La bala penetró la piel y quizá algún órgano importante. Su cuerpo cayó mudo, sin dejar una última palabra por decir. Ella, con la mirada hipnotizada en la nada misma, no podía sentir ni los latidos de su propio corazón, y aquello la sorprendía, porque fue testigo de cómo su sangre salpicó y manchó el alrededor, incluyendo las prendas de su asesino, y el proyectil salió por la espalda.
El lado este de su rostro estaba apretando el suelo, siendo incapaz de medir su temperatura, ya que perdió cualquier sensación que haya hecho crecer en sus años de vida. Todo fue echado a la basura en unos segundos. ¿Cómo un objeto creado por el humano puede acabar con uno en menos de un minuto?
El tiro liquidó órganos sustanciales para la prolongación de su estancia. No lo veía ni sentía, pero al perecer todas sus sensaciones y perder el dolor en su sistema, intuyó aquello. La bala ingresó por un costado del esternón, tras ello, su cuerpo se tensó y desplomó como un saco.
La movilidad estaba perdida, al igual que sus años de vida, tan solo le quedaba aguardar a la muerte estática, sin poder gozar las actividades que más la encienden.
Desde el segundo uno que lo supo: no estaba preparada para este mundo. Era hostil, vehemente y perverso. Las personas que lo habitaban eran crudas de corazón y con mente de piedra. No eran inteligentes, sino que pensaban en tácticas para no fallecer. Algunas pocas sí lo eran y mantenían un raspón de humanidad dentro de ellos, bien reservada para los que la necesiten.
Se retiraba por la puerta trasera del planeta sin conocer si sus amigos lo lograron o no, si vencieron o fueron vencidos; si mataron o fueron matados; si escaparon como presas o persiguieron como cazadores.
Nicolás es capaz de guiarlos y enseñarles a ser lobos con dientes puntiagudos, gruñendo a todo el que quiera hacer daño, pero no a aquel que represente una amenaza. Solo pedía que, cada uno de sus amigos, hiciera el intento de dedicarse a preservar la esperanza en este mundo y en las personas. Las reglas de este planeta los obligaba a convertirse en animales y aquel sería su fin, no cuando fallezcan: morirían cuando no tengan misericordia ante un desconocido cuyas intenciones no se sepan; morirían cuando empiecen a pensar por ellos mismos y no por los otros. Allí su humanidad sería consumida y la verdadera muerte ocurriría, no cuando su corazón dejara de latir y bombear sangre.
Soltando la última porción de aire y con los párpados rindiéndose, Micaela le deseó la suerte en la que jamás creyó. Pero a ellos se las deseaba, para que la obtengan y tuvieran una oportunidad más.
Entonces, sus pulmones se detuvieron y su corazón también. La luna asomándose en el atardecer, a través de la ventana, fue fiel testigo de los últimos momentos de la joven en la tierra de los vivos, o de los muertos...
[...]
A las afueras de los edificios, específicamente en la entrada del comedor, Nicolás estaba haciéndole frente al agresor que, en un principio, intentó herir a Rose y Mica. De ellas no conocía su procedencia, pero Briggs, que al comienzo presenció el terror que las dos jóvenes pasaron, avisó a su líder, quien no dudó en encarar y moler a golpes al extraño. Al principio de la pelea, el desconocido impuso resistencia, pero con el pasar del tiempo y la herida de bala en su tobillo, que sospechaba que fue producida por una de las chicas en defensa propia, se debilitó y Nico fue capaz de dominarlo, y por una vez de todas, dejarlo inconsciente en el suelo.
Joel: -Bueno, bueno...
Como si fuera un búho, Nicolás giró la cabeza y apretó los dientes.
Su némesis había llegado y ni siquiera tuvo que buscarlo por las instalaciones. El causante del desastre de su hogar estaba allí, viniendo por cuenta propia.
Nico: -Hijo de puta -blasfemó entre dientes.
Joel: -¿No te enseñaron que la violencia no resuelve nada, querido Nico? -rio con notorio sarcasmo, lo que hervía aún más la sangre del líder-. Yo también te extrañé, viejo amigo.
Nico -Me cuesta entender cómo es que nadie te mató todavía.
Es que seguro que compañeros suyos se toparon con el dictador del bando opuesto, pero ¿por qué seguía de pie? Le encantaría ser él quien le diera una lección a su némesis, y ahora la oportunidad se le fue dada. De esta no saldría.
Joel: -Digamos que hicieron el intento -apretó los ojos y su entrecejo se arrugó.
¿Cómo dijo?
La revelación dejó helado a Nicolás y a Briggs, que estaba siendo testigo del casi enfrentamiento del cual no quería ser partícipe, más bien, sí, pero su amigo le pidió que tomara distancia.
Nico: -¿Qué estás queriendo decir? -ladeó la cabeza, confundido y buscando urgentemente una respuesta.
No quería oír lo que sospechaba, e incluso se sentía culpable y mala persona por siquiera imaginarlo.
Joel: -Lo que suena, Nicolás, lo que suena -acto previo, procedió a trazarse el cuello con el pulgar, confirmando y aniquilando cualquier duda.
El moreno juró ver el mismo infierno naciendo en el cuerpo de Nicolás.
Briggs: -¿Quiénes?
Joel se sorprendió al ver a otra persona, ya que estaba tan enfocado en ver la transformación de su enemigo.
Joel: -¿Querés entrar y verlos por tu cuenta para darles un aliento de despedida? -incitó-. Yo me voy a quedar con Nicolás para resolver unos males del presente -asomó una sonrisa perversa y rio internamente.
El líder asintió al moreno, quien no dudó en echar a correr al interior del edificio para confirmar las sospechas del enemigo. Puede que mienta como puede que no, o quizá era una estrategia para dejarlo solo y matarlo, aunque por supuesto que no se lo permitiría.
No quiso hablar más, Nico se lanzó hasta Joel en un movimiento casi imperceptible, lo atajó bastante bien y ambos se revolcaron por el piso; pero el psicópata supo dominar la situación, y en dos simples vueltas, ya se encontraba arriba de su regazo proporcionando golpes a cada segundo. Por suerte, Nicolás se cubrió con los antebrazos, recibiendo los impactos en este, pero Joel, de vez en cuando, los dirigía hacia otra parte del cuerpo para así destruir las defensas y dañar el rostro. Pocas veces alcanzaba su cometido. Estirando la cadera hacia arriba y flexionando el brazo, hizo que Joel cayera al piso y recibiera unos golpes que lo dejaron tambaleando. Cuando menos se lo esperó, el dictador estaba en la posición que el líder siempre esperó: frente al cristal de la puerta del comedor. Como si fuera un toro, raspó las suelas de las zapatillas sobre el concreto y se disparó hasta Joel, embistiéndolo y estrellando su cuerpo contra el cristal. Los cristales cortaron y se incrustaron en diferentes secciones del cuerpo de ambos. Desvelando la hoja oculta a su enemigo, y este quedando boquiabierto al ver el artefacto, dirigió la cuchilla hasta el abdomen de su némesis con intención de dañarlo; pero en una desesperación por salvar su vida, Joel se corrió y pateó la cara de Nicolás, derrumbándolo a él.