Millones de años atrás existía un poderoso Dios, creador de grandes mundos e infinitos universos. Su poder era tan grande que era capaz de crear a otros dioses; los mundos eran tantos que él decidió darle a cada uno de ellos un Dios que procurara mantener el equilibrio y se encargara de dirigir en un camino del bien cada destino de cada alma.
Fue así como creó a una poderosa diosa que se encargaría de velar por el bien de un mundo dividido por dos grandes poderes: Lunaris Solarium, cuya vida se mantenía latente gracias al poder de la luna y el sol que resplandecían sobre él. La Diosa Luna llegó a su mundo y todo tuvo un nuevo sentido, así como un nuevo rumbo. Nastia D'Brexant era la creación perfecta, su gran hermosura logró atrapar al gran Dios del Paradise, quien enamorado de su propia creación le dio más libertad, y de su unión nació la luz más brillante sobre la faz de Lunaris.
Con el tiempo, el poder comenzó a cegar los ojos esmeralda de la gran diosa y al tener tanta libertad, hizo su propia creación. Si el Dios de Paradise podía crear seres poderosos, ella también lo haría, pero los suyos lo serían aún más. Con el poder de la luna y la oscuridad del mismo logró crear a la criatura que ella consideraba perfecta; grande, poderoso, aterrador, intimidante, feroz, peligroso, un digno hijo de la luna... un ser que fácilmente se podría confundir con un ser humano común y débil pero que en menos de un segundo podría convertirse en un ser letal y despiadado. Entonces lo envió al Mundo Dos, mundo donde todos los seres sobrenaturales rasiden junto a los humanos.
Lo que no imaginó la Diosa Luna fue que su propia creación se volvería en contra suya, poniéndola en jaque mate al desatar el caos puro en el Mundo Dos, provocando a la vez la gran ira del Dios de Paradise. La Diosa Luna logró deshacerse de él pero el primer lobo prometió regresar para destruirla. Llena de temor por su regreso e invadida de odio por la indiferencia del gran Dios, decidió crear más hijos de la luna, pero esta vez se aseguró de mantenerlos a raya con la ayuda de compañeras eternas que se encargaran de ser un ancla y una contención para ellos, solo así no se saldrían de control ni se volverían en su contra, al contrario: la adorarían para siempre.
Los lobos se asentaron en el Mundo Dos, aprendieron a convivir con los humanos y con todos los demás seres sobrenaturales de luz y de oscuridad.
Su creación había sido exitosa, pero la Diosa Luna ignoraba un pequeño gran detalle: había alguien deseosa de conocer el Mundo Dos, alguien que soñaba con poder vivir entre todos esos seres y con la esperanza de poder descubrir un sentimiento del que alguna vez escuchó hablar, algo llamado "amor", alguien que no dudaría en pedirle su ayuda al gran Dios de Paradise para lograrlo.
Después de todo, ¿que tan malo sería enviar a una pequeña semidiosa al Mundo Dos?
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