Las pisadas resonaron por todas partes debido al inmenso silencio que azotaba en todas las calles. Cada corrida era más adrenalina en el cuerpo, más miedo e incomprensión.
La situación se había vuelto completamente una locura. ¿La gente sería la misma de antes? Por todos lados la imagen de aquellos monstruos aparecían en sus mentes, no solo Nicolás los había visto, ya eran virales. ¿Cómo carajos llegaron a eso? La humanidad se arrodilló y como un bebé chiquito empezó a revolcarse en su propia culpa, ignorando lo que la tierra tenía para decirle, que si no reaccionaban se extinguirían.
Tendrían que actuar rápidamente, activar los protocolos y empezar a ladrar órdenes. Los gobiernos sabían de esto, sabían que iba a pasar, pero... ¿qué estaban ocultando en realidad?
Las defensas se habían levantado en todos los países, los hospitales tenían seguridad 24/7, la gente tendría que cuidarse entre ellos. Sin dudas, ya nada era como antes. Eso lo pudieron comprobar los chicos. Una vez dentro de la casa, cerraron la puerta sigilosamente para no llamar la atención de cualquier cosa que esté afuera. Y es que nunca habían sentido un alivio por salir de las calles, la sensación del exterior había cambiado, no era lo mismo estar afuera.
Nico: —¿¡Qué eran esas cosas!? —preguntó con el corazón en la boca después de tanto correr.
Emi: —¡No grites! —se acercó a él, susurrándole por lo bajo—. Te van a escuchar —advirtió temeroso.
Roma: —Y... Y si... Y si esto... —intentó hablar, pero el miedo y la adrenalina del momento le creaban un nudo en la garganta, impidiéndole a toda costa poder expresar sus fríos pensamientos.
Nico: —Hey, calma —se acercó a ella tomándole ambas manos y haciéndola entrar en un trance de relajación debido a su contacto.
Roma: —Creo que esto puede significar «catástrofe mundial» —pronunció al fin, agradeciendo con la mirada a Nicolás. La mención de aquella palabra inquietó a todos.
Lorenzo: —¡No jodas! Claro que significa algo malo —habló con sarcasmo, la situación no ameritaba conclusiones que eran obvias en el momento.
Nico: —Necesito descansar —se agarró la frente, notando lo mareado y aturdido que se encontraba por la situación. Seguramente la adrenalina le había ayudado con aquella preocupación antes—. Creo que todos lo necesitamos —notó las expresiones de los demás, mareo y confusión, todos estaban igual de perdidos.
Emi: —Será lo mejor —asintió aprobando la idea de su amigo—. Arriba hay dos habitaciones, nos podemos separar.
Lorenzo: —Compartiré habitación con Agus.
Nico: —Yo creo que prefiero dormir abajo, me gustaría estar alerta.
Emiliano notó el claro temor de Nico, al igual que el resto de los chicos, y era obvio, ellos eran adolescentes, no tenían por qué estar viviendo aquella situación sin ningún adulto responsable.
Emi: —Está bien —accedió sin problemas ante la petición del chico—. Roma, podés dormir en la otra.
Roma: —Espera, ¿y qué hay de vos?
Emi: —Duermo en el otro sillón —señaló al mueble que estaba en la punta del comedor, quedando de frente con el otro sillón.
Roma: —No me molestaría dormir ahí —expresó rápidamente, luego de ver el mueble—. En cierta parte ya estoy acostumbrada, a veces me suelo quedar en el living de mi departamento viendo películas —recordó para enriquecer su petición, eran imborrables los recuerdos que había pasado riendo en la parte favorita de su departamento. Aunque la verdadera razón era pasar más momentos a solas con aquel chico.
Emi: —Okey —aceptó sabiendo los verdaderos intereses de Roma, a la vez que miraba como Nico giraba los ojos con un poco de ansiedad.
Lorenzo: —Espera —se dio vuelta, deteniendo su avance a la habitación, estando a la mitad de las escaleras—. ¿Qué vamos a hacer mañana? ¿No tenemos escuela? —compartió su enredo de confusión a los demás.
Agus: —Lo pensaremos mañana, ahora sube que las piernas se me van a caer —le ordenó amistosamente con una contestación que lo dejó insatisfecho, mientras que los demás reían a sus espaldas.
Emi: —Será mejor que me vaya, descansen —se despidió con la mano.
La pareja que antes estaba hablando tranquilamente sin preocupaciones, cada uno atento por la reacción del otro ante las indirectas que se lanzaban constantemente, ahora estaba preparándose para dormir luego de ver una imagen traumatizante, una que sin dudas les costaría expulsar de sus mentes.
Nico: —¿Roma? —preguntó con un tono cálido. Luego del mar de pensamientos que tuvo, uno resaltó entre los demás.
Roma: —¿Hhhm? —respondió ya con la cabeza apoyada en la almohada, a punto de caer en el mundo de los sueños.
Nico: —Cuando estábamos de camino al hospital me querías hacer una pregunta, ¿cuál era?
Aquello sorprendió a Roma, a tal punto de sentir escalofríos por la vergüenza que una vez más la dominaba. No contaba con que Nico recordaría esa duda.
Roma: —Ehm... —tragó saliva con dificultad, ya que el nudo volvió a atormentarla, pero esta vez por causa de ella misma—. Tengo que descansar, Nico —respondió entre cortas respiraciones.
Nico: —¿Tenés frío? ¿Querés mi manta? —ofreció alzándola.
Roma: —No, gracias —respondió entre risas por la caballerosidad del chico, y por el gran sentimiento que esa pobre acción había provocado en ella, uno que sin dudas lograba opacar toda su mente, quitándole importancia al sueño.
Por la parte de Nico, él no lograba conciliar el sueño, las preocupaciones eran extremadamente altas que no se podían aliviar. Hacer guardia casi toda la noche fue una solución para calmarla, el cuerpo no le permitiría descansar sabiendo que están en una situación desconocida, y más aún con una dulce chica que quería proteger a su lado.
La casa era segura, pero el instinto ganaba al lugar en el que se encontraban, provocando pensamientos negativos e situaciones alarmantes en su mente.