Day Z T3 El Después Del Desastre

Capítulo 5

Las hojas crujiendo y arrastrándose hasta un lado de la carretera era lo único que se alcanzaba a oír a kilómetros de ellos. Estaban en una ciudad inmensa y ni siquiera un pájaro se atrevió a romper el hielo en el grupo tras la secuencia que inquietó a los integrantes de la expedición.

Sí, tuvieron que soportar una incesante estática en la radio tan solo para no ponerse a discutir sobre el tema. Hubiese sido un momento desagradable que nadie querría pasar. Y menos cuando tres de los cinco estaban involucrados en la polémica.

Rose estuvo sumida en un hueco existencial, que la obligaba a recapitular aquellos momentos o charlas que quizá dieron eco a Rafael para que hiciese la pregunta que conmovió a todos. ¿Acaso insinuó algo que no era cierto? ¿O Nico le había revelado el acercamiento que tuvieron en el callejón?

Las preguntas se dispersaron, no solo por su mente, sino al parecer por las de los demás, porque todos se hallaban en un silencio que buscaba resolver un enigma.

Roma era un caso aparte. Por su parte hace mucho tiempo se cuestionó la misma situación que todos en ese instante, y no era nada nuevo para ella. Aunque sí, lo admitía, se sintió fracturada allí adentro, y quizá decepcionada. Sabía que mucho caso al momento no debía hacerle, es decir, fue Rafael el que detonó la bomba, el amigo más inepto que jamás haya tenido. Mas fue cierto que pareció haber acertado en la diana de un secreto del que, según parece, no estaba enterada.

"Estás enloqueciendo, chica", se repitió la pelinegra, a la vez que negó con la cabeza y se adelantó unos pasos del grupo.

Nico le lanzó una mirada conflictiva. Supo a qué punta jugaba su novia, aunque no la detendría. Si no la increpaba a Rose y taladraba de insultos, mejor. Significaba menos riña interna.

A su lado, sin que se percatara, el adolescente encargado de protagonizar el bulo carraspeó para llamar la atención de su líder. Este, sin consideración, arqueó una ceja y fijó su vista al otro extremo de la vereda. Rafael se desanimó con aquel gesto.

El joven líder presintió que se acercaban unas disculpas un tanto incómodas y que posiblemente le costaría bastante rechazar, dado al carácter tan infantil de su amigo.

Rafa: —Nico...

Su corazonada no falló.

Nico: —¿Sí, Rafa? —replicó obligado, para después soltar un bramido.

Rafa: —Quería darte las disculpas a vos, por ser la persona a la que pregunté —se ganó la atención de su compañero—. No buscaba una coalición entre las chicas y vos. Sabes que soy muy tonto y eso en muchas ocasiones se me va de las manos —declaró.

Si debía ser sincero, Nicolás no era capaz de rechazar las disculpas de su amigo en estas condiciones. Principalmente porque le estaba abriendo su corazón y no provocó la muerte de nadie para tacharlo de por vida. Tan solo se equivocó, como lo haría cualquier ser humano. Sin contar en la suave sensación de la mirada de Rafael, que se hallaba en completo compromiso con la situación, como si en verdad hubiese sido el que vivió esa vergüenza multiplicadas veces.

Rafa: —Espero sepas entenderlo —se rascó la nuca, sinceramente sin esperar una aceptación a su confesión ni mucho menos.

Nicolás, con una sonrisa alargada por el rostro, mermó las secuelas que la culpabilidad se encargó en dejar en el pobre muchacho afligido.

Nico: —Sé que no fue con malas intenciones, Rafa —palmeó su hombro, indicando que siguieran el paso de los demás. La conversación estuvo a punto de ser tan intensa que olvidaron cómo era la función de caminar y le perdieron la pista al resto de sus compañeros—. Despreocúpate. Está todo bien.

Cuando emprendieron nuevamente rumbo, no tardaron mucho tiempo en toparse con el resto de acompañantes con la mirada puesta en un viejo instituto sumido en la mugrienta cara de la naturaleza.

Tanto ventanales como puertas estaban a medio destruirse y abarrotadas de polvo, por supuesto de paredes caídas y suelo fracturado.

El panorama era de lo más decadente, tanto para los ex estudiantes como para Rose, que nunca conectó con la institución, pero sí atrajo memorias del lugar donde ella estudiaba.

Por supuesto que un simple complejo estudiantil no fue la total responsable de sus bajos ánimos. Aquello era como una cadena; si una parte venía, la otra también debía. Y esas porciones de hierro faltantes eran los besos de sus padres antes de dejarlos allí, las mañanas con aroma al amargo café, los regaños de los más mayores luego de haber cometido una travesura de adolescente con sus amigos. Todo aquello era un paquete que contenía una gran ola de emociones. Algunos quizá lo tomaban de una buena manera y otros de una mala, podría ser que uno necesitaba revivir esa vieja etapa para continuar con su trayecto; recordar de dónde vino y quiénes estuvieron ayudándolo para honrarlos con una gigantesca sonrisa y seguir adelante. Pero también existía la posibilidad de que uno no quisiera volver a esa etapa; podría traer nuevamente a personas que ya no estaban presentes y añoraban con todas sus entrañas, o momentos fatídicos que anhelaban volver a vivir tan solo para rodearse de la gente que más amaba.

No obstante, el pensamiento común encajaba en un sitio, y es que, por más que a cierta gente le viniera de perlas las antiguas imágenes de sus vidas y a otras les revolviera el estómago, ver al lugar en donde crecieron, su segundo hogar, en unas condiciones tan deplorables y miserables era una daga al corazón.

Nico: —Este lugar está en ruinas... —dijo, acercándose con cuidado a la entrada, procurando esquivar los vidrios dispersos por el suelo. Al echar un vistazo arriba, notó como los de la planta alta también se habían roto, aunque se preguntaba cómo ello fue posible.

Rose: —¿La comida seguirá en buen estado? —inquirió, no muy segura de la condición para ingerir los alimentos.

Dado al aspecto exterior del establecimiento escolar, muchos empezaron a cuestionar internamente si esto había sido buena idea.




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