Capítulo 7. La Fachada de los Vikram.
JADE
Ellie se apresura al refrigerador de donde saca cuatro cervezas y las coloca en el mesón, Aren suspira y toma una, se ve tenso, su novia se apresura a su lado y lo imita aparentemente tranquila, Ellie me hace una seña invitándome a sentarme con ellos, dudando un poco me acerco y me siento a su lado en uno de los taburetes del alto mesón. Miro con indecisión la bebida enfrente de mi, la última vez que tomé una se me inflamaron los labios y me salieron muchas ronchas en los brazos y piernas.
Disimuladamente la hago a un lado.
—Entonces, cuéntanos Jade... en la universidad se ha esparcido el rumor de que has estudiado en línea toda tu vida, ¿no te sientes fuera de lugar aquí? —Tamara me mira con malicia desde su lugar.
Me quedo en silencio procesando sus palabras mientras que los hermanos Vikram clavan sus ojos en mi. Elizabeth arruga su frente antes de girarse hacia su cuñada.
—Ese no es asunto tuyo, Tamara. Jade no tiene por qué exponernos su vida.
—Solo trato de conocerla más, cuñada —se defiende la morena con inocencia y luego me sonríe con falsa amabilidad—. Aunque si te molesta mi pregunta, me disculpo, no sabía que era secreto de estado.
Aclaro mi garganta.
—No lo es. Aunque yo no sabía que se hablara de mi en la universidad.
—Es un edificio y un pueblo muy pequeños, tarde o temprano todo sale a la luz. Aquí no hay secretos, todos saben todo —suelta con arrogancia.
Ellie chasquea los dientes y me mira con empatía.
—No le hagas caso, no tienes que contarnos nada.
Suspiro jugando con mis dedos, y decido simplemente dejarlo salir; no tiene sentido callar mi verdad cuando inevitablemente con el tiempo todos en el pueblo lo sabrán.
—Desde pequeña desarrollé una enfermedad muy extraña, no era contagiosa ni nada por el estilo, pero los síntomas eran devastadores, tanto así que me veía obligada a pasar la mayoría del tiempo internada en hospitales —murmuro sin alzar la mirada de la madera fina del mesón—. Nunca pudieron descubrir qué era. No podía simplemente ir a la escuela porque los episodios eran violentos y necesitaba tener a alguien capacitado a mi lado todo el tiempo. Así que lo mejor para mi era quedarme en casa y... estudiar a través de un computador.
—Pero... ¿ya te encuentras bien?
Para mi sorpresa es Aren quien lo pregunta. Fijo mis ojos en él y despacio asiento.
—Antes de llegar aquí estuve bajo un tratamiento muy fuerte, creo que funcionó porque desde que llegamos a Darkwood no he tenido ninguna recaída.
—O quizá el pueblo fue tu cura —opina Ellie con una sonrisa que le correspondo.
—Esa es una bonita forma de ver las cosas. Creo que me quedo con esa teoría.
Ambas nos reímos y ella coloca su mano sobre la mía.
—Como sea, me alegra que estés aquí —me guiña un ojo.
—A mi también —admito muy a mi pesar. En ningún otro lado me había sentido tan... a gusto—. Aunque no soy fan del clima.
Ellie se ríe por lo bajo a la vez que Aren sonríe un poco negando con la cabeza. Tamara gira los ojos y se enfoca en su cerveza.
—Te acostumbrarás —me promete el rubio—. Mi padre tiene un amigo médico muy reconocido en el país, espero que no, pero... si llegas a necesitar ayuda, no dudes en avisarnos, ¿de acuerdo?
—Eso es muy gentil. Gracias —susurro con la cara caliente.
Aren asiente satisfecho. Ellie suelta un ruidoso suspiro y le echa un vistazo a mi cerveza intacta.
—Anda Jade, dale un sorbo. No me digas que eres una de esas chica que le tienen miedo a un poco de alcohol —me molesta juguetonamente.
—No es eso, es que creo que soy alérgica, una vez le robé una a mi madre y terminé en urgencias con la garganta cerrada y la piel llena de ronchas —le hago saber apenada.
—Oh, te traeré jugo entonces —exclama poniéndose de pie y yendo nuevamente al refrigerador.
Suspiro pasando mi mano por mi cabello, quiero y necesito irme ya. La situación sigue siendo muy incómoda, puedo sentir la mala vibra que me lanza Tamara, así como puedo sentir la tensión en Aren y sus ojos grises mirándome fijamente de vez en cuando. Mis ojos se van directo a él cuando pienso en su nombre y justo lo atrapo mirándome, trago saliva sintiendo mi respiración entrecortarse.
No es normal, no es normal lo que provoca en mi. Anteriormente me habían gustado algunos chicos que había visto de lejos gracias a las reuniones que los amigos de mamá organizaban, en las cuales pude conocer a chicos de mi edad, incluso llegué a sentir cosas más allá de la atracción física por alguno de ellos pero jamás ninguno me hizo querer acercarme a él, decirle de una lo que me hace sentir con solo su mirada y refugiarme entre sus brazos. Lo que estoy sintiendo es muy diferente y me aterra. Aren me mira y me mira como si supiera exactamente lo que está pasando dentro de mi pero se abstiene de acercarse y lo comprendo, tiene una prometida hermosa que siempre parece observarlo con amor, y por los años que llevan juntos es más que evidente que él también la ama.
Tantos hombres en el mundo y vengo a sentir tanto por uno que ya tiene su destino escrito al lado de alguien más.
—¿Jade?
Me sobresalto al escuchar la voz de Ellie llamándome, volteo a verla cortando la conexión de mis ojos con los de su hermano y ella me mira alzando una ceja.
—¿Si? —pregunto desorientada, Ellie me mira incrédula.
—Te he preguntado si quieres jugo de naranja o de manzana.
Me levanto del taburete con torpeza. Debo huir de aquí antes de que pierda mi autocontrol y que mi maldito gusto por Aren Vikram termine siendo demasiado evidente enfrente de su prometida y hermana.
—Eh, yo... creo que debo irme, ya es muy tarde y mi madre se enojará conmigo si no llego temprano a casa.
Aren y Tamara me miran en silencio mientras yo me apresuro a tomar mi mochila del suelo para colgarla en mi espalda.