Capitulo 11. Imposible.
AREN
Salgo de la casa de Jade a toda velocidad, como si llevara leña encendida en el trasero. Si, quizás esté huyendo, pero las malditas emociones que siento cuando estoy cerca de ella me aterran. Me aterra la idea de que me guste demasiado, aún cuando estoy a menos de un año de casarme con la que se supone tiene que ser la mujer de mi vida. Me aterra el hecho de que es casi una niña, solo tiene diecinueve años, yo estoy a unos meses de cumplir veintisiete.
Enamorarme de esa niña sería un caos, mi madre se volvería loca si tan solo le dijera que me gusta una chica casi siete años menor que yo.
Entro a mi auto y solo allí puedo volver a respirar con alivio, mantener distancia con Jade Miller me hace sentir a salvo, pero irónicamente pienso más en ella.
No pierdo el tiempo y llamo de inmediato a mi padre; Jade necesitará la protección de la manada. Él al escuchar el nombre de la chica rápidamente manda a varios miembros de BloodMoon para vigilar la casa y promete llamar a la madre de Jade para asegurarse de hacerle saber de la situación delicada en la que se encuentran. El hecho de que se preocupe tanto por ella no se me pasa desapercibido, papá sabe algo más de esa chica y al llegar a casa hablaré seriamente con él.
Espero en el auto al menos unos diez minutos más, no he recibido la señal de Zack indicándome que ya han llegado y me niego a arriesgarme a dejarla sola y que la vuelvan a atacar. Aunque me aseguré de que nadie nos siguiera, no pienso permitir que algo como lo que acaba de pasar vuelva a suceder, Blackwood siempre ha sido seguro, y eso no cambiará, menos si yo estaré a cargo de él.
Suspiro pasando mis manos por mi cabello y miro de nuevo hacia su casa, vaya sorpresa me llevo cuando la veo salir envuelta en una manta con una taza en forma de cara de gatito en su mano. Junto mis cejas confundido y bajo del auto para acercarme a ella.
—¿Qué haces? Te dije que no salieras a la calle sola y es lo primero que haces cuando me voy —le reclamo con voz dura cuando estoy enfrente de ella. Sus ojos claros me miran con timidez.
—No voy a la calle Aren, sabía que seguías aquí afuera y... hace frío, así que calenté un poco de chocolate con leche para ti —murmura extendiendo la taza hacia mi.
Acepto la taza humeante un poco avergonzado por haberla regañado sin antes haber escuchado sus razones para desobedecerme y le agradezco en un hilo de voz, apenado, ella sonríe un poco. A decir verdad, los licántropos no sentimos frío, al contrario, incluso desprendemos moderado calor con nuestros cuerpos, pero ella está lejos de saber eso, y su gesto igualmente es más que bien recibido.
—Eres tan gruñón —susurra un poco divertida.
—Solo me preocupo.
—No tienes por qué —contradice ella nerviosa—. Deberías volver a tu casa, no creo que pase nada, es decir, no creo que ellos sepan dónde vivo.
—No me fío Jade, sé que quieres mantenerte alejada de mi hermana y de mi, pero debes ser consciente de que te acaban de atacar dos locos peligrosos y no es una buena idea dejarte a tu suerte, así que no me corras —le pido dándole un buen trago al chocolate caliente, ella se queda callada con la mirada perdida en el suelo.
De pronto siento el olor de al menos unos seis cambiantes de mi manda cerca y volteo hacia mi derecha donde alcanzo a ver a Zack oculto, subido en uno de los árboles más cercanos a la casa. Él hace una señal con su mano indicándome que han rodeado la casa y asiento disimuladamente. Regreso a Jade y ella mira con asombro a Zack, maldigo en mis adentros, o ella es demasiado lista o yo demasiado obvio.
—¿Quién es él? —me pregunta ella con desconfianza.
—Es un oficial encubierto, le he avisado a mi tío de lo que ha pasado y lo ha enviado para que vigile la calle, por si esos locos siguen por aquí.
Me merezco un premio por ser un mentiroso tan bueno. No quisiera mentirle, pero vi su expresión cuando intenté explicarle lo de la tribu y temo que si le digo tan pronto lo que somos ella termine internada en un manicomio por perder la cabeza.
—De acuerdo —susurra no muy convencida.
—Oye —llamo su atención, esos hermosos ojos se clavan en mi de nuevo—, estarás bien, lo prometo.
Jade asiente tímidamente, sus mejillas están muy sonrojadas y sus labios húmedos lucen demasiado llamativos esta noche, debo controlarme si no quiero terminar comiéndole la boca en medio de la acera.
Las luces de un auto nos iluminan de repente, Jade se sobresalta y se aferra a mi brazo sin darse cuenta.
—Tranquila —le susurro.
El auto se estaciona cerca de la cochera y apaga las luces, escucho el suspiro de alivio que sale de Jade al darse cuenta de que sólo es su madre. La joven mujer se apresura a salir y se acerca trotando a nosotros, su cara está hinchada por el llanto, al llegar a nosotros se lanza a abrazar a su hija, Jade se traga el llanto y se aferra a su madre con fuerza. Mientras ellas se consuelan mutuamente aprovecho y me empino la taza de chocolate caliente, para terminármela y marcharme de una vez por todas.
Necesito con urgencia poner distancia entre la chica Miller y yo. Antes de que cometa un error.
—Mi pequeña niña, ¿estás bien? —la voz de la señora Miller se encuentra rota cuando habla. Jade acaricia la espalda de su madre.
—Estoy bien mamá —ambas se separan y la chica me mira—. Estoy bien gracias a Aren, si él no hubiera aparecido, la historia hubiera sido muy diferente.
La señora voltea a verme con los ojos brillosos y me abraza tomándome por sorpresa, le devuelvo el gesto aún sorprendido, Jade toma la taza de vidrio de mis manos cuando ve que casi la suelto y no puedo evitar soltar una risita, por sus rápidos reflejos.
—Muchas gracias por salvar a mi hija, Aren —exclama la señora Miller separándose de mi y toma mi rostro con sus manos—. Fuiste un ángel caído del cielo, muchas gracias.