Day Z

Capítulo 6

¡SOLTÁME MALDITO!

Aquel grito llegó a los oídos de todos los presentes en la institución, alertándolos por completo y despertando sus defensas.

La pareja de chicos se separó cuando ambos oyeron el grito, la cara de los dos se tiñó en un bello tono carmesí que delataban sus emociones por completo, revelándoselas al otro.

Nico: —¿Qué fue ese grito? —desvió la mirada nervioso tras notar lo caliente que sus mejillas estaban, al igual que las de la chica—. ¿Fue Avril? —preguntó con un tono de preocupación.

Roma: —No sé —tosió por la picazón que los nervios le provocaron después de la escena previa—. ¡Tenemos que ir, ya! —gritó desesperada, dándose cuenta de que ambos estaban perdiendo el tiempo con el silencio incómodo que atormentaba la sala. Decidida a descubrir que fue lo que los asustó y los sacó de su «momento romántico», abrió la puerta de manera abrupta y corrió al piso de abajo con la cabeza llena de dudas e inquietudes.

Nico: —¿Que pasó? —preguntó llegando al lobby principal junto a la chica, pero lo único que pudieron notar fue un montón de monstruos golpeando la puerta, como si algo les hubiese llamado la atención, pero supo que fue cuando bajó la mirada y notó que Avril y un desconocido estaban tirados en el piso—. ¡Hey! —le gritó, alertando al extraño por completo—. ¿Quién sos? —apretó el puño, preparándose para un posible acto hostil de parte de él.

Emi: —¡Tranquilo! —frenó a su amigo al notar el intento de agresión de este—. No es ningún peligro. Su nombre es Briggs, lo salvamos de las cosas de afuera —una vez explicado todo, Nicolás juntó las cejas y relajó las manos, confiando un poco en la palabra de su mejor amigo.

Nico: —¿Briggs es tu nombre? —miró a los ojos de este; su estilo de vestir era moderno; era de piel morena y estaba rapado.

Briggs: —Sí —asintió con la cabeza mientras se acariciaba el pequeño raspón que se había hecho en el codo derecho por la caída—. No quiero hacer ningún problema, solo tengo diecinueve años —reveló su edad. Ese simple dato logró mermar un poco la preocupación de Nicolás. No cualquiera le dice su edad a un desconocido.

Nico: —¿Qué hacías en la calle? —indagó más en él. Aún sentía desconfianza al verlo. Normalmente uno no ve con buenos ojos a un completo desconocido que se metió a su institución de la nada.

Briggs: —Escapando del peligro —torció su mano y apuntó con el pulgar a las puertas, refiriéndose a los monstruos que estaban observando todo desde la pequeña ventana que una de las puertas tenía—. Tus amigos me ayudaron, son buena gente —explicó mientras se relajó en la pared, intentando calmar su adrenalina—. Ustedes no parecen muy grandes, ¿cuántos años tienen?

Roma: —Todos tenemos dieciséis —contestó, ganándose una mirada de enfado de Nico. Entendía que desconfiara de un desconocido, realmente lo hacía, pero era casi un niño al igual que ellos, no tenía porqué ser cruel con él sin conocerlo.

Mica: —Llevaba estas con él —tiró una bolsa a los pies de Nicolás, una que solían darte en los supermercados. Nico la levantó curioso por saber que había adentro, y se encontró con varias armas de fuego, todas ellas eran pistolas.

Nico: —¿Te paseas por la calle con pistolas teniendo diecinueve años? —le preguntó con aprensión mientras sostenía un arma en su mano izquierda, observándola detalladamente. No conocía bastante el mundo de las armas, pero siempre tenía una idea de cualquier tema; aquello parecía ser una colección de Glock 17.

Briggs: —Ya nada es seguro —se defendió, sin entender por qué le regañaba aquello.

Nico: —El gobierno nos protegerá.

Briggs: —Eso no va a ser así —dijo, riéndose de su incredulidad—. Todos los gobiernos cayeron, están igual que Argentina. Nosotros tendremos que ser nuestra propia seguridad —anunció para la sorpresa de la mayoría de los chicos.

La confesión del joven poco mayor que ellos, los sorprendió, y mucho. ¿Que los gobiernos habían caído? Si eran las entidades más poderosas. ¿Cómo acaso eso puede derrumbarse así de la nada?

Nico: —Todavía no sabemos que son esos monstruos —miró perdido a la puerta.

Briggs: —¿Monstruos? ¿Así los llamas?

Nico: —¿Cómo los llamas vos?

Briggs: —Caminantes —la cara de todos se tornó a una de aceptación, ya que les agradó mucho escuchar el apodo que este les daba—. Ya sabes, porque caminan y son lentos.

Nico: —¿Y cómo llegaste hasta acá? —ignoró la explicación anterior para lanzar una nueva pregunta. Quería conocer más su historia.

Briggs: —Estaba con un grupo de amigos y unos hombres nos atacaron.

Nico: —¿Les atacaron? ¿Quiénes? ¿Unos criminales? —invadió de preguntas al moreno con seria preocupación al oír que fue víctima de un ataque.

Briggs: —No sé, solo vi que era un grupo de hombres. No pude ver nada más —suspiró con pesadez. Se notaba cómo le costaba contar la pérdida que tuvo—. Solamente necesito un lugar en el que descansar hoy. Ya está oscureciendo. Después me iré, no quiero ocasionar problemas.

Avril: —No podemos dejarte ir afuera, es un peligro constante —intervino en la conversación—. Todavía no sabemos cómo lidiar con los caminantes —utilizó el nuevo apodo que Briggs les dió.

Briggs: —Es más fácil de lo que te imaginas, solo tenés que destruirle el cerebro —se tocó la cabeza, interpretando la información que había dado.

Nico: —¿El cerebro? —se cruzó de brazos, confuso al igual que el resto.

Briggs: —Sobreviven a muchos golpes en el cuerpo, creo que hasta balazos —expresó con claro desagrado ante lo nombrado—; pero si atacas a la cabeza, no; es como su debilidad.

Roma: —Aunque sea sencillo para vos, no podemos dejarte salir, es muy peligroso.

Briggs: —Siento que podrían sentirse incómodos. No me conocen demasiado.

Roma: —Podríamos empezar a hacerlo —se notaba a distancia la ayuda que la pelinegra quería brindarle a Briggs. Ella lograba ver cómo estaba asustado, al igual que ellos, lo ocultaba demasiado bien, pero de ella no—. ¿Cierto, Nico? —se giró a verlo a este. Al principio, la cara del chico dejó en claro un rotundo NO; pero Roma sabía cómo hacerlo cambiar de opinión, con su az debajo de la manga, un don en el que destacaba: la cara de perrito.




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