Darknessys

Todo de complica más

Por fin reacciono, rasgo su camisa y le hago un torniquete, Erick gime de dolor al levantarle el brazo, está caliente casi quema al contacto.

—¡¡Ayudádme!!— grito por encima del ruido de la lucha.

— ¿Está muerto?— pregunta preocupado un soldado cuando llega a nuestro lado y ve la herida de Erick.

— Casi, tenemos que llevarlo dónde está Catrina— entre los dos lo ponemos de pie y lo arrastramos a trompicones hasta la sanadora, entre tanto  Gustav y los pocos soldados que quedan nos defienden.

— ¡¡Catrina, despierta!!— la sacudo sin miramientos para despertarla, ella está blanca cómo la luna pero respira, tiene que ayudarme, así que le pego una bofetada.

— Bruta—  dice abriendo un poco lo ojos, apenas tiene fuerzas para hablar.

— ¡Mira!— la incorporo y le muestro la herida de Erick.

— Veneno... úrgico, no...tiene cura...— vuelve a perder el conocimiento.

— ¡No, no, no!— intento espabilarla.

— Tiene razón— el soldado se agacha para coger a Catrina— tenemos que intentar escapar, a todos los que ha herido ese tipo han muerto.

Podría dejarlo ahí tirado, podría y sería lo más sensato, una liberación para mí, podría pero decido no hacerlo.

— ¡Alcánzame las bolsas de su cintura!— señalo a Catrina, él  obedece rápidamente a la par que mira a sus compañeros que van cayendo.

Voy abriéndolas recordando para que se usan tal cómo me ha enseñado anteriormente Catrina, los polvos azules asfixiantes ya los he usado antes, busco el remedio que me dijo que era en contra de los venenos, una especie de barro de color morado.

— ¡Huid!— me dice el soldado uniéndose a la lucha.

— ¡Ya lo tengo!— tomo una gran porción del emplaste y la pongo encima de la herida que cada vez se extiende más, con cuidado la unto intentando olvidar lo que estoy tocando, grandes ampollas de líquido que supuran un líquido negruzco que huele a podrido.

Un atacante llega hasta mí y si no es por el joven soldado que aparece a mi lado y lo mata diestramente estaría muerta o peor, igual que Erick. El remedio no le hace efecto, incluso parece que está peor.

Y hago lo último que puedo hacer, agarro la agrietada lágrima negra e invoco a Kathy.

— Querías que lo salvara, ¡Hazlo!— ya sólo quedan Gustav y cuatro soldados contra una docena de enemigos y la mayoría están heridos— ¡Ayúdalo Kathy!

La piedra sigue inerte en mi mano, Erick comienza a temblar de la fiebre, lo he intentado, no puedo hacer nada más, miro a mi alrededor en busca de un arma con que defenderme, no me voy a dejar matar fácilmente y la imagen del báculo aparece en mi mente y tal cómo lo hace en ella toma cuerpo en mi mano.

— ¿Pero qué?— y dejo de pensar, una corriente de energía recorre mi cuerpo, la piedra del palo, negra cómo la noche se convierte en una bola de luz que gira sobre sí misma. Los enemigos atraídos cómo la luz a las polillas con un grito inhumano se lanzan rabiosos contra los soldados y acaban con dos de los nuestros.

Tomo aire y corro directa hacia ellos gritando también, golpeo al primer enemigo en las rodillas y nada más tocarlas la bola de energía las destroza cayendo de bruces, me ladeo y golpeo a otro, no me detengo a ver dónde le he dado y golpeo arriba, abajo, no paro, bailo una danza de luz mortal en la que él báculo es la pareja que me guía, mi toque es una sentencia de muerte. Y de repente el silencio, miro alrededor y estoy rodeada de cadáveres.

— ¡¿Dioses, qué he hecho?— no puedo dar crédito a lo que mis ojos ven, he acabado con todos ellos. Mis manos comienzan a temblar, los he matado yo, yo he acabado con sus vidas, una enorme arcada me sube por la garganta y apoyándome en el báculo para no caerme vacío el contenido de mi estómago hasta que ya no queda nada.

— Señora— Gustav está a mi lado mirándome asustado e intrigado a la vez— Erick y Catrina están muy mal— asiento porque no me salen las palabras.

— Él no tiene cura— me dirijo hacia Catrina— intentaré hacer lo que pueda por ella, busca a los caballos, cuánto más pronto salgamos de aquí, mejor.

— ¿No puede hacer nada con eso?— señala el báculo que todavía está iluminado y girando.

— No tengo ni idea de lo que es ni cómo utilizarlo— lo miramos a la vez los dos.

— Iré por los caballos, quizás podamos encontrar a alguien que pueda ayudarlo— ese hombre nunca se rinde, me sorprende su lealtad.

 

— ¡Ahh!— pego un salto cuando Kathy aparece enfrente de mí, se ve muy tenue, algunas partes de su insustancial cuerpo están desapareciendo.

— Pon el báculo en la lágrima negra— ya sólo se ve de ella su torso y cabeza.

Rápidamente lo hago, apoyo con suavidad el báculo en el colgante que descansa en el pecho de Erick, siento bajo mi mano vibrar la inmensa energía de la bola giratoria que se va volviendo negra poco a poco hasta que súbitamente se apaga y ahora la que brilla es la lágrima negra, de su centro surgen finísimos hilos plateados que rodean el brazo de Erick envolviéndolo completamente, éste empieza a gritar y patalear de dolor aunque está inconsciente.

— ¿Qué le estáis haciendo?— el fiel soldado ha regresado al escuchar los espantosos chillidos de su señor.

— Se está curando.

— ¿Qué sois? ¿Sois un demonio?— me apunta con la espada.

— Si claro y ahora me van a salir cuernos y alas— me río histérica— Yo sé lo mismo que tú, es el colgante ese— le señalo el collar del que siguen saliendo los hilos plateados— desde que lo vi por primera vez no para de hacer cosas raras, pregúntale a Erick, es de él, él sabrá lo que es.

— Es el colgante de Kathy— baja la espada y se toca la frente en señal de respeto al decir el nombre.

— ¿La conoces?

— No soy yo quien debe hablaros de ella— mira en dirección al pueblo que hemos dejado— tenemos que irnos, vienen más.

— Hay que curar a Catrina, ni sé cómo está viva.

— No hay tiempo— a lo lejos se escucha el fuerte galope, deben ser muchos.



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En el texto hay: amor aventura fantastico

Editado: 30.01.2020

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