-¡Papá!- el grito de Leila llamó mi atención, estaba parada justo en la puerta.
El niño venia junto con ella, la había detenido para que no viera la escena del soldado, la soltaron en cuanto vio al oficial caer.
Empecé a toser, la respiración volvía a ser la normal.
-Papá ¿Estas bien? ¿Qué pasó?- preguntó Leila.
Mi pequeña se acercaba cada vez a mí, cuando llego a donde estaba, me agaché y la abracé, lentamente fui recuperando el aliento, el niño se quedó parado justo al lado de nosotros, esperando a lo que teníamos que decir.
Unos disparos más nos sacudieron, el General D´Carlo había acabado con la vida del General de la Garza, justo cuando había disparado para ayudarme con el soldado, Alfred se incorporaba poco a poco, solo para ver a su padre tendido en el suelo con unas manchas rojas en el pecho y escupiendo sangre, todo era irreal, un par de soldados más entraron por las puertas apuntándonos con sus armas largas, cualquier movimiento podría provocarlos para dispararnos y acabar con todo en ese momento.
-Bajen las armas- ordeno el General D´Carlo -supongo que después de esto accederás a lo que te había ofrecido ¿No es así?- me dijo mientras salía de la oficina donde se encontraba.
Yo estaba lleno de furia, solo veía la escena, el General de la Garza tendido en el suelo, Alfred en su pecho llorándole, Elizabeth ayudando a Keila a detener la hemorragia, el niño parado haciéndoles frente a los soldados, algo desafiante, era obvio que protegía a Leila, Selene y sus padres igual de asustados, inmóviles en el sillón, no se habían movido ni un centímetro, yo no sabía qué hacer, si daba un movimiento en falso todo terminaría ahí, me levanté despacio para no causar un mínimo impulso a los soldados a querer disparar.
-Ustedes tres, vayan afuera, un helicóptero los está esperando- dijo el General dirigiéndose a Selene y a sus padres- tu guíalos a la salida- le dijo a uno de los soldados, Selene y sus padres accedieron y se fueron, ya era más fácil encontrar un contraataque, solo era un soldado contra mí y tal vez Alfred.
En un acto indescriptible, aquel científico de carácter amable, al ver la caída de su progenitor se cubrió con una sombra oscura, la oscuridad se apoderaba de él, mientras su mirada se perdía en el abismo.
Mi atención cambio bruscamente al General D´Carlo, su porte arrogante me llenaba de furia, su decisión era llevarse a nuestros hijos lejos y experimentar con ellos, se acercaba a mí lento levantando su arma de fuego.
-Ahora bien muchacho, dime ¿Qué decisión tomaras?- la voz del General era de soberbia, sabía que no teníamos muchas opciones, pero vería la forma de salir de ahí.
-Ya te había dicho que no contaras con eso, nos quedaremos aquí- mi voz desafiante hizo que el rostro del General cambiara, era lleno de rabia, no podía creer que alguien lo desafiara de esa manera.
-Es una lástima muchacho, tenías potencial para poder ir con nosotros, realmente es una lástima- se fue acercando a mi apuntándome con su pistola, alejé un poco a Leila.
-Aléjala de aquí niño- le dije a Cernn casi en un susurro el cual capto rápidamente, tomó a Leila del brazo y se alejó un poco, Leila forcejeaba para soltarse, pero el niño no la soltó, sentí la boca del fusil en mi cabeza y pensé que era ese el final.
-¡Noooo!- gritaba Alfred mientras se abalanzaba hacia el General.
El joven tacleo al General por la espalda, el soldado que aún se encontraba en la habitación apuntó su arma hacia Alfred, me dio tiempo de reponerme y lanzarme hacia el para desarmarlo, forceje un momento con él y logré quitarle su arma de fuego y con esa misma golpearlo en la cabeza para dejarlo inconsciente, un par de disparos se escucharon, el General había descargado su arma en contra de Alfred, quien cayó sobre la mesa de centro, inconsciente, le brotaba sangre del pecho, un hilo rojo empezó a brotar de su boca, sabía que todo había acabado para él y sentí rabia, mas rabia que antes, no alcancé a reaccionar cuando el General apunto su arma hacia mí y apretó el gatillo para darme justo en el hombro derecho, deje caer el fusil que le acaba de quitar al soldado, caí de rodillas por el dolor, tuve suerte que su pistola se descargara y ya no pudiera disparar más, arrojo la pistola lejos y caminó hacia mí.
