— ¡Segunda prueba, lucha a espada!
La muchedumbre rompe en gritos de alegría y se vuelve loca cuando un hombre atraviesa el círculo de escudos, silban aplauden y gritan su nombre, Viggo. Lo miro de arriba a abajo, es una mole, mide más de dos metros de altura, su espalda es el doble que la de cualquier hombre, sus biceps parecen que van a estallar, sus piernas parecen dos columnas de mármol. Va vestido solo con un pantalón, su enorme barriga le cuelga y tiembla a cada paso. De su cara únicamente puedo ver sus ojos negros pues su cara está poblada por una enorme barba rizada y negra que llega hasta su pecho.
Los niños ponen una espada a varios metros de nosotros, no sé cómo voy a salir de ésta
— ¡Ya!
Corro con todas mis fuerzas hacia la espada y consigo llegar antes que el barbudo, me agacho para cogerla y recibo una patada en el estómago que me tira hacia atrás, no puedo respirar por el golpe, él se acerca sin prisas riéndose mientras yo intento aliviar el dolor controlando la respiración, apoyo la espada en el suelo para levantarme, pero no puedo, tengo una costilla rota y es un suplicio moverme.
- ¿Y tú quieres ser nuestra søster? ¡Ja, ja, ja!— Se ríe— Si no puedes aguantar una patadita de nada.
—¡Pues toma tú patada!
Le lanzo una patada a la entrepierna pero es más rápido y me coge por la pantorrilla, me levanta en el aire dándome vueltas y me lanza lejos. Aterrizo al suelo golpeándome fuertemente en la cabeza, mientras viene hacia a mí me levanto con dificultad, el dolor del costado no me deja respirar bien, estoy mareada pero no me voy a rendir, no le voy a dar el gusto a Lord Darky, intento dar un paso pero la cabeza me da punzadas, empiezo a ver doble y caigo desmadejada al pedregoso suelo.
Hay gente hablando a mí alrededor, no entiendo lo que dicen, sólo intentarlo hace que pierda el conocimiento otra vez. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando despierto asustada, parece cómo si miles de hormigas recorrieran mi cuerpo. Estoy en una tienda, está oscura y un enorme fuego la calienta, toda ella está colmada de hierbas secándose y redomas de remedios medicinales.
— Tranquila— una suave voz de mujer que intuyo que es una curandera intenta calmarme mientras sus fuertes manos me tumban— no debes moverte, tienes dos costillas rotas, las he vendado para que puedas moverte y no te molesten tanto, te he cosido la brecha de la cabeza y curado las heridas. Ahora tienes que descansar, Erick y tu padre vendrán enseguida.
Entiendo lo que dice, pero no comprendo, no me duele nada, si no fuera por el molesto hormigueo estaría perfectamente.
— Bonito colgante— la desconocida acerca su mano para tocarlo, la retira inmediatamente con un gesto de dolor, todos los vellos de su cuerpo se han erizado— curioso— dice mientras sale de la tienda.
No le hago caso y me levanto en cuanto sale, me miro el vendaje y doblo la cintura, me agacho, nada, no me duele ni una pizca, me toco en la herida de la cabeza y tampoco, esto es muy extraño. El viento mueve la tela que hace de entrada colándose luz del día, un rayo se refleja en mi brazo y veo que lo cubre una capa negra, me miro todo el cuerpo, estoy cubierta de ella, es cómo una segunda piel, no puedo ver mi cabeza pero estoy segura que la cubre también. El miedo me atenaza, voy a gritar quiero que me quiten esto de encima.
— No tengas miedo— una voz surgida de la nada hace que me asusté todavía más— es para protegerte— busco por la tienda buscando el origen de la voz— estoy aquí— dice la voz a la vez que el colgante brilla. Aterrada intento quitarme el colgante, pero cuando lo toco una corriente de energía me hace caer.
En ese momento entran en la tienda mi padre junto con Lord Darky y Lueck, éste al verme en el suelo me recoge con suavidad y me deposita en el jergón.
— Veo que ya puedes levantarte, la prueba continuará dentro de una hora— dice mi prometido sin ni siquiera interesarse por mi salud.
— No puede, ¿No véis en qué condiciones se encuentra? Si apenas ha aguantado dos minutos. No tiene ninguna oportunidad de vencer— Lueck se enfrenta a mi prometido— Eduard— se dirige a mi padre por su nombre— no lo permitas.
— Tiene que hacerlo, es su deber— dice mi padre mirándome con dureza— Lo harás, ¿O es que estos años no han servido para nada?— me trago las lágrimas y la rabia que siento en este momento.
— He estado preguntando, él puede sustituirla— señala a Lord Darky.
— Si, podría, pero no voy a hacerlo— contesta.
— No hace falta que hagas nada por mí— me levanto indignada sin poder contenerme más— No te necesito— le digo mirándole a los ojos.
— Bien, entoces ya está todo resuelto— y se va con mi padre dejándome boquiabierta.
— No lo hagas, el resultado será el mismo, si no ganas se romperá el compromiso y si mueres también, ríndete y por lo menos conservarás la vida— Lueck no contempla la posibilidad de que gane y tiene razón no voy a poder con mi oponente.
No quiero huir, pero tampoco quiero morir, no soy una cobarde pero tampoco una suicida, maldito Lord Darky y maldita esta antigua tradición.
— Yo te ayudaré— otra vez la misteriosa voz.
— Lueck, ¿La oyes?— le pregunto.
— Aquí no hay nadie, sólo tú y yo— me mira preocupado— ¿seguro que estás bien?
No, no estoy bien, oigo una voz que nadie más oye, estoy cubierta de algo negro que tampoco nadie ve, debí golpearme la cabeza muy fuerte.
Una risa traviesa resuena en ella y comprendo que la voz está en mi cabeza.
— ¿Quién eres?— me pregunto mentalmente intentando ver si así la voz puede oírme.
— Alguien a quien todavía no debes conocer— dice misteriosamente— sólo tienes que saber que hoy voy ayudarte— siento cómo el colgante vibra a la vez que oigo sus palabras.
— ¿Mariah? ¿Estás de verdad bien?— Lueck me mira preocupado— estabas ausente, no me respondías.
— Si, sólo estoy cansada.
— Pues siento decirte que ha llegado la hora de escoger. ¿Abandonas o sigues? Yo te apoyaré en lo que decidas— acaricia mi mejilla.