La doncella al vernos se da la vuelta para irse.
— Ve por lo que has venido— ordena con desagrado Erick a la sirvienta mientras se quita de encima mío y se marcha de la habitación.
— Señora— saluda con la mirada baja al pasar junto a mí para retirar las sábanas.
El ruido de los cristales de la ventana al romperse en fragmentos diminutos me sobresalta, una flecha entra clavándose en la pared que está detrás mía rozándome el pelo, aparto a la atónita criada que grita al tirarla al suelo para protegerla, siguen disparando y arrastrándonos a gatas nos refugiamos detrás de la cama, estiro la mano para tomar un candelabro de la mesa de noche cuando la puerta se abre. El cuerpo de un guardia con una flecha clavada en la cabeza cae al lado nuestro, mi compañera chilla presa de un ataque de nervios.
— Salid a la de tres— escucho la voz de Erick tras los gritos de la doncella.
— ¿Cómo te llamas?— le tapo la boca para callarla mirándola fijamente.
— Carla, me llamo Carla— dice cuando le destapo la boca, le cuesta trabajo respirar está muy nerviosa.
— Tenemos que hacer lo que él nos ha dicho— ella asiente con la cabeza.
Erick empieza a contar y la agarro fuertemente, cuando llega a uno salgo corriendo de detrás del escondite, los escudos de varios guardias nos hacen de barrera mientras las flechas caen a nuestro alrededor, una de ellas le roza el hombro a la sirvienta al salir de la habitación dónde nos esperan más guardias que nos llevan hasta un pasadizo que cruza hasta una de las habitaciones de seguridad de mi padre.
— Quedaos aquí, no abráis la puerta a nadie si no os dice esto— se acerca al oído y me dice unas palabras.
— Dadme algo para defenderme— el mira mi mano, todavía llevo el candelabro en mi mano y no me he dado cuenta, se saca un cuchillo de la cintura y me lo da.
— Cerrad el pestillo en cuánto salga— lo hago enseguida tras salir él.
— No puedo respirar, no puedo resp...— el cuerpo de la sirvienta cae en redondo al suelo.
Me acerco a ayudarla, su piel se está poniendo de color azul, de sus labios le salen burbujas de sangre, abre los ojos que están completamente blancos y me agarra la mano.
— Ayudadme— sus dedos están muy fríos y las yemas de oscurecen por momentos.
— Tranquila, ahora vendrán y te ayudaremos— le digo intentando consolarla, de sus ojos comienzan a caer lágrimas de sangre. Nadie vendrá hasta que el peligro haya pasado y el castillo haya sido completamente revisado. Me levanto para buscar ayuda, sé que le queda poco tiempo pero no voy a dejarla morir sin intentar salvarla.
El pecho me quema al dirigirme a la puerta, la lágrima negra arde, de su superficie surgen llamas negras.
— ¡No!— me ordena una voz en mi cabeza, a la vez que un ramalazo de dolor recorre mi cuerpo— Si sales morirás, todavía no han atrapado a la serpiente.
— Tengo que salvarla— jadeo de dolor al dar otro paso hasta la puerta.
— ¡No!— de la piel alrededor del colgante comienzan a salir ampollas.
— Voy a salvarla— doy otro paso más.
— Ella no es importante— dice la voz molesta.
— Para mí todas las personas lo son— caigo de rodillas por el dolor, las quemaduras llenan todo mi pecho.
— Por eso te elegí— su voz expresa tristeza— Pon tu mano en su hombro, rápido.
El dolor y las quemaduras desaparecen por completo en un instante de mi pecho, apoyo con cuidado la mano en la herida, un calor abrasador se expande de la lágrima negra a mi brazo hasta la mano y pasa a la rozadura, en ese mismo instante la piel de alrededor de la herida vuelve a su color normal y al poco tiempo su cuerpo también, la respiración se torna relajada y deja de sangrar, parece dormir plácidamente.
— ¿Qué eres?— digo en voz alta.
— Soy el futuro, el pasado, soy tú, soy Erick, soy ella, soy el viento, soy el dolor, soy la alegría... y no soy nada— la lágrima negra se convierte en una piedra inerte al terminar de decir esas extrañas palabras.
Paso varias horas encerrada con Carla dormida a mi lado cuando llaman a la puerta.
— Abrid— reconozco la voz de Lueck.
— La contraseña— no voy a arriesgarme a que sea una trampa.
— Croche dejust— suspiro de alivio al ser esa la contraseña.
Abro la puerta y Lueck entra cerrando la puerta detrás de él.
—¿Está muerta?— pregunta al ver a Carla en el suelo.
— Sólo está dormida.
Me toma entre sus brazos y me aprieta con fuerza. Puedo sentir su corazón latiendo con rapidez.
— Creí que estabas...— me besa con ternura los labios mientras acaricia mi pelo, luego baja la mano por mi espalda hasta llegar a la cintura y me pega a él profundizando el beso. Mi cuerpo se estremece y agarro su cabeza para que siga besándome.
El chirrido de la puerta hace que nos separemos, siento cómo si me arrancarán algo al alejarme de Lueck. Es Erick con una docena de soldados, su mirada me atraviesa y yo bajo la mía avergonzada al notar que sabe lo que ha ocurrido.
— Acompañad a Lady Darky a sus nuevas dependencias— ordena a su capitán— y a la doncella que la vea un sanador— señala a Carla.
El lapitán me acompaña a mí y a Carla la llevan entre dos soldados, vuelvo la cabeza para ver dónde está Lueck, los dos permanecen en la habitación, Erick al verme mirar cierra la puerta.
—¡Padre!— lo abrazo cuando lo veo esperándome en la habitación.
— ¿Estás bien?— me examina preocupado, yo asiento con la cabeza.
— ¿Y tú? ¿Y Suari?— los ojos de mi padre se empañan al escuchar el nombre de ella— ¿Qué le ha pasado?— alzo la voz.
— Está muy mal, le alcanzó una de esas malditas flechas envenenadas— baja la mirada para ocultar las lágrimas.
— ¿Ella ha...?— no puedo seguir, la imagen de los buitres comiendo su cuerpo viene a mi cabeza.
— Todavía no, pero los sanadores no saben cómo actuar frente a este veneno, gracias a que han estado probando diversos remedios no ha muerto, pero no la pueden curar, sólo retrasar lo inevitable— me lo dice sin poder levantar la mirada del suelo.