-¿Qué harás Robert? Ya no estás seguro aquí, dime ¿Qué harás?- esa misma voz de antes resonaba en mi cabeza no sabía qué hacer, me dolía todo el cuerpo, estábamos en desventaja, mas ahí dentro.
-Es suficiente- el General llamó por radio a alguien, entraron más soldados, solo para llevarse a Leila y al niño- es hora de partir.
Mi cabeza daba vueltas, no le preste atención a la herida que tenía en el hombro, no me dolía, me volvía a faltar la respiración, ahora tenía la vista nublosa, Elizabeth detenía a Keila para que no se acercara al General y este pudiera acabar el trabajo, se veía la desesperación en sus ojos, logró soltarse de Elizabeth, corrió lo más rápido que pudo y golpeó al General con todas sus fuerzas por la espalda, el General solo hizo un gesto de dolor, giro y le regresó el golpe en el rostro a Keila, todo lo veía en cámara lenta, justo cuando la golpeo como pude me levante a ayudarla, pero el sacó un arma de su abrigo, una que no habiamos visto y le propino otro disparo más en el pecho, giro hacia mí, estaba muy cerca de él, con un movimiento de mi mano logre golpear la pistola y así esquivar el disparo, con la otra cerré el puño y le acerté un golpe en la cara, el cual lo hizo retroceder un par de pasos.
-Eres fuerte muchacho- me decía mientras se limpiaba la sangre de la boca -ahora es mi turno- cerro su puño y empezó a golpearme con tal fuerza que lo salpique de sangre en un par de ocasiones.
Yo no alcanzaba a reaccionar, era evidente que su entrenamiento militar no había sido en vano, me acertó un golpe en la boca del estómago, haciéndome soltar todo el aire que tenía obligándome a arrodillarme, tosí, escupí algo de sangre de la boca y me quede inmóvil un momento doliéndome.
Keila yacía inmóvil en el suelo, pensé lo peor, no podía ser posible que todo acabara así, de esa manera, el General ya no nos tomaba atención, se dirigió a la salida, se abrieron las puertas, una luz brillante entraba por la abertura, no lo distinguía muy bien, se postro justo en la salida giro la cabeza levemente a donde yo estaba y sonrió.
-Nos vemos muchacho, aquí te quedaras, junto con todos los demás, fue una lástima que terminaras así, tú y tu esposa pudieron haberme servido muy bien, pero decidieron negarse a mi oferta- la soberbia del General era evidente, todo aquel que se oponía a él, acababa mal.
-JAJAJAJAJAJAJAJA- una risa psicópata empezó a resonar en la habitación.
Quedamos en shock, no sabíamos de dónde provenía tal risa, había locura, odio, desesperación en aquello ¿Quién era?; el General se detuvo en seco en cuanto escucho tal aberración.
-¿Qué pasa Robert? ¿No eres capaz de salvar a una simple niña? ¿No eras tú el primogénito de nuestro dios? ¿Permitirás que él se la lleve? Un simple humano lleno de odio, de ambiciones vanas- Esa voz se hacía cada vez más escalofriante.
-¿Quién eres?- grito el General.
-¿No lo sabes? Has estado investigándonos desde hace mucho tiempo- replicó aquella voz.
El General quedo pasmado a ver Alfred levantarse de su lugar, aquel joven tenía la mirada perdida, contemple como su sonrisa gentil se volvía psicópata, su boca desfigurada, recordé que anteriormente había visto eso mismo en escenas de películas en donde los actores protagonizaban a criminales sedientos de sangre y tuve miedo, un escalofrío cruzó por todo mi ser.