Una camioneta del famoso canal de televisión «El Trece» llegó a las instalaciones del Centro Nacional Patagónico (CONICET), uno de los centros de desarrollo e investigación más conocidos de la Argentina.
—Sígueme —ordenó al camarógrafo que estaba ajustando los últimos detalles en la gran camara que llevaba sobre sus hombros—. ¡Doctor! —gritó el periodista desesperado al verlo en medio de un montón de seguridad—. Necesito unas preguntas.
El profesional de medicina apretó los dientes, se arrepintió tanto de que lo hayan visto, fue estúpida la idea de salir a por un café en la máquina; pero no podía quedar mal con la prensa, tendría que dar la cara aunque no quisiese.
—¿Qué tal? —saludó con fingido interés, no estaba de buenas para responder preguntas tan predecibles. La prensa nunca cambiaría.
—¿Qué está pasando señor? ¿Por qué la gente se enferma?
«Por metiches como vos».
¿Por qué la prensa siempre tenía que ir a husmear donde no los llamaban? La maldita costumbre que siempre tenían un día lo matarían por completo.
—Nada de lo que preocuparse —respondió con una sonrisa intacta, ocultando evidencia.
—Sabemos que pasa algo, no tienen que esconder nada más —desafió al profesional—. ¿Qué son los protocolos de los hospitales?
—Solamente obedezcanlos y no metan sus narices donde no los llaman —se giró bruscamente y se despidió. ¿Se había pasado? Creía que no, le dijo lo que merecía, probablemente lo despidan por falta de manipulación.
—Bueno —el periodista se volteó insatisfecho a la cámara—. Ahí tenemos otra mentira de los médicos e investigadores. Algo está pasando y no nos dicen nada. ¿Qué más planean ocultarnos? —terminó la grabación con una ceja levantada.
[...]
Un hombre se tiró ferozmente a los brazos de la mujer. Desconcertado y con una actitud bastante agresiva, empezó a querer desgarrarle el cuerpo en unos intentos bastante flojos de parte de él.
Nico: —¡Ese tipo está loco! —exclamó viendo a través de la ventana, anonadado por lo que estaba presenciando.
Emi: —¡Un montón de personas lo están inmovilizado! —gritó impresionado por la escena. Era verdad, un grupo de personas estaba conteniendo al agresor, mientras que la chica estaba tirada en el suelo con varias heridas graves por todo el cuerpo.
Nico: —Es como si le hubiese agarrado un ataque de locura —supuso por la breve e inesperada actitud del desconocido.
Emiliano se paralizó por unos segundos y se quedó pensando. ¿Estaría infectado aquél hombre que atacó violentamente a esa pobre mujer?
Recordó patentemente que un usuario anónimo de Twitter había publicado que un síntoma previo a la completa afección del bicho al cuerpo, era la agresión. ¿Era ese el caso?
No quería alarmarse demasiado por aquella suposición, un desconocido había publicado la información, alguien que no presentó pruebas y que no mostraba su identidad, no había que creerle a esa gente.
¿O sí?
Avril: —¡Ese maldito machista! —señaló, enfadada con la habitual actitud violenta proveniente de los machos.
Joel: —Hey, no empeces a sacar argumentos feministas a estas horas.
Emi: —¡Paren los dos! —exigió, alzando los brazos. Sus compañeros se sorprendieron demasiado por aquel grito que los había alertado.
Joel: —Guau, ¿qué pasa, Emi?
Emi: —Creo que puede ser una persona infectada, ya que tiene el síntoma de agresión —tragó saliva, le costaba hablar de aquel tema que estuvo intimidando bastante a la humanidad los últimos meses.
Agus: —Pero todavía no se esparció, es imposible —dijo seguro de sí, ignorando la tonta predicción de su amigo.
Roma: —Puede ser una persona que escapó de la cuarentena —le tembló el labio inferior al nombrar esto. No era de esperarse que también a la chica le afectara el tema.
Roma se dirigió con una mirada perdida a su asiento, apoyando la cabeza contra la pared, pensando en lo que se podría llegar a venir algún día.
De chiquita siempre solía jugar con sus muñecas al futuro del mundo, no era muy común en las féminas aquello, pero era su personalidad la que la obligaba firmemente a que eso era lo que ella necesitaba para divertirse.
Mientras viajaba por sus vagos recuerdos, pudo ver una escena de ella jugando al futuro gran problema que la humanidad enfrentaría: un virus. Su idea surgió del problema mundial de salud que ocurrió cuando ella era chica: la pandemia de la gripe porcina. Aquella que logró dejar a bastantes muertos. No pudo vivirla como alguna vez quiso, experimentar un desastre era intrigante, pero no lo desearía para su familia, no necesitaba que un simple deseo de ella los matara.
Nico: —¿Hey, estás bien? —preguntó, sacando de los pensamientos a la chica. De lejos había notado la temerosa mirada de la fémina, sintiendo un gran temor por sus propias palabras.
Roma: —Tengo un mal presentimiento de todo esto —respondió sin quitar la vista de su punto fijo.
Nico: —Todo está bajo control, lo estuvo en los últimos meses y lo va a estar ahora, tiene que estarlo —intentó consolarla. No le gustaba ver a la chica así de miedosa, sabía que Roma no era de las personas más fuertes, pero tampoco era de las más débiles, él sabía que dentro de la tímida que tanto etiquetaba el instituto se encontraba una valiente mujer que puede sacar a flote cualquier cosa que se proponga.
Roma: —No sabes que va a pasar, Nicolás. No generes falsas esperanzas a la gente —rechazó el consuelo.
Nico se acomodó bien en el asiento y tomó a la pelinegra de las mejillas, obligándola a mirarlo a los ojos.
Nunca se había parado a mirar las facciones que la chica poseía: sus ojos eran unos grises que radiaban una paz y tranquilidad que pensó que jamás podría encontrar; sus pecas no tan notorias que le daban el gran toque y la acercaba más a la perfección era lo que más lo sorprendió.