Me acerco a la ventana para mirar al exterior, el cristal empañado por el vaho no me deja ver lo que hay al otro lado, paso la mano mojándome los dedos para ver mejor, abajo unos caballos me esperan bajo una terrible tormenta empapados y ateridos de frío. Pienso que dentro de unos minutos mi vida debajo de estos muros va acabar y aunque siempre he querido salir de aquí y reunirme otra vez con mi familia, en estos instantes el miedo me paraliza, ¿Podré cumplir con mi deber cómo me han enseñado desde pequeña? ¿Podré contener mis emociones, no mostrar mis pensamientos? ¿Podré ser la perfecta dama que se espera de mí?
-Mariah- Louise, mi querida doncella y única amiga en esta fortaleza me llama suavemente mirándome con tristeza, nuestros caminos se separan hoy para siempre.
- ¿Estás preparada? Me han ordenado que os deis prisa, la tormenta va a ir a peor y quieren salir cuánto antes.
Sigo mirando por la ventana fijamente, este sitio ha sido el lugar donde he vivido durante trece largos años, aquí me han educado y entrenado, me han hecho ser lo que ellos creían que debía ser, una perfecta dama y una guerrera. ¿Por qué? Desde que tengo uso de razón no paro de pensar en porqué estoy aquí, en esta fortaleza en los confines del reino, aislada de la corte y de mi familia. ¿Por qué no puedo ser una chica normal sin preocupaciones, sin tener que dejarme la piel todos los días entrenando desde el amanecer hasta el ocaso del día?
- Hasta al final vas a comportarte cómo una niña rica mimada- las agradables palabras del señor de la fortaleza me sacan de mi ensimismamiento.
- Espero que cómo mínimo hayáis aprendido a obedecer una simple orden, aunque no creo que seáis capaz de hacer algo más.
Me doy la vuelta recordando porque me quiero ir de aquí y no volver jamás.
- Lord Bakiú, gracias por su hospitalidad durante estos años- le digo haciéndole una pequeña reverencia con la cabeza.
Se acerca y se queda parado enfrente de mi, levanto la cabeza para mirarlo, es muy alto, todo músculo y fibra. Sus ojos me observan con detenimiento, lee en las señales de mi cuerpo todos mis pensamientos y emociones como un depredador.
Estira sus voluminosos brazos y me estrecha entre ellos, me quedo rígida impresionada por lo que supongo que va a hacer, pone su cabeza en mi frente apoyando sus pulgares en mis sienes y pronuncia una palabra que nunca pensé escuchar de sus labios.
- Søster.
Y sin decir nada más se separa y se marcha de la habitación. Me trago las lágrimas que están a punto de salir para no mostrar mis emociones cómo él me ha enseñado. Mi corazón brinca de alegría y de tristeza, sentimientos encontrados se agitan dentro de mí. ¡Me ha llamado hermana! Me considera miembro de su clan, me ha aceptado en él.
Louise espera en la puerta con una gran sonrisa, con ella no puedo disimular mi alegría, atravieso la estancia y la abrazo con fuerza
- Te echaré mucho de menos- siento cómo las lágrimas de ella mojan mi capa de viaje. - Si necesitas algo, lo que sea, ya sabes dónde estaré, søster- dice sonriendo mientras las lágrimas corren por su cara.
Con gran esfuerzo me separo de ella, cubro mi cabeza con la capucha y desciendo los escalones con fuerza y decisión, no notarán mi miedo ni mis dudas, seré fuerte y enfrentaré lo que tenga que venir, y no me quejare ni lloraré ni lamentaré.
Lo prometo.
-- Señora- Me saluda el que parece ser el jefe de los protectores y sin decir nada más, me coge sin miramientos por el codo y me acompaña hasta un elegante carruaje negro, la fuerte lluvia nos moja en el corto trayecto.
Dentro está oscuro y frío, no me da tiempo a sentarme antes de que con una sacudida fuerte el vehículo empiece a moverse. El viaje continúa durante horas sin descanso, encerrada en la oscuridad mis pensamientos se escurren hasta el día de mi llegada a la fortaleza de Ghisgu, acababa de cumplir cinco años, ¡Que inocente era! Pensaba que iba de visita a ver a mi abuela, Lady Emyl, una anciana gruñona que en su juventud había sido una gran guerrera, las historias de sus combates me tenían noches enteras despierta librando mil batallas imaginarias, las niñeras corrían asustadas cuando las perseguía con mi pequeña espada de madera golpeandoles las piernas.
Cuando vi el enorme castillo de piedra azulada rodeado por un enorme foso de aguas profundas, sólo pensaba en como podría escaparme de mi nueva nana, Tere, para saltar a sus frías aguas. No podía ni imaginar lo que me esperaba detrás de esa puerta de hierro, la niña alegre, inocente y querida por su familia desapareció al cruzarla, allí no era Lady Mariah, dejé de existir y me convertí en el ser más inferior de la fortaleza, despreciada e ignorada por todos. Si no hubiera sido por Tere y Louise no lo habría soportado, ellas me cuidaron cada una a su manera y me hicieron ser la persona que soy. Un fuerte frenazo me hace salir de mis recuerdos.
Un soldado abre bruscamente la puerta, el agua de la lluvia se escurre por su pelo negro ondulado metiéndose en sus ojos verdes, es bastante atractivo aunque una mueca de desagrado afea su cara, parece que no le agrada mi presencia.
- Soy vuestro guardia personal hasta que lleguemos a palacio- sus últimas palabras dejan claro que no está contento con su cargo.
- Gracias- le contesto fríamente mientras ignoro su mano para ayudarme a bajar.
Los soldados con mi guardia personal a mi lado me escoltan hasta la puerta de un enorme palacete de la ciudad de Reatig, una de las ciudades más importantes de mi país, Whitessys. En la puerta me espera una mujer, es alta, delgada, pelo muy rubio dorado, ojos color cielo, labios jugosos. Sus ropajes son exquisitos y elegantes, enormes joyas brillan por su cuello y cabeza. Me mira fijamente, evaluándome, parece sorprendida aunque intenta ocultarlo.
-Lady Mariah- Me dice a la vez que inclina la cabeza- Soy Lady Star, Elizabeth para las amigas, que espero lo seamos pronto- Sonríe, sin embargo sus ojos dicen lo contrario. ¿Porqué tengo la sensación de que le caigo mal, si es la primera vez que nos vemos?