Darkness: el día que inicio y finalizó todo

Confesión.

Keila había dejado algo de agua calentándose en el fogón de la lumbre, fue a donde yo estaba reclinado en un pequeño sillón en la sala adjunta, había dos sillones, uno individual y otro para dos personas, una mesa de centro circular con un cristal grueso, encima de la mesa un arreglo de flores artificiales, un cenicero pequeño, al lado del sillón más pequeño había un buro de madera que tenía una lámpara de petróleo que medio iluminada el lugar, se acercó y me empezó a quitar las vendas para lavarlas y cambiarlas por unas nuevas. 
-¿Qué crees que esté pasando entre ellos?- me preguntó Keila en un susurro. 
-No lo sé, pero es extraño, el niño habla maravillas de sus padres, algo debe de haber en medio para que Elizabeth reaccionara así, Leila está muy cómoda con el niño, entonces prestare más atención al General que es el que no me acaba de convencer- le respondí igual entre susurros. 
-A mí tampoco me agrada mucho el General, algo oculta, Alfred nos contó todo lo que sabe, o eso parecía, pero el General no nos ha dicho todo por completo, yo te ayudare a vigilarlo por momentos, será mejor que mañana manejes tú y que tu copiloto sea el General- Keila ya había ideado un plan para el día siguiente y después de eso si fuera necesario. 
-Aún no sabemos dónde escondió el maletín, pero ese a cualquier costo lo debemos de tener nosotros, para nuestra seguridad y si en verdad funciona, tendremos una oportunidad de sobrevivir- le dije. 
Keila sabía que ese era nuestro pase de salida en caso de que pasara algo inesperado en el camino y solo asintió con la cabeza. 
Alfred se asomaba por la puerta, algo asombrado viendo las heridas que yo tenía en los brazos y se acercó a  nosotros para charlar, llevaba consigo dos tazas de café, una de ellas se la entregó a Keila y la otra la puso en la mesa de centro que había a un lado del sillón. 
-Lamento lo que paso entre ustedes y Elizabeth, en verdad no sé porque actuó de esa manera, debió haber tenido una razón más fuerte que ella, de nuevo perdón- dijo con algo de culpabilidad. 
-No te preocupes, Leila parece haberla perdonado, yo no, pero mientras mi hija tenga aún la confianza de ella está bien, solo espero que no vuelva a pasar, porque si no, esta vez no me detendré- señalo Keila con una sonrisa falsa. 
-Alfred ¿Cómo está tu esposa? ¿Se encuentra bien?- pregunté para aligerar la tensión. 
-Sí, Robert, ahora descansa en el cuarto de lado, había dos camas, en una están nuestros hijos y en la otra ella, mi padre se fue al convoy, dijo que allá se sentía más seguro que estando aquí, casi sin resguardo, no quiso que lo ayudara con los golpes que traía- contestó el joven. 
-Me alegra saber que Elizabeth está bien ¿estará dormida ya? Creo que necesitamos hablar con ella- teníamos que saber que había pasado por su cabeza cuando nos atacó y este era el momento justo, no confiábamos en el General, así que el hecho de que no estuviera era una oportunidad. 
-Creo que no, iré por ella- Alfred fue por Elizabeth, en lo que Keila me acababa de cambiar las vendas. 
Alfred regresó poco después con Elizabeth de la mano, se dolía aun de los golpes propinados y no era de más, la herida de la cara había dejado una cicatriz en la barbilla que difícilmente desaparecería, en la frente se le notaba un golpe más, se sentaron en uno de los sillones, Keila me acompañó en el repácete del sillón donde me encontraba. 
-Me dijeron que quieres hablar conmigo, pregunta lo que quieras, ahora estamos a salvo- las palabras de Elizabeth confirmaban lo que ya creíamos, que el General no era de confiar. 
-Al parecer nos acabas de confirmar algo que ya sospechábamos, ahora bien ¿Nos podrías decir el porque nos atacaste?- sabían que mi pregunta iba a ser directa y esperaba una respuesta que me convenciera. 
-Alfred, tanto tu como yo sabemos que tu padre entre más poder tenga más irracional es y es lo que está pasando ahora- en primera instancia su mirada se fijó en Alfred, después en nosotros que esperábamos una respuesta convincente -nuestro hijo como su pequeña, son peculiares de cierto modo, Cernn se sintió atraído hacia su hija desde el primer momento, como saben uno de ustedes es el último descendiente de Asase Ya y su hija por lo obvio también lo es. 
-No lo entendemos, no me parece que sea buen momento para hacer bromas de mal gusto- Keila respondió violentamente. 
Elizabeth se quedó en calma, al parecer ya esperaba esa reacción de cualquiera de los dos. 
-Yo tampoco lo entiendo, será mejor que lo expliques- respondí de manera un poco más serena. 
-No es casualidad d que se hayan acordado de un documental que salió solo una vez todo el mundo, lo hicieron especialmente para eso, para que algún descendiente en un preciso momento lo recordara y así pudiera hacer algo- Elizabeth respondía de manera serena para no tensar más la situación. 
-Verán, somos científicos, investigadores y todo lo basamos en la lógica, créanme, pero desde hace muchos años atrás se ha venido investigando todo lo relacionado al ocultismo, tal como la línea de sangre directa, por poner un ejemplo a los faraones egipcios, o incluso los primeros dioses proclamados y esto ha sido en todo el mundo- las palabras de Alfred parecían mentira. 
