Day Z T2 El Comienzo De Un Gran Conflicto

Capítulo 10

Peter: —¡No! —exclamó—. ¡Te dije que vengas para este lado!

Rafa: —¡Dijiste que tire para la derecha!

Peter: —¡Esa es la izquierda, Rafael!

El joven, muy confundido, giró para notar la diferencia y, de una vez por todas, asimilar que él estaba en lo erróneo y su amigo en lo correcto.

Eran las seis de la tarde, desde temprano que estaban con el mismo problema: la puerta que conducía hasta las habitaciones. Según un reporte de Nicolás, esta se había trabado y costaba abrir, y, cada vez que se hacía, rechinaba demasiado y rayaba el piso, por lo que había que actuar con urgencia para solucionar aquello. Peter se ofreció para servir de reparador, pero al hacerlo no se percató que, a sus espaldas, Rafa oyó todo el escándalo por una simple puerta y ofreció sus manos de ayudante, pensando que sería una tarea fácil de domesticar y que, en cuestión de segundos, la solución abriría la puerta recién arreglada.

Pero no, resultó todo lo contrario, porque, además de tener una notoria mala relación con la orientación, también existía un gran problema de coordinación con Peter, que se estresaba de manera sencilla, y el estrés lo tendrías sí o sí con Rafael.

Peter estuvo a punto de desprenderle una queja al líder, pero al verlo allí, parado bajo el marco de la puerta, intentando comunicarse con la radio, decidió dejarlo a un lado. Desde la mañana que intentó comunicarse con los chicos, apenas salieron y ya los llamó para preguntarles sobre los recursos y la comodidad en el vehículo. Al parecer, la señal no era de lo mejor, a eso se debía la escasa comunicación, pero Nico tenía que calmarse, no todo podría lograrse como si nada. Además, las condiciones meteorológicas deberían de tener algo que ver.

No, no estaba lloviendo ni nada parecido, pero las nubes eran oscuras y abundaban por todo el cielo, y quizá eso sí podía influir de alguna manera mágica.

Rafa: —Ou —soltó, apenado, dándose cuenta de su gravísimo error.

Peter: —Ahora sí —reforzó el agarre en la puerta, y obligó a Rafael a imitarle—, a la derecha, que ya sabes cuál es.

Rafa: —Uno...

Peter: —Dos...

Rafa: —¡Tres!

Con mucho éxito, lograron arrancar la puerta; con una desgracia enorme, cayó encima de Rafael, que no pudo soportar el grito y este terminó creando un eco incesante en la sala.

Peter: —Eso no estaba planeado.

Sin poder aguantarlo, se echó a reír escandalosamente bajo la freidora mirada de su amigo, que a la vez intentaba, en unos intentos muy poco eficaces, levantar la madera y zafarse de allí.

Nico: —¿Qué es lo que está pasando acá? —observó todo el escándalo—. ¿Siguen con la puerta? —guardó la radio, minuciosamente, en su bolsillo trasero, para que no se percaten de su ignorancia acerca de la situación.

Peter: —Es irreparable, y ahora más todavía —señaló lo que ya era obvio.

Rafa: —¿Serían tan sinceros de ayudarme? Gracias —reclamó a duras penas, esto por lo pesado que era el pedazo de madera, tanto que aplastaba de a poco su pecho y no le permitía respirar con tranquilidad. Por suerte, sus amigos pudieron ayudarlo, de una vez por todas, a salir de ahí—. Se tomaron su tiempo.

Peter: —No te comportes como un niño —reprochó—. ¿Y qué haremos ahora? —miró, por sobre su hombro, el huevo en la pared al que le faltaba la puerta.

Rafa: —Si les soy sincero, no queda tan mal sin puerta —se cruzó de brazos y fue capaz de ver la preciosidad del hueco largo en la pared, porque para él lo era—. Dejémoslo así. Acabamos de crear una obra maestra.

Peter y Nicolás se quedaron observándolo, serios, y con caras incapaces de denotar algún sentimiento.

[...]

Briggs: —Bueno, chicas, no esperaba decir esto —golpeó el volante con las dos manos—, pero...

Roma: —¿Pero? —inquirió.

Se vio, por el espejo retrovisor, la cabeza de Rose asomándose.

Briggs: —Necesito detenerme a orinar.

Rose: —Oh —volvió a voltear hasta la ventana, lentamente.

El moreno detuvo la camioneta a un costado de la ruta. No estaban muy lejos, según Rose, ya que recorrieron durante un largo periodo de minutos. Briggs procuró que hubiera los suficientes arbustos como para ocultarse de la vista de las féminas, aunque ellas no tuviesen ni el minúsculo interés en verle semidesnudo.

Roma: —Tené cuidado —advirtió, pispando por el rabillo del ojo el verde a su lado—, está muy oscuro allá atrás.

Briggs: —Siempre lo tengo —dio dos toques pequeños en el costado de su cintura antes de alejarse, refiriéndose al arma que portaba consigo.

Era raro. Estuvieron poco tiempo en el camino, pero, a la vez, largo; esto porque salieron a la mañana, pero se ve que el día se esmeró en acabar rápido, ya que el cielo estaba mitad oscurecido y la otra mitad en proceso de ello. La tarde cayó y ni ellos se percataron.

Durante todo el camino, la radio, en el bolsillo de Briggs, emitió sonidos raros de los cuales el moreno jamás se inmutó ni se esforzó en averiguar su procedencia. Parecía que alguien estrujaba un papel contra el altavoz y lo transmitía, pero en realidad era la señal, que fallaba en un intento de comunicación por la otra parte.

Nico...

Seguro estaba preocupado, o eso dudaba por el inmenso instinto de líder que siempre cargaba consigo. Después de lo de Alex, era obvio de esperarse que su preocupación por cualquier cosa, sea pequeña o no, siempre exagere o ponga las cosas por lo que no son. Era común, tan solo quería hacer su trabajo bien, y, por sobre todo, los quería vivos.

La quería viva.

Roma, instintivamente, dirigió la mano hasta su cuello para capturar el collar entre los dedos y jugar con él.

Rose: —Lindo collar.

La joven, asombrada, asintió tímidamente con la cabeza.

Fue realmente incómodo, tanto que no pudo voltear varias veces hasta la ventana y luego volver la mirada en Rose.

Tuvo el valor para afrontar el incómodo silencio que había en el coche y romperlo con sus garras. Era admirable, pero no lo hizo de la mejor manera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.