Rose intentó detenerlo, pero por más que haya puesto todo su esmero y cuerpo por el camino, él siguió en su andanza, sin importarle un carajo que ella quisiera evitar un revuelo en el complejo, lo que automáticamente pasó cuando todos vieron al líder pisar fuerte el piso y dirigirse con una expresión repleta de violencia. Emiliano supo qué fue lo que ocurrió, al igual que Roma, entonces ambos también se unieron al intento de Rose por hacerle comprender y ver que no era necesario reaccionar de esa manera, aunque ellos estaban de acuerdo con que lo de Alex estuvo completamente mal y que debía ser castigado, solo que no era necesario armar un teatro frente a todos.
No tenían que enterarse que golpeó a Rose.
Nico: —¿Qué te creíste? —le dio un empujón desde atrás.
Alex puso todo su esfuerzo para mantenerse de pie, ya que la agresión fue repentina y de espaldas, por lo que nunca la vio llegar. Pero cuando se dio vuelta clavó sus ojos en el joven, cayendo en la idea de que se enteró de lo sucedido.
Emi: —¡Hey! —intercaló mirada con ambos, llegando a estar en medio de ellos para mantener la situación bajo control—. Acá no peleamos. Aléjate, Nico.
Nico: —¿Acaso no sabes lo que hizo? —arqueó una ceja, indignado por la intervención de su amigo en este asunto. Antes de que Emi diga una palabra, se adelantó y lo interrumpió—: golpeó a Rose.
El joven, sin poder caer sobre lo que había oído, se giró atónito hasta el acusado, con expresión asqueada. Rose, por su parte, permaneció en silencio, y esto le dio mucha más razón a Nicolás, quien no quitaba la mirada del tipo al que quería golpear hasta más no poder.
Roma se aferró al brazo de su novio intentando detener cualquier tipo de avance minucioso.
Nico: —La amenazaste, ¿cierto? Es por eso que no decía nada —sacó aquella hipótesis que sonó bastante lógica en la cabeza de todos.
Alex chasqueó la lengua.
Alex: —No sé de qué me hablas.
Emi apretó los dientes de la furia, al igual que su mejor amigo, quien se volteó a la fémina para que dijera algo que escupiera toda la verdad en la cara de aquel asqueroso que se estaba regocijando en el sufrimiento de todos.
Nico: —Por favor, si algo pasó lo tengo que saber —con una gentileza y tacto de pluma, elevó las manos de su amiga y no despegó la mirada de la suya—. Él no te hará nada. No puede hacerte daño —y, tras decir aquello último, ella se llevó la mano a la mandíbula, partiendo a la mitad toda duda que aún permanecía con vida.
Por más que la fugaz e ígnea personalidad y amenaza de Alex la pueda intimidar, Nicolás era, a su vez, un inquebrantable y desapacible escudo que no permitiría hostilidad alguna ante la mujer que pasó gran parte de la vida a su lado, luchando con uñas y dientes contra todo mal que intente cortar su lazo.
Entonces, la convenció, la joven alejó la mano de su mejilla y, tras un soplido donde expulsó mil miedos en uno, el coraje apareció y la impulsó hacia la verdad:
Rose: —Lo atrapé robando provisiones.
El ambiente se convirtió en el Infierno y el líder tomó el rol del Diablo, con sus nudillos tiñéndose de rojo y sus facciones deformándose en la máxima expresión de malevolencia.
Nico: —¡Hijo de puta!
Sin previo aviso, corrió hasta el tipo, empujando a Emiliano —que se encontraba en medio de ellos para evitar un posible conflicto— y estrellando su puño en el cachete del traidor. Alex cayó al suelo y sus prendas al instante se ensuciaron con tierra. Alex, enseñando los dientes en señal de que no tendría piedad alguna, se lanzó hasta él como jaguar a su presa; Nico no fue lo suficientemente ágil y cayó al suelo junto a él, ambos gruñendo del dolor por la dureza de la tierra.
Alex domó el combate y se posicionó encima de la cintura de su rival, proporcionándole un golpe en la mejilla que pronto comenzó a palpitar del dolor; pero el otro chico, ahora sí en un movimiento bastante rápido, dio vuelta la situación y ahora él dominaba la situación, dándole el mismo golpe al joven. Y otro más. Y otro más. Y otro más.
Roma: —¡Nico, detenete! —vociferó desde la distancia, notando como se demacraban de a poco sus cuerpos con los golpes—. ¡Emi, detenelos!
El mejor amigo del líder, que todavía intentaba recobrarse de la caída, se apresuró para acatar el pedido de la pelinegra, quien estaba desesperada por hallar una solución y desarmar el enojo de ambos jóvenes. Emiliano intentó tomar por los brazos a Nicolás, pero solo logró terminar una vez más en el piso por un empujón de este, y también hizo que Alex vuelva a estabilizar la pelea, poniéndose de pie. Emiliano se apoyó en una pared, rendido a intentar apaciguar las cosas.
Con escupitajos, rasguños, agarrones, golpes en pecho, abdominal y muchos insultos de por medio, la pelea se trasladó hasta la fuente, lugar en donde Briggs estaba descansando y se alarmó cuando notó el griterío y el estado de los otros chicos.
Briggs: —¿¡Qué está pasando!? —preguntó a los gritos mientras Alex golpeaba sin piedad, una y otra vez, el estómago de Nicolás, haciéndolo retorcerse en mil partes.
Emiliano llegó con un claro cansancio en su rostro y adolorido por las recientes caídas que obtuvo por intentar frenar todo.
Emi: —Alex... —intentó respirar acorde al pedido de sus pulmones—. Alex es el que anduvo traficando las provisiones. Él es a quien buscaban.
El moreno mostró sus ojos después de abrirlos de una manera abismal, sorprendido y a la vez no tanto por la noticia.
El nombre de Alex siempre fue el más sospechado y el que sonaba con más fuerza entre todos, pero hay una diferencia entre dudarlo y que se haga realidad. La realidad choca de igual manera, aunque sea obvia.
Comprendía la reacción de Nicolás, y le agradaba bastante, lo que más le ponía contento era ver cómo su líder estaba dándoles justicia después de haber tenido muchos dolores de cabeza por un traidor. Alex jamás mereció tener un lugar en el grupo.