Day Z T2 El Comienzo De Un Gran Conflicto

Capítulo 2

Roma: —¿Qué ves?

Nico: —Parece vacío. Pero igual hay que ser sigilosos —la figura femenina de su novia se había adelantado sin prestar atención. De un tirón hizo que volviera a su lado y la forzó a agacharse—. ¡Roma, maldita sea!

Roma: —Dijiste que estaba despejado, entonces hay que ir.

Nico: —No todavía, este lugar es gigante. Nos tendremos que dividir en grupos de tres, ya que somos nueve.

Roma: —Bien —aceptó a regañadientes.

Nico: —¿Alguien tiene un bolígrafo?

Rafael alzó la mano.

Rafa: —Acá. Atrapa —le lanzó el boli y este cayó en las manos del líder.

Nico: —Bien. Reúnanse a mi alrededor. Haré un mapa de lo que recuerdo del club y luego repartiremos dónde irá cada grupo.

El dibujo no era del todo prolijo debido a la poca enseñanza del chico en Artes. Pero se hacía entender. Y, siendo sinceros, todos concordaban de que el lugar era de grandes dimensiones. Podían formar un pueblo allí si quisieran.

Briggs: —Polígono, enfermería, campos deportivos, paredes grandes, biblioteca —repasó el mapa—. ¡Este lugar tiene de todo! —expresó emocionado.

Nico: —Cuando cada uno termine su inspección, nos reuniremos acá —apoyó su dedo en el sucio papel, indicando el monumento principal del club—, en la fuente.

Emi: —Empecemos.

Nico: —Vuelvan vivos —los arengó—. Tenemos que reconstruir este sitio todavía.

La misión era clara y concisa para cada grupo: debían inspeccionar y asegurar la zona que se les asignó.

A toda costa tenían que vaciar el sitio si es que tenía visitantes indeseados.

El grupo de Nico, conformado por Rafa y Briggs, registrarán el polígono y los campos deportivos.

El grupo de Emi, formado por Roma y Mica, asegurarán las salas que pertenecen a las instalaciones del club. Y también serían los encargados de revisar el estado de la enfermería.

Y por último, el grupo de Agustín, con Avril y Pola, verificarán las defensas que rodean al club, es decir, la inmensa pared que los envuelve y protege del exterior.

Nico: —Por acá —guió a sus dos acompañantes, ya alejados del resto del equipo.

Briggs: —¿Guardaban las armas acá? ¿Sabiendo que había un montón de niños traviesos divagando por el lugar?

Nico: —No tengo idea. No solía venir por esta parte, solo sé que por esta zona estaba la práctica de tiros.

Rafa: —Se parece bastante al club donde iba —notificó.

Nico: —¿Ibas a un club?

Rafa: —Tiro Suizo —detalló.

Llegaron frente a una puerta, que por suerte, no estaba cerrada. Y detrás de ella, se hallaron con el boleto ganador de la lotería.

Adentro de un mismo cajón, había un montón de armas de fuego: Glock 17; Beretta 92; Bersa Thunder 9; y muchas más similares, pero la mayoría eran del mismo estilo.

Briggs: —Mierda...

Rafa: —Pero una mierda muy grande —rio, aún intentando caer en el hallazgo que habían hecho.

Nico: —Oh, por dios —se oyó a lo lejos.

Rafa: —De seguro llegaste al clímax con estas armas, ¿no es cierto?, Ni... —se calló en cuanto se percató del silencio de su amigo, y, al igual que él, ahora se encontraba con la mandíbula por el suelo.

En frente suya habían tres reliquias de fusiles de asalto. «SIG SG 500» era la combinación de letras y números marcadas a un lado del cañón.

Y los tres jovenes dejaron un rato más sus quijadas en el frío piso para seguir deleitándose cada vez más con el tesoro que acababan de descubrir.
 

[...]
 

Emi: —Según el Príncipe Italiano de Roma —un duro codazo en el costal derecho por parte de Roma, lo obligó a arrepentirse de lo susodicho—. Lo siento —se disculpó riéndose con pequeños dolores en su abdomen—. Según Nicolás, por acá debería de estar la enfermería.

Estaban rodeados de pequeñas mesas típicas de parque, con asientos incluidos. Aquí se podía alimentar a una buena cantidad de personas si este lugar se era tomado en serio.

Roma: —¡A un lado! —advirtió en un silencioso grito. Y los demás no tardaron en alertarse de la presencia de varios muertos merodeando cerca de una doble puerta de cristal—. Es la enfermería —distinguió sonriente—. Ahora tenemos que adivinar la manera de entrar.

Mica: —Nos tendremos que abrir paso —desenfundó su cuchillo—. ¿Listos?



 

El sexto cuerpo cayó inerte al suelo, dejando un ruido horrendo como un último aliento.

Emi: —Todo está en orden... —su voz sonó más intrigada que nunca.

Roma: —¿Todo está en orden? —inquirió, no sabía a qué se refería, hasta que se volteó y vio el interior de la enfermería en perfectas condiciones—. Todo está en orden... —al igual que el joven quedó impactada ante las increíbles condiciones de la parte interna, como sus productos.

Mica: —Pareciera que el apocalipsis nunca llegó acá —había mucha razón en sus palabras, es decir, ni las paredes estaban despintadas.

Roma: —¡Mejor para nosotros! —saltó alegre. Se aproximó a los estantes llenos de fármacos—. ¡Miren todo esto! No sé para qué servirá, pero... ¡seguro que un médico sí!

Emi soltó una carcajada.

Emi: —Vamos. Revisemos todo y recemos para que los demás lo hayan logrado al igual que nosotros.
 

[...]
 

Avril: —¡Sáquenme a este pedazo de mierda! —vociferó con los dientes del muerto chasqueando muy cerca de su nariz.

Agustín corrió hacia ella y enterró el cuchillo, con suma facilidad, en la nuca del caminante, para que luego este dejase de forcejear y se rindiera.

Agus: —¿No crees que estuvo demasiado cerca? —le tendió la mano.

La sonrisa de la joven apareció.

Avril: —¿Un poco? —preguntó sarcásticamente; aceptó la ayuda y se puso de pie—. No entiendo por qué todos los podridos me buscan siempre a mí —observó con asquerosidad la sangre que había en su prenda—. Deberé de tener un imán o algo así.




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