Me despierto sobresaltada cubierta en sudor. Nuevamente aquella pesadilla recurrente ha regresado. Se ve tan real, que siempre que la tengo soy incapaz de volverme a dormir.
En ella me encuentro atada a un poste con un vestido blanco manchado de hollín. Se escucha a la gente gritar fuertemente "Matad a la bruja, matadla" y a continuación un hombre vestido totalmente de negro acerca una antorcha a la paja que se encuentra bajo mis pies. Esta empieza a arder rápidamente, y es en este momento donde la pesadilla se vuelve tan real. Noto como el intenso humo se adentra por mis vías respiratorias, impidiéndome respirar; el calor abafante del fuego que se aproxima hacia mí y finalmente noto el dolor de las quemaduras.
Me levanto de mi cama y me dirijo al cuarto de baño en donde abro el grifo de la ducha. El agua fría sobre mi piel consigue eliminar todo rastro de sudor, y alivia el intenso calor vivido. A continuación me miro en el espejo, que me ofrece la imagen de una joven de cabello castaño largo y ojos azulados que cuenta con ojeras bajo sus ojos. Si continuo así, de esta manera, me volveré loca. Necesito dormir por lo menos bien un día, pero la pesadilla me lo impide.
Una vez que termino en el baño, me dirijo de nuevo a la habitación en donde me visto con el uniforme de mi centro y ato mi cabello en un moño desordenado. Estoy demasiado cansada para pararme a peinarlo bien. Luego, bajo las escaleras para dirigirme a la cocina, de diseño americano, en donde me preparo mi almuerzo. En ella ya se encuentran mis padres que me dirigen una enorme sonrisa nada más verme. Todo el mundo me dice que tengo algo de ellos, el color del cabello de mi madre y los ojos de mis padre; pero lo cierto es que yo no encuentro esas similitudes. En relación a Carmen y Armando, mis padres, diría que no me parezco a ellos.
-Feliz cumpleaños-me dicen los dos a la vez. Luego se acercan a mí y me abrazan.
-Gracias-respondo. Ya no me acordaba de mi 17 cumpleaños.
-17 años ya. Que mayor te nos haces-dice mi madre.
-Pronto tendrás que empezar a teñirte. Creo que ya veo una cana en ese cabello.-dice mi padre posando el periódico sobre la encimera de color blanca y negra.
-¿Será una broma no papá?-pregunto corriendo hacia el espejo que tenemos en el recibidor. Observo mi cabello detenidamente intentando buscar alguna cana. Justo en ese instante abren la puerta.
-¿Se puede saber que buscas mi princesa?-me pregunta Damion, mi pareja desde hace unos meses.
Lo cierto es que Damion es un chico increíble. Es dulce, amable, gracioso y lo mejor de todo es que crecimos juntos; lo cual hace que nuestra relación sea tan fuerte.
-Mi padre me acaba de decir que tengo una cana-respondo.
-Creo que tu padre te ha gastado una broma de cumpleaños-me dice abrazándome desde atrás y quedando los dos reflejados en el espejo. A través de este observo sus vibrantes ojos castaños clavados en los míos. Creo que nunca me casaré de ver sus ojos.
-Pues no estoy para bromas-digo girándome en su dirección.
-¿Has vuelto a tener esa pesadilla?-asiento con la cabeza-Es solo una pesadilla, nada malo puede pasarte.
-Lo sé, pero se ve tan real. Es como si estuviese allí de verdad y últimamente es más frecuente.
-Lo siento mucho. Ojalá pudiese hacer algo-me dice besándome en la cabeza.
Oímos las voces de mis padres llamándonos desde la cocina, lo que hace que nos separemos y nos dirijamos a esta. Entramos con las manos entrelazadas y nos sentamos en la mesa de la cocina en donde termino mi almuerzo y mis padres hablan con Damion. La verdad es que he tenido mucha suerte con él, dado que es un chico que encaja perfectamente en cualquier lugar. Terminado el desayuno salimos de mi casa de dos pisos, con Damion, con destino al instituto. De camino a este no paro de sentir que me observan, me vigilan; pero lo aludo al hecho de que todavía estoy confusa ante la pesadilla. Llegamos al centro en donde nos aguardan nuestros amigos: Sabrina, Johanna, Stacy y Erick.
Las clases transcurren con normalidad y de manera rápida. Las vacaciones de verano están al caer, lo que me alegra, dado que así podré por fin descansar. Al terminar estas me despido de mis amigos y de Damion, con el cual quedé esta misma tarde para celebrar mi cumpleaños. Voy caminando por la acera de mi ciudad, bajo el sol abrasador de Sevilla, cuando me tropiezo con la figura de una mujer vestida elegantemente.
-Lo siento-digo.
-No tienes por qué disculparte Davinia. En cierto sentido tarde o temprano íbamos a tropezar.-oír mi nombre salir de la boca de esa desconocida me llenó de inquietud.-Al fin y al cabo ambas somos lo mismo.
-Yo lo lamento, pero tengo que irme-hecho a correr por las calles dejando atrás a la extraña mujer.
Finalmente llego a mi hogar en el cual entro, con el corazón latiendo a mil por hora.
-Ya veo que has llegado cariño. Tenemos una visita-dice mi madre dándome un beso en la frente. Tu padre y la extraña mujer están en el salón. Ve junto a ellos, parece ser que quiere hablar contigo.