Cap 9

Peter salió al sol estridente de media mañana y la intensidad de sus ojos sirvió como un recordatorio de lo que sucedió la noche anterior. No había sentido resaca en absoluto cuando iba a ducharse y vestirse, pero ahora, cuando el sol lo asaltó, consideró volver a entrar. Pero no podía olvidar lo que había resuelto hacer y con renovada ambición siguió avanzando.

El pueblo nunca estuvo tranquilo y parecía que se alimentaba de la energía de aquellos ajetreados. Fue gracioso, por todos los años que lo había llamado su hogar hasta ahora no se había sentido parte del zumbido y el ruido de su pulso.

Se sonrió a sí mismo cuando apareció el apartamento de Sarah. Se sentía muy seguro de sus acciones; Estaba emocionado e incluso un poco nervioso. Se detuvo cuando su puerta se abrió y luego se escondió detrás del edificio adyacente cuando vio que Ana salía.

¿Qué está haciendo ella allí?

Las dos mujeres sonrieron e intercambiaron algunas palabras más antes de unirse para un breve abrazo. Ana volvió a meterse dentro de la puerta, tomó un paquete y se lo echó sobre el hombro. Sarah saludó y la puerta se cerró mientras ella se alejaba. Se disculpó mentalmente con Sarah, prometiendo estar de vuelta y luego fue tras su vieja amiga.

— No pensé que me encontraría contigo aquí afuera— dijo detrás de ella.

— Contaba con que estuvieras aquí, en realidad.

— ¿Por qué es eso?

— Me voy.

— ¿Ya? — La noticia lo sorprendió.

— Me necesitan ahí fuera.

— ¿Y aquí?

— No hay lugar para mí aquí, Peter.

Quería discutir con ella, pero no podía olvidar su confesión empapada en lágrimas y alcohol. Antes de eso, aunque había tenido una corazonada, pensó que Ana estaba feliz de estar de vuelta en casa. Realmente no se había parado a considerar que su pueblo ya no era una casa para ella.

Él extendió la mano y la tomó del brazo, haciendo que se detuviera.

— Siempre tienes un lugar aquí, ya sea que te des cuenta o no.

— Este pueblo siempre será mi hogar y siempre lo amaré por todas las cosas que me ha dado.

Lo soltó y dio un paso atrás cuando ella se volvió hacia él. Él estudió sus rasgos una vez más mientras ella ponía otra sonrisa en su lugar.

— Pero creo que es hora de seguir adelante — hizo una pausa y se encontró con su mirada—. El pueblo… realmente ha cambiado.

No tenía dudas de que ella también estaba hablando de él, pero podía decir lo mismo de la mujer que estaba delante de él ahora.

— Hice arreglos con el presidente para regresar y presentar un informe en persona cada seis meses— Señaló la nueva insignia en su manga—. Y esto es para que sea oficialmente reconocida y honrada como uno de los oficiales de la nación.

— ¿Así que nos volverás a visitar? — preguntó.

— ¿Eso es todo lo que le quitaste a todo lo que dije?

Se rascó la nuca. Él había escuchado cada palabra y honestamente estaba feliz por ella por encontrar su camino y que la volvería a ver. Nunca se le dio la oportunidad de decirle adiós a ella correctamente y ahora después de tanto tiempo, no estaba seguro de saber cómo hacerlo, incluso con la oportunidad perfecta que tenía ante él.

Ella se rió un poco mientras seguía adelante. Peter se quedó allí a su lado.

— Siento que debería disculparme contigo.

— No tienes nada por lo que lamentarte. Creo que yo fui la ingenua, has crecido y cambiado mucho. Era una estupidez pensar que seguirías siendo el mismo.

Ahora le parecía extraño, cómo todos decían que era el mismo de siempre, cuando ese no parecía ser el caso.

Los pasos de Ana parecieron ralentizarse y ella respiró hondo.

— Pero en el último par de semanas, me di cuenta de que también he cambiado. Y fue injusto que me enojara contigo, me siento aún peor por cómo actué anoche.

— Todos hacemos tonterías de vez en cuando. Somos humanos, ¿verdad?

— ¿Tu dándote cuenta de tu humanidad? Estoy feliz por ti.

Levantó la vista y notó que se acercaban a las puertas principales. Eso explicaba su ritmo más lento.

— Lamento que estar de vuelta no haya resultado muy bien.

— Conocí a algunas personas nuevas y maravillosas y el presidente es maravilloso... Y tenía que verte de nuevo... Por extraño y solitario que haya sido, lo haría de nuevo en un abrir y cerrar de ojos.

Se quedaron en silencio entonces, prolongando el inevitable adiós. Le había llevado algo de tiempo a Peter envolver su cabeza en torno al hecho de que Ana todavía estaba viva. Y una parte minúscula de él todavía no lo creía, como si se despertara en cualquier momento y descubriera que todo es un sueño.

Se sentía casi extraño estar despidiéndola ahora.

Extendió la mano con un solo brazo y la atrajo hacia él. Su mano acunó la parte de atrás de su cabeza y ella lo abrazó.

— Estoy tan feliz de haberte visto— murmuró ella en su pecho.

— Yo también. Por favor, mantente a salvo, no puedo llorar de nuevo.

Ella asintió y luego se apartó, ocultando su rostro mientras se limpiaba las mejillas.

— Supongo que esto es un adiós.

— Por ahora— enmendó.

Su rostro se volvió hacia él, los ojos brillantes aunque estaban llenos de lágrimas.

— ¡Cierto! Necesito irme. Te veré pronto, Peter.

Su ojo se arrugó mientras sonreía.

— No puedo esperar para nuestro próximo encuentro.

Él hizo un gesto con la mano y la vio darse la vuelta y comenzar su viaje. No se podía negar que los últimos dos meses de su vida fueron atrapados en un torbellino. El regreso de Ana a su vida fue algo que nunca esperó y él debe admitir que eso trajo muchas emociones a la vanguardia. Hizo todo lo posible para entenderlo todo, pero incluso con lo feliz que lo hizo, tan extraño como parecía al principio considerando que lo había afligido durante años, todavía no podía entenderlo todo. No se había dado cuenta de cuánto de su vida se había convertido en una rutina hasta que ella entró para sacudirla. No se había dado cuenta del impacto que Sarah había tenido en su vida, ni de su rutina en torno a su persona, hasta que ella ya no estaba allí.