Capitulo 12

Edward

Caminamos en silencio hasta el final de esta feria artesanal. La cuestión se puso incómoda y creo tener todo el derecho de estar molesto, es decir, vi en vivo y en directo como ella coqueteaba con el hippie ese. Su sonrisita por aquí, su mirada por allá, no soy tonto. La miro de reojo que camina un par de pasos adelante mío con sus brazos cruzados y con la cabeza gacha. De seguro debe estar pensando en lo que hizo. 

¿Cómo se habria puesto ella si la cosa hubiera sido al revés? 

Obviamente hubiera pegado el grito en el cielo y se habría formado la pelea del siglo. Sin embargo, pienso en cuál era el motivo por el que la traje aquí y pese a que me gustaría mantener mi molestia hasta el fin, lo cierto es que solo la traje para una sorpresa de cumpleaños, y si no trato de solucionar este embrollo, todo pero absolutamente todo, se irá a la mismísima mierda. 

Doy un par de zancadas hasta llegar a ella y la cojo del brazo para impedir que siga avanzando. Ella se voltea molesta y me mira frunciendo el ceño.

 ¿En serio se da el lujo de molestarse? 

—No se porqué te molestas Rizos. Yo debería estarlo, no tu—le digo mientras me planto frente suyo y me cruzo de brazos. Ella hace una expresión ofendida y niega con la cabeza apartando la vista. 

—Fuiste muy grosero con Felipe—dice y solo me echo a reír. —No sé que es tan gracioso—dice colocando sus brazos en forma de jarra. 

—Tú—digo sabiendo que terminaré perdiendo está batalla—...ni siquiera lo conoces Linda y ya lo estás defendiendo. ¿Que mierda significa eso?—gruño en su dirección. Pero cuando la veo callada y mordiendo su labio, sé que di en el clavo. 

—Solo estaba siendo amable. Podrías intentarlo alguna vez—dice y está vez soy yo el que hace la expresión ofendida. 

—¡Uy si! Tan amable que hasta le compraste esos aretes de mierda. Tú no usas accesorios de ese tipo —le digo y una vez más, ella se queda callada. 

Edward: 2 

Linda: 0

Ella frunce el ceño y arruga su nariz de esa forma tan tierna que me vuelve loco de remate. Solo nos miramos, hasta que una anciana entrometida nos obliga a cortar el contacto visual. Ambos volteamos a verla y solo es una vieja chiflada con cara de loca que nos mira sonriente. Linda le devuelve la sonrisa pero yo apenas hago un movimiento de cabeza. No me gusta esta anciana. Para empezar, se viste como en el siglo pasado y lleva un estilo de turbante en la cabeza. Pero lo más raro, es que no le quita los ojos de encima a Linda. De repente, es una clase de juego de miradas entre ellas, en el cual, yo no soy bienvenido. 

Intento con disimulo llamar la atención de Rizos, pero es como si ella hubiera acaparado su atención. Entonces miro a mi alrededor buscando una escapatoria, y me doy cuenta de que clase de señora es esta. Es de esas viejas charlatanas que con tal de sacarte dinero, te cuentan cosas de tu vida aunque todo sea mentira. Detrás de ella está su local con un cartel llamativo que dice "Mistica Hella" 

Joder, tengo que sacar a Linda de acá antes que se le ocurra entrar en ese local. 

—Vamos amor, se nos hace tarde—digo tratando de sonar un esposo comprensivo y preocupado. La tomo de los hombros y la obligo avanzar hasta que corta el contacto visual con la anciana. En cuanto veo que nos hemos alejado y la vieja ha desaparecido, la suelto y camino a su lado. —¿Que demonios fue eso? ¿La conoces?—pregunto. Ella gira a verme y niega sin decir nada. 

—No, pero fue...extraño. ¿Oíste que dijo mi nombre cuando nos estábamos yendo?—pregunta entre sorprendida y curiosa. Yo solo la miro como si le hubiera salido un tercer ojo y niego. 

—Creo que el calor te está afectando—bromeo pero para ella no es nada gracioso. Solo me lanza una mirada fulminante y se adelanta a caminar dejándome atrás. 

—Ya quiero irme. No tengo ganas de juegos ni ferias...ni nada—brama moviendo sus brazos con histeria. Suspiro cansado y aburrido de esto, y nuevamente la cojo del brazo para que se detenga. 

—Hey... lo siento ¿si?—no, en realidad no lo siento, pero por primera vez quiero ser yo quien acabe con esta discusión y olvidar lo sucedido.

—Mientes—dice achinando los ojos en mi direccion, como si conociera cada gesto y rasgo de mi rostro para asegurar que estoy mintiendo.

—¡Bien! No, no lo siento...pero si quiero olvidarlo. ¿Podemos seguir como estábamos?—pregunto y luego de unos segundos, ella suelta un suspiro y asiente estando de acuerdo. Sonrio complacido y le rodeo el hombro con mi brazo para atraerla a mi y abrazarla. 

Despues de aquella discusion se puede decir que todo ha vuelto a la normalidad. No sabia que el hecho de habernos casado solo aumentarian las discusiones y peleas. Ya sé, muchos me advirtieron esto, pero no le di tanta importanca, pues con Rizos nos conocimos peleando y sé, que moriremos haciendolo. Es algo innato, a estas alturas, ya es algo natural.

Por otra parte y dejando de lado al hippie latino ese, me gusta verla disfrutar de todo esto, es como ver a una niña jugar por primera vez con su juguete favorito. Su sonrisa resplandio de emocion cuando le compre su algodón de azucar y gané por ella un oso panda gigante en uno de esos juegos de mierda. Y pensar que al principio habia dudado en traerla aca, simplemente por todo el drama que pasó con Pinzas y claramente, la muerte de Ty. Sin embargo, la veo feliz y está mas que claro que soy capaz de cualquier cosa, con tal de verla cada dia de nuestra vidas asi. Aunque lo unico que no me gusta, es que me arrastre a esos juegos de atracciones que tanto le gustan. Demonios, como los detesto, pero hoy es su dia, y si ella se quiere subir por tercera vez a la montaña rusa, pues...ahi estaré a su lado. Siempre. 

—¡No puedo creer que no te guste!—exclama cuando nos hayamos bajando del carrito de mierda del juego. Empujo a un mocoso para que me deje salir primero y solo necesito respirar un poco de aire fresco para no vomitar los churros que me comi.—¿Estas bien?—pregunta llegando a mi lado. Su mano descansa en mi espalda y me acaricia en modo de contención.