Darknessys

Última prueba

— ¿Está bien Viggo?— nadie responde— ¿Puede decirme alguien cómo está?— siguen sin contestarme.

Después de atizarle con la jarra, sobre la multitud cayó un silencio sepulcral, me levantaron sin contemplaciones de encima de él y me colocaron otra vez el apestoso saco. Espero que esté bien aunque se mereciera una lección de cómo tratar a las mujeres.
Tengo que saber cuántas más de éstas pruebas tengo que pasar, estoy cansada de que no me digan nada, yendo de un lado para otro sin ninguna explicación.
En la tienda me espera la curandera, está preparando una infusión con hierbas secas y algo que parece barro negro. Cuando me ve entrar andando por mi propio pié enarca su ceja izquierda.

— Eres una jovencita afortunada— me mira fijamente— Deja que te cure esa cara— me lleva hasta un taburete y me da la infusión que tiene un aspecto desagradale, compruebo que no quema y me la bebo de una vez, curiosamente sabe muy bien, a frutas del bosque y almendras, está muy dulce.

Con cuidado me limpia la sangre seca de la nariz y de toda la cara. Examina el pómulo varias veces comprobando que está bien.

— Has tenido mucha suerte son sólo magulladuras— no me quita la vista de encima.

— ¿Cuántas pruebas quedan? ¿O seguirán hasta que me maten? Porque eso es lo que los clanes quieren, no creo que todas las mujeres que vayan a casarse tengan que pasar por esto— descargo mi frustración en ella.

— Son las pruebas que han escogido tu prometido y aprobadas por tu padre, si quieres respuestas pregúntales a ellos— recoje sus utensilios que ha usado para curarme.

Fuera de la tienda se escucha discutir a dos personas.

— Déjame entrar— reconozco la voz de Lueck.

— Obedezco órdenes, no te está permitido entrar— dice el  guardia de la tienda.

— Yo no obedezco órdenes de nadie que no sea mi señor, así que si no quieres problemas aparta.

Escucho golpes y decido salir de la tienda a ver qué sucede.

— Si sales por esa puerta la prueba terminará en ese instante— las palabras de la sanadora me detienen.

— ¡Parad!— la aparición de mi padre para la pelea— Jules, retírate— se escuchan pasos alejarse— No entrarás ahí— ordena a Lueck.

— Señor yo...

— Ni una palabra más, te has extralimitado en tus funciones, has faltado el respeto a Lord Darky y discutido mis decisiones— mi padre es tajante con él.

— No entiendo por qué tiene que hacer estas pruebas, no es una salvaje cómo ellos— Lueck está furioso.

— Tú no tienes que entender nada, sólo obedecer órdenes cómo es tu deber, si no te vas ahora mismo te mandaré a limpiar letrinas seis meses, a ver si así se te bajan los humos.

— Señor...

— Soldado Lueck si quiere seguir en el ejército le aconsejo que se marche— nunca había escuchado a mi padre tan furioso.

Lueck no responde pero tampoco se marcha, va a perder su trabajo por mi culpa, es uno de los mejores soldados pese a ser todavía joven, por palacio es un secreto a voces que va a ser nombrado capitán de espadas, uno de los cargos más importantes e influyentes.

— Si sales acabarás con su carrera en ese momento, tu padre no es tonto, es obvio que el soldado está enamorado de tí— me agarra fuertemente la sanadora.

La miro sorprendida, dudando que hacer, entoces se escuchan  pasos marcharse y el silencio.

— Tranquila, pronto terminará todo— me consuela.

Lord Darky hace aparición en la tienda, viene sin mi padre, el colgante empieza a palpitar de manera descontrolada, su temperatura aumenta llegando a ser molesta, tengo la sensación de que me está advirtiendo de un peligro.

— Fuera— echa a la curandera de mala manera.

Nada más salir, se acerca a mí rápidamente, en su mano lleva un cuchillo, lo miro asustada y sin decir nada me lo clava en el costado. Intento salir corriendo y me atrapa por la espalda, le golpeo con el codo en el estómago, le doy patadas, cada movimiento hace que la sangre de la herida mane, ya forma un charco a nuestros pies, me siento muy débil, el me toma en sus brazos y me lleva al jergón dónde se sienta conmigo encima, casi a punto de perder el conocimiento creo ver en su mirada un atisbo de ternura.

— Confía en mí— me dice antes de que cierre los ojos y por muy extraño que parezca sé que está diciendo la verdad.

Despierto en medio de un prado, la hierba alta acaricia mis piernas, todo está verde y salpicado de flores silvestres. El sol está alto pero todavía siento su calor, oigo la risa de niños y miro en su dirección, allí bajo un árbol hay varios niños jugando, corretean uno a detrás de otros riendo, se ven felices. De repente el cielo se oscurece, una mancha negra enorme tapa el cielo, corro hacia dónde están los niños pero no hay nadie, los busco por los alrededores, han desaparecido.

— Mamá, ¿Dónde estás? Tengo miedo— oigo el lamento de un niño seguido de un llanto desgarrador.

Corro a través de los árboles buscándolo, de repente delante de mí aparece un camino de piedras cubierto de nieve sucia, o lo que queda de él, le faltan partes cómo si las hubieran arrancado, hay árboles derrumbados y bultos cubiertos de nieve que no consigo distinguir lo que son obstaculizando el paso, detrás de uno de ellos oigo sollozos. Voy hacia allá, en el helado suelo hay un pequeño cuerpo acurrucado en una manta, su llanto es desgarrador.

— ¿Qué te ocurre pequeño?— le pregunto mientras le doy la vuelta.

Contengo un grito para no asustarlo, está muy sucio, los huesos se le marcan en la piel, ésta se halla amoratada por el frío, sólo va vestido con un taparrabos y una fina manta. Tiene tatuada por el cuerpo una serpiente, ¡Es igual que la del asesino de Tere! Pero eso no es lo peor de todo, le han arrancado los ojos, por sus cuencas vacías cae sangre que parecen lágrimas. Levanta su escuálido brazo y éste señala a una lejana ciudad ardiendo, de la nada aparece un niño en las mismas condiciones, detrás otro y otro hasta completar una línea recta hasta la desconocida ciudad. Todos me miran fijamente y lanzando al unísono un grito terrorífico me señalan con el dedo.



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En el texto hay: amor aventura fantastico

Editado: 30.01.2020

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