Day Z

Capítulo 3

No se equivocó en adivinar, era Roma. ¿Qué hacía la chica a estas horas en la calle? Casi no se podía ver el camino. Las preguntas no tardaron en llegar, pero tampoco las ganas de hablarle, fue por eso que el chico se agachó y se acercó sin hacer ruido hasta estar detrás suya.

Nico: -¡Adivina quién soy! -gritó por lo alto, tapándole los ojos con ambas palmas, impidiéndole ver.

Roma, en un acto de defensa, flexionó su pierna hacia atrás con intenciones de golpear la entrepierna de la persona que estaban inmovilizándola. El chico se retorció completamente No se equivocó en adivinar, era Roma. ¿Qué hacía la chica a estas horas en la calle? Casi no se podía ver el camino. Las preguntas no tardaron en llegar, pero tampoco las ganal sentir el duro golpe que Roma le había brindado con la suela de su zapatilla. ¡Eso debe doler!

Nico se agarró ambas partes, cuestionando por qué tuvo que ser tan estúpido como para hacer una acción con una respuesta bastante predecible. Jamás había experimentado esa sensación, no pensaba que fuese tan dolorosa, tal fue que las piernas se durmieron por varios segundos, provocando su caída a la fría vereda.

Roma: -¡Oh por dios! -se tapó la boca con ambas manos-. ¿¡Estás bien!? -Nico levantó el pulgar con fingida seriedad-. ¿Qué estabas pensando?

Nico: -Quería dar una sorpresa -habló con dificultad, incorporándose difícilmente.

Roma: -Eso te va a enseñar a no asustar a una mujer a mitad de noche -se limpió los hombros, mostrando autoridad ante él.

Nico: -Tendré que averiguar si voy a poder tener hijos -siguió masajeando lentamente sus partes, realmente dolió...

Roma: -¿Qué haces a estas horas en la calle?

Nico: -Eso te lo tendría que preguntar yo -se señaló a él mismo, exigiendo el turno de pregunta.

Roma: -Estaba en camino al hospital para la prueba, se me olvidó que se tenía que hacer. Me quedé leyendo un libro y me dormí por accidente -explicó mientras jugaba con sus manos.

Nico: -¿Ah, sí? ¿Qué libro estabas leyendo? -preguntó con fingido interés en sus gustos. Sabía perfectamente que interesarse por sus hobbies podría ser un punto que la chica destacaría de él y le llamaría la atención.

Roma: -Cien Noches Para Amarte -contestó, nombrando el libro que le llegó de regalo-. Mi madre me lo dio.

Nico: -Es un muy buen nombre -elogió la elección del autor anónimo que le había dado vida a aquel libro.

Roma: -Dicen que es motivador. Mi mamá lo leía cuando sufría demasiado por el amor, y después encontró a mi papá -comentó entre risas lo último.

Siempre le provocaba sensación rara conocer los trágicos amores de su madre. Ella siempre la vio como un ejemplo, alguien que sabía perfectamente lo que hacía a cada momento, pero con el paso del tiempo se fue dando cuenta que no es así, y que algunas veces ella depende de la suerte, cosa que el amor en su pasado no le dio.

Nico: -El amor es muy difícil de conseguir -comentó al ver la cara de duda de su amiga, que parecía estar metida en su mundo de pensamientos.

Roma: -Estoy al tanto -rio junto al chico; por lo menos no estaría sola en su camino al hospital y podría disfrutar de una agradable compañía. Bastante agradable...

[…]

Emi: -Y mi padre le había llenado el plato de hormigas luego de que nos hayan estafado con la comida -terminó de contar la anécdota, la cual se trataba del incidente que su padre había provocado en un restaurante.

Lorenzo: -¿Le llenó el plato de hormigas? -preguntó entre risas desbordadas.

Agus: -Nunca entenderé por qué tu padre llevaba hormigas en una bolsa -expresó con una confusión bastante grande, aquella costumbre que el progenitor de su amigo solía hacer no sonaba bastante agradable.

Emi: -Él solía meterse en muchos problemas con tiendas y locales que vendían cosas. Y cuando eso pasaba -hizo una pausa para simular que sacaba una bolsa de sus bolsillos- les echaba hormigas en sus productos.

Los que lo acompañaban estallaron de risas por la inteligencia del papá de Emiliano. Ni a ellos se les hubiese ocurrido aquella idea tan brillante para joder a los que te joden. Ellos siempre decían que parecía un alma adolescente en el cuerpo de un señor mayor.

Siempre era como un niño pequeño, y eso Emiliano lo heredó, al igual que la seriedad de su madre, la cual también a veces bromeaba con los demás.

Lorenzo -¿Quieren que debatamos sobre el virus? -preguntó, queriendo hablar el tema más polémico en su juntada de amigos.

Emi: -Digamos que no es mi tema favorito -mostró su negación y desagrado.

Agus: -Mejor veamos el partido de fútbol, seguro ya empezó -dijo mirando su reloj, no tan seguro de su predicción-. Prende la televisión.

Emi: -¡Saca las noticias! -se quejó al ver el canal de principio-. Los odio -murmuró.

Lorenzo: -Espera -le hizo seña con la mano de que frenara, mientras subía el volumen con su otra mano, atento a lo que quería escuchar.

[…]

El móvil de el canal «El Trece» había arribado nuevamente al Centro Nacional Patagónico junto a la camioneta de su competencia.

Un llamado les había llegado de parte de las Fuerzas Armadas De La Argentina, más justamente de parte del Jefe De Defensa: Agustín Rossi. Arribaron inmediatamente a las instalaciones del centro, no tardaron menos de 30 minutos, ellos habían entrevistado a famosos y a gente de suma importancia en el país, pero jamás los citaron a ellos para una entrevista. O mejor para un informe a la gente.

El periodista al abrir la puerta se encontró con una línea de fuerzas armadas en posición de recibir a su jefe, al que les dictaba las órdenes.

-Buenos días, señor jefe -saludó un poco intimidado el periodista ante la presencia del que dictaba las órdenes del ejército.

-Buenos días -su voz grave y ronca hizo presencia en los oídos de este, mostrando su imagen fuerte-. Me imagino que le habrá sido de sumo interés venir hasta acá, ¿cierto?




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