Que ilusos fuimos, creíamos que todo se resolvería con el paso del tiempo, pensamos que la madre naturaleza se había apiadado de nosotros, pero no fue así, la vida como la conocíamos se fue desvaneciendo de a poco en poco.
Después de la gran epidemia con las esporas y la evolución forzada de los animales, estos no dejaron de cazarnos, gracias a ellos la tercera parte de la población mundial desapareció, los pocos que quedaron se escondieron en cuevas y aún así dentro de las mismas corrían peligro.
La madre naturaleza, no quería a ningún ser humano vivo, todo comenzó con las placas tectónicas, se desplazaron a tal punto de activar varios volcanes, el volcán Xitle en la ciudad de México, de parecer una simple montaña a entrar en erupción de una forma tan abrupta, misma que ni oportunidad dio de evacuar las zonas aledañas, jamás pensamos que entraría en actividad, después de ese vino con el, la activación del nevado de Toluca, igualmente en México, su erupción fue tan potente que hizo que los dos lagos que se encontraban en su cráter, en cuestión de minutos ya se habían convertido en vapor; con esos dos volcanes la activación de la sierra madre occidental era inevitable.
En oriente la sorpresa fue el monte fuji, que con sus 3776 metros de altura, fue el que terminó con la vida en Japón, para su mala suerte no hubo escapatoria, la explosión fue tan potente que causó terremotos a gran escala, los escombros que salían de aquel volcán iban infundidos de fuego y lava, considerábamos la catástrofe a tal nivel como el volcán de Gomorra, el monte fuji fue el causante de la desaparición de la vida tan solo en Japón, pero no solo eso, las cenizas se esparcieron a kilómetros de distancia, envolviendo al planeta en una oscuridad perpetua.
El que puso el broche de oro, fue el Kilimanjaro, en Tanzania, esto fue por ser formado por tres de los volcanes "inactivos" en donde la vida comenzó, en África, estaba compuesto por Shira al oeste con sus 3962 metros, el Mawenzi al este con sus 5149 metros y para ponerle la fresa al pastel, el Kibo, que se encontraba entre los dos anteriores con sus casi 5892 metros de altura, lo que lo hacia el punto más alto de África, lo catastrófico de todo esto, es que entraron en erupción los tres, llevándose al continente entero a las penumbras.
En el norte del planeta, la destrucción fue complementada en la península de Kamchatka en Rusia, los volcanes ya estaban activos, con la fuerza de la madre naturaleza las erupciones se volvieron más potentes, la ceniza cubrió por completo todo el hemisferio norte, o por lo menos eso nos parecía a nosotros.
Pensamos que con la activación de todos estos ya era suficiente, pero aún había algo oculto que no habíamos tomado en cuenta, la gran caldera de Yellowstone en Estados Unidos, apasiguado por milenios, entro en actividad, la gran erupción cubriría a todo Estados Unidos en su totalidad, y siendo que era uno de los supervolcanes, la ceniza nos cubriría por décadas, con ese detalle, la vida en el planeta tierra ya no tendria ni las más mínimas posiblidades de existir.
La esperanza de encontrar algun rastro de vida fue disminuyendo con el pasar del tiempo, el búnker militar en el que estábamos ya no fue suficiente, pronto se acabó la comida y el agua, por las esporas era difícil cazar a algún animal para obtener carne, los ríos que nos abastecian de agua potable se contaminaron por la ceniza de los volcanes.
Las pocas personas que me acompañaban se fueron quedando atrás, yo seguía en mi camino con la esperanza de encontrar a alguien más, no cabía en mi que no hubiera nadie aún con vida allá afuera, pero todo lo que veía a mi alrededor era desolación, un paraje triste.
Tarde mucho tiempo en darme cuenta que mi fisionomía había cambiado, ya no necesitaba tomar demasiada agua y comer, mis manos comenzaron a cambiar, pensé que se me habían gangrenado, mi piel comenzó a tornarse oscura, pero aún así me sentía débil, sin fuerzas.
Recuerdo a unas personas, hubo alguien junto a mi, caminaba a mi lado, una mujer de cabello negro y piel avellana, tenía una sonrisa hermosa, también recuerdo a una niña pequeña, igual de hermosa, mi mente divaga en lagunas, estoy cansando, tal vez necesito descansar.
He pasado mucho tiempo caminando, antes me molestaba encontrarme con alguna mosca, insectos molestos que rondaban a todas horas tu calma, ahora deseaba ver una, al parecer hasta eso la madre naturaleza extinguió, en ese momento me di cuenta que estaba totalmente solo, ni un ser tan molesto cómo es la mosca rondaba en mi existencia, comencé a preguntarme que tan desdichado tenía que ser para permanecer solo yo.
Mis pies al caminar arrastraban la suave ceniza, por fin después de tanto andar, caí de rodillas, mis manos tocaron el árido suelo sin vida, mis ojos cubiertos por una fina capa de polvo, volteaban al cielo, implorando a los dioses que terminara esta tortura; alguien gritaba destrozando su garganta, expulsando sangre desde el interior, lloraba, golpeaba el suelo, me costó entender que el que lloraba y gritaba era yo, mis oídos taponeados por todo lo andado no me dejaban escuchar bien.
Mi camino termino en una cueva vacía, unos huesos me esperaban en la entrada, no les preste mucha atención, ya no importaba si eran de algún humano o de algún animal, solo era yo, camine hasta el fondo de la misma, a sentarme y poder descansar, por fin podría descansar, encontre el fondo de aquella cueva, me recosté en posición fetal, esperaba que todo aquello terminara con mi existencia.
-¿Te das por vencido?- una voz extraña resonaba en mi cabeza.
-¿Quién eres?- respondí por las puras, mi voz salía muy poco audible.
-vamos, se que puedes hacer más que esto- me decía aquella voz suave.
-Ya no hay nada que hacer, ya no hay nadie a quien salvar - respondí sin levantarme de mi estado letargado.
-¿Eso crees?- preguntó.
De la nada sentí una mano tocar mi cabeza, me acaricio el cabello, paso su mano por mi espalda desnuda, sus dedos bailaban por mi columna casi en los huesos.