Darknessys

Nieve y más nieve

— Tenemos que encontrar un refugio— el capitán anda doblado por el dolor, todavía tiene la flecha clavada en el costado aunque ya apenas sangra, su cara cada vez está más pálida— la nevada cada vez irá a más.

— ¿No podemos volver a buscar ayuda?— es lo más lógico.

— Están todos muertos y se han llevado los caballos, además no sabemos si todavía permanecen allí— hace una mueca de dolor.

— Los árboles— señalo uno grande que está respaldado por una pared de nieve.

— No tenemos nada para hacer fuego, estaremos a la intemperie aunque nos resguarde del viento, moriremos congelados en cuanto caiga la noche— se tambalea y cae en la nieve que ya nos cubre medio muslo.

— ¡Gustav!— me inclino sobre él e intento despertarlo, es inútil ha perdido el conocimiento, demasiado ha aguantado.

Intento arrastrarlo pero pesa mucho.

— Piensa, piensa— digo a la nada— algo tienes que haber aprendido en las técnicas de supervivencia de Lord Bakiú.

Lo primero que hago es quitarme el abrigo y colocar al capitán, el sudor recorre mi espalda produciendo escalofríos al enfriarse rápidamente, rompo la punta de la flecha y de un fuerte tirón la saco, Gustav ni siquiera gime, está muy mal. La poca sangre que sale por la herida se congela inmediatamente haciendo un tapón, me quito la bufanda y la envuelvo fuertemente, luego lo envuelvo con el abrigo y lo ato con el cinturón, agarro la capucha y tiro de él. Avanzo lentamente hundiéndome en la helada nieve, tiemblo incontroladamente, el viento me corta los labios y la cara y las manos casi no las siento. Por fin llego al árbol, la nieve cubre ya su tronco y las ramas tocan el suelo, cubro la mejor que puedo a mi compañero con ellas y camino unos pasos, estoy agotada pero si paro no volveré a levantarme, busco en la nieve el lugar apropiado, cuando lo encuentro con la punta de la flecha que le he quitado al capitán comienzo a excavar en la nieve, la rompo con ella y la extraigo con las manos. Al terminar el boquete, los guantes están desgarrados, mis manos y dedos sangran por pequeños cortes que se están poniendo de color morado. Con las pocas fuerzas que me quedan vuelvo por Gustav y lo introduzco en el pequeño túnel que he construido, sus anchas espaldas caben a lo justo, lo tengo que empujar con los pies porque no tengo fuerzas en las manos, ya dentro al límite de mis fuerzas tapo el agujero y coloco al capitán de lado. Después de varios intentos abro un poco el cinturón del abrigo, retiro uno de los lados y me introduzco por debajo de la correa, me acurruco contra él buscando su calor, su cuerpo se agita cuando el mío lo toca, está ardiendo de fiebre, los dos temblamos sin control hasta que me quedo dormida.

 

 

Estoy bajo un cielo estrellado, la cálida brisa de una noche de verano estremece mi piel, enfrente de mí dos jóvenes están tumbados cogidos de la mano observando las estrellas, la chica vuelve la cabeza y mira al muchacho, éste la mira a su vez embelesado.

— Te quiero, Kathy— la toma del cuello y le besa la punta de la nariz.

— ¿Nada más vas a hacer eso?— lo mira pícaramente.

Entonces el la atrae más hundiéndose en sus labios, pone su mano en la cintura y quedan tan pegados que parecen uno, la risa de ella cuando se separan del largo beso es de felicidad.

— Me encanta tu lunar— le da un ligero beso en él.

¡Es la chica de la visión! Sólo que ahora su cara expresa una gran dicha y él, su voz me suena, la expresión de su cara, esos ojos verdes, ¡Es Lord Bakiú!

— Señora despierte... Mariah...— escucho a lo lejos la voz de Gustav intentando despertarme mientras me da palmaditas en la cara.

Abro los ojos y la lívida cara del capitán me observa preocupada.

— La tormenta ya ha amainado, tenemos que salir— respira con dificultad.

— Estamos en medio de la nada, sólo hay nieve por todos lados— a mí  también me cuesta respirar, miro hacia la entrada y veo que ha cedido, estamos atrapados.

— La nieve está blanda, podremos salir fácilmente— ha sentido mi preocupación— Yo puedo conseguir ayuda— se para para tomar aire— crecí cerca de aquí pero necesito su ayuda, no puedo caminar y no sé si aguantaré mucho antes de...

— ¿Qué tengo que hacer?— no quiero que diga esa palabra aunque haya muchas posibilidades de que tenga razón.

— Primero que nada, destapa la entrada para que podamos respirar mejor.

Salgo del abrigo y reptando excavo hasta abrir un agujero, el gélido viento entra en nuestro refugio y podemos respirar mejor. Gustav se ha incorporado y saca de su cintura una bolsa con cecina y frutos secos.

— Toma— me ofrece la bolsa— recupera fuerzas, tienes trabajo duro que hacer.

Saco algunos frutos y carne seca y se la devuelvo.

— No— me detiene— la herida está cerca de los intestinos, no debo de comer hasta que me vea un sanador— arranca un trozo de nieve y se lo introduce en la boca.

 

 

— Gustav, bebe— he derretido un poco de nieve, poniendo un puñado en un trozo de tela de mi camisola interior y la he frotado hasta que se ha vuelto líquida. Estrujo el trapo y las gotas caen sobre su boca, pero no traga, ya lleva mucho tiempo si recuperar la consciencia. Lo dejo por imposible y vuelvo a andar arrastrándolo en el destartalado trineo, si se puede llamar así, que he construido con sus instrucciones. He cortado dos ramas largas, las he dejado sin hojas y lo más lisas posibles, con nuestras camisolas él ha hecho unas tiras en los pocos ratos que ha estado consciente, hemos atado tres palos cómo los travesaños de una escalera y unido nuestros cinturones atándolos a las puntas de los palos. Gustav se ha tumbado en él envuelto en el abrigo y yo tiro de él con los cinturones atados en mi cintura.

— Gustav por favor aguanta— le digo aunque no puede escuchar mis palabras. El viento arrecia cada vez más y la noche ya está cayendo, si no encuentro pronto el poblado que dice el capitán que está en línea recta no aguantaremos esta noche, no tengo fuerzas para construir ni buscar un refugio.



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En el texto hay: amor aventura fantastico

Editado: 30.01.2020

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