En ese momento recordé que efectivamente lo que nos decían era verdad, hace tiempo unos científicos dieron con la última persona que pudo tener sangre real, por así decirlo, en su momento no le tomé importancia, me parecía una exageración todo eso, pero ahora, ahora tenía más sentido. 
-Pero ¿Cómo es que nos aseguran que nosotros o bueno, nuestros hijos son los últimos en esa línea de sangre?- preguntó Keila. 
-Como les acabo de mencionar, mediante una rigurosa investigación, pero no solo eso, Alfred viene de la familia directa de la diosa Asase Ya, ustedes por otra parte vienen de la línea directa de sus antiguos dioses… 
Elizabeth no pudo terminar la frase porque Keila en su arrebato golpeo la mesa con fuerza, derramando un poco de café en ella. 
-¡Basta!- grito Keila furiosa -no pueden ir por el mundo metiéndose en la vida de los demás, no lo tolero, mejor vayan al grano y dígannos porqué seguimos con vida. 
-Está bien, solo escucha, no diré nada de su pasado, si es lo que quieren, lo dejare por la paz, solo te diré que tu hija al parecer es el centro del porque hemos transitado con tanta calma este lugar, hasta ahora, pero ya no estando ella, los animales que hayan sobrevivido a la mutación, nos empezaran a atacar, tiene ese algo especial, por otro lado, Cernunnos cuyo nombre significa “domador de bestias” en celta, también es la causa en parte que estemos a salvo, no sabemos el cómo, pero ha reaccionado a muchas pruebas en el laboratorio, tal vez tu no lo veas Alfred, pero siempre ha convivido con infinidad de animales, chimpancés, roedores, algunos perros que llegan de casualidad y todo eso lo notaba tu padre, él sabia que con ellos dos, prácticamente no nos pasaría nada y él tratara de hacer hasta lo imposible para llevárselos a los dos a marte para hacer investigaciones y encontrar una forma de darnos una ventaja con eso- Elizabeth terminó de hablar en un sollozo. 
-No puedo creer que hasta con sus propios hijos hagan pruebas, no lo tolero, ahora más que nunca agradezco que Robert haya tomado la iniciativa de no ir con ustedes a marte- Keila seguía molesta, y aún más con las confesiones de Elizabeth. 
-Perdona que interrumpa, nos atacaste en el remolque, más bien intentaste asesinarnos, no creo que con lo que nos acabas de mencionar cambie nuestra opinión de ti, así que ¿Serias tan amable de explicarnos eso?- pregunté esperando que Keila se tranquilizara un poco. 
Elizabeth se limpió las lágrimas, le tomó un sorbo a su café, estaba esperando algo, no sabíamos muy bien que, miro a Alfred con algo de nostalgia, tanto Keila y yo notamos que lo que estaba a punto de decir no le iba a agradar al joven. 
-Cuando los ataqué, el General me había amenazado con asesinar a Cernn para solo llevarse su cuerpo, que según él, era lo que importaba, tenía que haber una enzima en la sangre de ellos dos que hacía que los animales se alejaran y no nos atacaran y la llevaría a cualquier costo, me había mencionado que alguien lo estaba cuidando dentro de la carpa y que si no quería que le pasara algo malo a mí hijo, tendría que llevar el cuerpo de su hija al laboratorio, por eso los ataque, para salvar la vida de mi hijo a costa de su hija, pero, cuando lo vi salir de la carpa señor Robert, mi corazón se partió en pedazos, no podía creer que usted, al que había atacado y causado daño, había sacado a mí hijo sano y salvo de ahí y me sentí aliviada al saber que ya no estaba en peligro, espero me perdonen por lo ocurrido, no sabía que más podría hacer- los ojos de Elizabeth se llenaron de lágrimas, se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar. 
Alfred no podía creer lo que acababa de escuchar, su rostro estaba desencajado por la impresión de aquella confesión, pero sabía que era verdad, Elizabeth haría cualquier cosa por proteger a su hijo, además quedaba la evidencia de que al niño lo habían encerrado, tal vez intencionalmente en el laboratorio. 
-Lo siento cariño, no quería que te enteraras así, de esta forma- le dijo Elizabeth a Alfred casi como una disculpa. 
-No te preocupes, ahora se de lo que es capaz mi padre por lograr sus objetivos- le respondió él. 
Keila se acercó a ella para darle un abrazo, Elizabeth seguía llorando, la culpa era más grande. 
-No sé como agradecerles que hayan salvado a mi hijo, al igual que no sé como remediar lo que hice, lo siento mucho, en verdad lo lamento, espero que me perdonen, pero no sabía que más podía hacer… 
-No te preocupes, creo que si yo hubiera estado en tu misma posición, habría echo exactamente lo mismo, nuestros hijos son lo más valioso que tenemos y haríamos cualquier cosa para salvarlos- la reconfortó Keila limpiando sus mejillas. 
Fue una noche larga, pero por fin habíamos limado asperezas con Elizabeth y ahora solo continuaba seguir, no sin antes rendir cuentas con el General. 
Aunque en mí interior aun surgía la duda de saber de qué dioses hablaba Elizabeth.  
 




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