Linda.
Otra semana más que se fue. Otra semana en la que no he sentido más que un vacío dentro mío que crece cada día. Noto a Edward cada vez más distante, y tengo la sensación de que me está evitando. Intento hablar con él, pero se excusa. El último fin de semana que estuve en casa, solo lo vi un día, que fue el día domingo antes de venirme. Los demás, solo se excuso que tenía demasiado trabajo. Antes él dejaba el día viernes y sábado para mí, y ahora es como si mi llegada solo le fastidiara. Casi ni ganas de venir me dan, pero me siento fatal sin venir. Lo extraño y tengo como una corazonada de que quizás, él se está aburriendo. Sabía que eso pasaría, es decir, apenas estoy dos días con él y el resto él está solo. No me sorprendería si un día llego y él decide que lo nuestro acabó. Aunque me dolería en el alma si ello llegara a ocurrir.
Cuando llego a casa me sorprendo cuando veo a Edward. Está parado en el umbral de la cocina hablando por teléfono. Se le ve muy concentrado y podría decir que algo molesto. Cierro la puerta detrás mío y dejo mis cosas en el sillón cuando él se percata de mi. Alza sus cejas con sorpresa y sacude su mano como saludo antes de caminar hacia la puerta trasera y continuar allí con su plática. Me quedo parada donde mismo varios segundos y este vacío comienza a crecer dolorosamente. Me muerdo el interior de mi Manilla para ahuyentar las ganas de llorar.
Espero algunos minutos, pero cuando él ni amaga con regresar, me decido por subir a nuestra habitación y guardar mis cosas. No me ha visto en casi dos semanas, porque no pienso contar ese día domingo donde solo lo vi un par de horas, y él no muestra ni el mínimo interés en mi. Una vez que guardo mis cosas en el closet, volteo y lo veo entrar. Tiene el celo fruncido y cuando me ve esboza una pequeña sonrisa.
—Hola—dice y se acerca para darme un corto beso en los labios—Pense que llegarías mas tarde—dice y se agacha para sacar una toalla del closet.
—Sali antes—respondo y me siento en la cama—¿Vas a salir?—pregunto intentando que la decepción no se note en mi voz.
—Si, pero trataré de llegar temprano. Lo juro—dice. Me sonríe y luego sale de la habitación. Me tiro hacia atrás y me quedo mirando el techo. Ya casi no recuerdo cuando comenzó a estar tan distante ni el porque.
¿Habré hecho algo mal?
Juego con mis dedos sobre mi abdomen y controlo las ganas de llorar que tengo. Pensé que podríamos estar juntos, pero es como si a él no le importara ni un poco. No sé cuánto tiempo pasa, hasta que vuelve a entrar en la habitación. Me incorporo sosteniendome con los codos y lo observo elegir su ropa. No se inmuta que lo estoy mirando cuando deja caer la toalla y se coloca unos boxer negros. Me muerdo inconscientemente el labio y suspiro para retener las ganas y el deseo de estar con él. Sin embargo, él volte y me mira.
—¿Sabes dónde está la blusa horrenda que tú mamá me regaló para mí cumpleaños?—pregunta.
Frunzo un poco el ceño por su pregunta tan extraña, y me pongo de pie para buscarla. Recuerdo haberla guardado en el lugar de las sábanas, para que no se arrugara. Aún está en su envoltura. La tomo en mis manos y se la tiendo.
—¿Por qué te pondrás esa blusa? La odias—digo y río un poco. Él hace una mueca mientras la saca del plástico y se coloca. En lo personal, creo que ese color le va muy bien.
—Solo quiero probar otras cosas—dice y yo lo miro como si no lo conociera. Es una blusa color café con distintos tonos del mismo color, es algo suelta y Edward se la arremaga hasta los codos y deja los cuatro primeros botones sin abrochar. Seguido se coloca sus pantalones negros ajustados y creo que se ve jodidamente hermoso.
—Te ves bien—le digo retrocediendo un paso. No puedo evitar pensar que quizás se vistió así por alguna ocasión especial. El me sonríe y luego se sienta en la cama y sus zapatillas converse negras.
—Gracias—dice y me mira—Lamento tener que irme—dice y me atrevo a acercarme un poco más a él.
En un arrebato de valentía me coloco a horcajadas suyo y apoyo mis manos en su hombro. Mi cuerpo salta de alegria cuándo sus manos descansan en mi cadera y sonrío un poco tímida. Lo abrazo y apoyo mi rostro en su pecho donde siento que su corazón golpea con fuerza contra él. Dejo un corto beso en uno de sus tatuajes y continuo besándolo hasta llegar a sus labios donde él corresponde. El beso va en aumento y entierro mis dedos en su cabello húmedo. Lo necesito. Jadeo contra sus labios, pero él simplemente se separa de a poco.
—Se me hace tarde—me dice.
—¿Que?—pregunto algo abombada—Tu nunca paras solo porque se te hace tarde. ¿Que está pasando Edward?—pregunto. Él suspira y me quita de encima con cuidado antes de ponerse de pie.
—Nada. Enserio, pero de verdad se me hace tarde. Lo lamento—dice y sale de la habitación con dirección al baño. Me quedo atónita en mi lugar sin creerlo.