo que paso?- la brusquedad de la pregunta sorprendió a la joven. 
-Bueno, es algo difícil de mencionar. 
-No te preocupes, entiendo la situación, solo estoy un poco intrigado- traté de aligerar mi pregunta, esperando alguna respuesta. 
-Le diré, cuando salí del café, me dirigí a donde estaban mis padres, tomé lo más esencial que pude, algo de ropa y empezamos a caminar a la salida del pueblo, tal como Alfred nos indicó, aquí estábamos esperando hasta que oímos un estruendo que venia del puerto, sabía que algo no estaba bien, porque algunos oficiales corrieron hacia allá, después vimos cómo algunos animales comenzaban a caer muertos y otros pocos se revolcaban en el suelo, cambiaron en algunos minutos a algo más grande, fue cuando supe que les tenía que poner las máscaras a mis padres, de primero nos escondimos detrás de un convoy, pero no era tan seguro, escuchamos disparos a lo lejos y mejor opté por traer a mis padres a una pequeña cueva detrás de los arbustos, conocemos el lugar, así que no es difícil saber en dónde hay una guarida segura, vimos pasar algo parecido a un lobo, pero sabíamos que no era un lobo como tal, tenía más la apariencia de un perro enorme, había recogido algunas ramas y nos escondimos hasta que escuché que venía un vehículo, fue ahí cuando salí a ver quién era- terminó de hablar la joven, una historia medianamente confiable. 
-Está bien, perdón, estamos algo neuróticos con todo esto, déjame ayudarte con tu maleta- le respondí algo seco. 
-Señor, hay algo más que tengo que confesarle- la joven se acercó para susurrarme al oído. 
Tratamos de hablar lo más bajo posible para que los demás no alcanzaran a escuchar lo que me iba a decir la joven. 
-¿Qué pasa? Cuéntame. 
-Señor, antes de que ustedes llegaran, unas personas pasaron por aquí, una chica y un joven, no parecían de la cercanía, nunca los había visto, la joven era delgada de tez blanca y cabello castaño, el joven era caucásico de cabello oscuro, un poco robusto, parecía que llevaban un par de mochilas, no revisaron nada y me pareció sospechoso- la joven se notaba nerviosa. 
-No te preocupes, no se de quien se trate, pero que bueno que no interactuaste con ellos, si ellos venían del pueblo, puede que hayan escapado, aunque también me preocupa- me llevé la mano a la barbilla. 
Por mi cabeza se postro la idea de que probablemente podrían ser las personas que salvo el General, aunque no entendía que hacían tan lejos y mucho menos que se aventuraran a pie habiendo muchos vehículos. 
-Listo, ya quedó- dijo el General mientras terminaba de subir algunas cosas al convoy -suban todos, es hora de partir- la emoción de salir de ahí era claramente de satisfacción de parte del General. 
Subimos todo y comenzamos el viaje de nuevo, mi familia y yo no llegaríamos tan lejos como ellos, nosotros teníamos planeado bajar en algún lugar seguro, sabíamos que no iba a ser fácil, pero arriesgaríamos todo para sobrevivir. 
 




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