Day Z T3 El Después Del Desastre

Capítulo 8

Aún en momentos donde el cerebro de una persona estaba al borde del colapso, de la frustración y del llanto, no podía desatender las obligaciones impuestas en el día a día. Y menos Nicolás, que contaba con una taza repleta de cafeína para amortiguar el cansancio.

Llegó al almacén a altas horas de la mañana para hacer el chequeo semanal de los víveres. Emi le dijo que no era necesario porque Rafael se hizo cargo de la tarea, pero eso no se lo creía nadie, o si realmente lo hacían era de poco fiar.

A fin de cuentas no le palpitaban las venas por levantarse temprano. Nunca se caracterizó por ser de mecha corta en las mañanas, aunque estuviese mal descansado. Por supuesto que Roma era un caso aparte. Ya se fastidió con él por haber hecho rebotar la cama e interrumpir su dulce velada con la almohada.

El hecho del que tuvo que ser testigo, voluntariamente, también lo ayudaba a no desmayarse del sueño. Porque lo cierto era que gran parte de su insomnio se vio afectado por la revelación de Paul. Solamente una frase bastó para liquidar cualquier interés en irse a la cama y cerrar los ojos hasta el próximo día. Y era que Paul jamás mencionó estar cien por cien seguro de que la amenaza que ellos enfrentaban fueran muertos. Puso en duda aquella realidad y miles más, según indicó en su diario.

Pero ¿se había equivocado? A lo mejor quiso referirse a un caso en específico, o malinterpretó sus palabras y en verdad no dijo eso, sino que fue un escenario creado por su mente debido a las contundentes declaraciones. Si no estaban muertos, ¿qué eran?

¿Seres inteligentes y predispuestos a ejercer violencia? ¿Una nueva rama del humano o ajena a él? ¿Seres vivos y conscientes de sus actos?

Si no eran eso estaban muertos. Ese fue el pensamiento que siempre se manejó. No existía una base para discutirlo. ¿Entonces por qué Paul supuso y lo puso en duda?

La nube encargada de encapsular aquellas inquietudes y escupirlas hacia la mente del joven de pronto cayó al suelo, siendo pinchada por una armoniosa voz femenina que irrumpió en la sala.

Rose: —Hey, ¿qué estás haciendo?

Nico: —Estoy verificando para cuánto más nos alcanza el alimento —se mordió medio labio, observando el conteo—. Ajá. Creo que nos queda para una semana y media, o quizá me equivoco y nos queda para días solamente.

Rose: —Bueno... Justo de eso venía a hablarte —se colocó frente a él para ganar su atención—. Peter se dio cuenta de que nos quedaban pocos suministros —hizo ademán a la lista enjaulada en el brazo del joven. Este, dándole la razón a lo susodicho, oprimió los labios—, y me propuso acompañarlo a un sitio donde hay mucho según él.

Nico: —¿Y él cómo sabe de ese lugar?

Rose: —Creo que solía tener una base de recursos con su antiguo grupo —vio como su amigo abrió los ojos, despertando aquella chispa de mal sabor peculiar en su actitud—. Tranquilo, me dijo que se separaron por un ataque de los muertos. Jamás pudieron recuperar de vuelta esa zona.

Nicolás destensó los hombros al oír aquello. No se aliviaba porque unos humanos habían sido presas fáciles de los colmillos de los muertos. Es más, lo lamentaba. Seguramente tenían familia al igual que ellos. Pero si es que acudían a un edificio colmado de provisiones que era custodiado por otra gente, por más que Peter fuera de su entorno, podría acabar en conflicto. Y no le agradaba en absoluto.

A estas alturas buscaba eludir cualquier incidencia con tal de mantener a sus amigos seguros. Les prometió seguridad, una vida ajena a la angustia e inseguridad del exterior. No podía defraudarlos. Por lo que no, no le pintaba en absoluto, y menos parecía buena idea que Rose se adentrara en un lugar completamente desconocido y estando tan lejos.

Fue hasta Junín para rescatarla. ¿Por qué razón la volvería a distanciar de él?

O tal vez se inflaba de inseguridades que no venían al caso.

Rose: —¿Entonces nos dejarás ir? —insistió en respuesta al silencio de él.

Nico: —No saben qué hay ahí.

Rose: —Nico...

Nico: —¿Y si los demás integrantes tuvieron la misma idea? —alzó los hombros. Aquel escenario era factible, porque Peter no se rodeaba de cualquier engendro, sino que escogía sabiamente a su círculo social—. Es un apocalipsis. Todos se desesperan por una forma sensata y siniestra de obtener recursos.

La joven, sosteniéndose la cabeza por los lados, se paseó por la habitación hasta pararse en un punto y colocar los brazos por detrás de la espalda, aparentemente tendenciosa a convencerlo de una vez por todas.

Rose: —Vos mismo nos entrenaste para estas situaciones. Salimos y buscamos recursos a toda hora. ¿Qué diferencia hay en esto?

"Que vos estás implicada", su mente le anunció, pero rápidamente evadió aquellas palabras meneando la cabeza. Vio como Rose se extrañó por esto. Carraspeó y tomó aire para continuar.

Nico: —Es que... —empezó, pero por alguna razón desconocida, proveniente de su interior, no pudo continuar.

La joven exigía una respuesta inmediata con el ceño.

¿Correspondía exponerla de esa forma? Rosario se volvió mucho más violenta en estos días. A pesar de que Joel se esfumó del radar (o eso esperaba) aún tenía una punzada que no lo dejaba tranquilo cada vez que alguien salía en busca de recursos. Y si era Rose se intensificaba.

El pálpito era reciente. Se sentía fresco. Durante un mes atendió a una Rose distinta, en duelo, aislada de la sociedad y encerrada en su cuarto para digerir la pérdida de Damián. En ningún momento tuvo que preocuparse por que pudiese salir lastimada en una excursión o hasta muerta. En cambio, en este momento, frente a él, se hallaba una persona renovada, que recogió los cristales fragmentados del suelo y se endureció; una joven que ya no temía más al exterior sino que quería explorarlo.

Exhaló pesadamente y se motivó a sí mismo a reconocer que no se estaba equivocando:




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