Dartol y la Música de las Estrellas

Capítulo 1: Un Silencio Infinito

En el lejano planeta Kepler 2, todo era ordenado, lógico y... silencioso. Nadie había escuchado jamás una melodía. El arte existía en formas geométricas y colores, pero los sonidos eran simples señales sin emoción. Allí vivía Dartol, un joven curioso que pasaba horas observando el espacio. Un día, mientras exploraba transmisiones estelares, captó algo extraño. No eran voces. No eran códigos. Era... música. Un cosquilleo recorrió su piel verdeazulada. Aquellos sonidos vibraban dentro de él como si su corazón hubiera despertado. Así decidió emprender un viaje a la fuente: el planeta Tierra.

El descenso de la nave de Dartol en un claro boscoso de la Tierra no pasó desapercibido. Un grupo de excursionistas que disfrutaban de la tranquilidad del lugar se toparon con una visión inesperada: una nave de diseño desconocido y, emergiendo de ella, una figura de piel azulada y ojos grandes y curiosos. La sorpresa inicial se mezcló con el temor y la incredulidad. Gritos ahogados y miradas fijas acompañaron los primeros pasos vacilantes de Dartol en suelo terrestre. Algunos sacaron sus teléfonos, grabando la escena con asombro, mientras otros retrocedían cautelosamente.

El primer contacto fue torpe y lleno de malentendidos. Dartol intentaba comunicarse con los simples sonidos que conocía, pero solo obtenía confusión y gestos de alarma. Fue Sara, una joven que formaba parte del grupo, quien, con una mezcla de cautela y fascinación, se atrevió a acercarse. Su curiosidad superaba su miedo, y pronto se dio cuenta de que Dartol no parecía hostil, sino más bien desorientado y... intrigado por los sonidos del bosque: el canto de los pájaros, el susurro de las hojas.

Con paciencia y gestos sencillos, Sara comenzó a comunicarse con Dartol. Le señaló objetos, repitiendo sus nombres en voz alta. Para sorpresa de ambos, Dartol demostró una rápida capacidad de aprendizaje. En cuestión de días, con la ayuda de Sara y algunos lingüistas que se sumaron al encuentro, Dartol comenzó a comprender el idioma humano. La noticia de la llegada de un ser extraterrestre se extendió rápidamente, generando una mezcla de fascinación y escepticismo a nivel mundial. Los científicos se esforzaban por entender su fisiología y su tecnología, mientras que el público debatía acaloradamente sobre sus intenciones.

Durante su estancia, Sara se convirtió en su guía y amiga. Lo llevó a conocer las maravillas de la Tierra, desde bulliciosas ciudades hasta serenos paisajes naturales. Un día, mientras visitaban un viejo teatro abandonado, Sara se sentó frente a un piano cubierto de polvo y comenzó a tocar una melodía suave y melancólica. Los ojos de Dartol se iluminaron. Era la misma vibración que había captado en el espacio, pero ahora, amplificada y llena de una emoción palpable.

Sara le explicó el poder de la música, cómo podía expresar alegría, tristeza, amor y rabia sin necesidad de palabras. Le mostró diferentes instrumentos, cada uno con su propio timbre y carácter. Dartol quedó fascinado. Pasaba horas escuchando a Sara cantar, su voz llena de matices que resonaban profundamente en su ser. Él, a su vez, compartía los extraños sonidos rítmicos que recordaba de las transmisiones estelares, intentando recrear con su voz la esencia de lo que lo había traído hasta allí.

Un día, mientras improvisaban melodías juntos, una conexión especial floreció entre ellos. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, comprendieron que compartían algo más que la pasión por el sonido. El amor nació entre la terrícola y el habitante de Kepler 2, uniendo dos mundos a través de la música. Juntos comenzaron a crear canciones, fusionando los ritmos ordenados de su planeta con la emotividad terrenal. Sus melodías eran únicas, una mezcla de lo familiar y lo exótico, un puente sonoro entre las estrellas.



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En el texto hay: music, alien, dartol

Editado: 30.04.2025

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