Dazzling

CAUTIVERIO

La oscuridad de la noche envuelve a Garra Afilada mientras se encuentra prisionera en una de las  jaulas que están en la camioneta del cazador. El motor ronronea monótonamente,mientras acompaña el sonido de las ruedas que se deslizan sobre el pavimento. Cada golpe y cada giro del vehículo la aleja más y más de su hogar, sumergiéndola en un mar de tristezas.

La gata con las pocas fuerzas que le quedan, se aferra a los barrotes de su confinamiento, observando con ojos llenos de pesar a otros animales que comparten su cautiverio. A su lado, hay un pequeño zorro de mirada apagada, en otro punto una joven águila yace tirada con las alas atadas y la cabeza cubierta con un pequeño saco de tela. Cada uno de ellos es un testigo mudo de la crueldad humana y de los sueños rotos.

Mientras la camioneta avanza en la penumbra de la noche, la felina se pregunta una y otra vez. ¿Cuál será el destino que su captor le tiene preparado? pero  la incertidumbre se arremolina en su mente, llenándola de una tristeza abrumadora.

El viento que se cuela por las rendijas de la camioneta susurra su pregunta al universo, pero no hay respuesta. Solo silencio, interrumpido ocasionalmente por el llanto apagado de algún animal cautivo que no alcanza a ver o el chirrido de las ruedas que siguen rodando inexorables hacia un futuro incierto.

Garra Afilada entre sus múltiples pensamientos recuerda la vida que una vez conoció en el bosque, donde reinaba la libertad y la armonía con la naturaleza. Recuerda los cálidos rayos del sol acariciando su pelaje, la frescura del aire llenándole los pulmones y la sensación de correr libremente entre los árboles. Ahora, todo eso se ha desvanecido, solo existe la fría jaula de metal que la aprisiona.

La gata montés siente como la tristeza pesa en sus hombros, pero por otro lado siente una chispa de determinación arder en su interior en lo más hondo de su corazón. No se resignará a su destino. No permitirá que sus cachorros vivan en cautiverio y crezcan sin conocer el significado de  la verdadera libertad. Aunque la esperanza parezca un destello lejano en medio de la oscuridad, luchará por encontrarla y proteger a los suyos.

La camioneta continúa su marcha en la noche, y Garra Afilada cierra los ojos por un momento, concentrándose en la conexión con sus cachorros aún no nacidos. Les susurra palabras de aliento y amor, prometiéndoles que hará todo lo posible para darles un futuro mejor, desde su alma busca llenarlos por  su determinación ya que su vínculo es más fuerte que cualquier barrera que los pueda separar en el futuro.

La noche avanza y los pensamientos de Garra Afilada se desvanecen lentos en el oscuro abismo del sueño. Sus ojos se cierran, pero su corazón sigue latiendo con la esperanza de un mañana más brillante. En su último pensamiento antes de dejarse llevar por el sueño, recuerda la mirada siempre decidida de Colmillo Negro y una lagrimas brotan de sus ojos al pensar el en cruel destino de su amado.

Al cabo de un tiempo la camioneta se detiene frente a un viejo edificio de departamentos en lo que parece una parte olvidada de una pequeña ciudad, las paredes desgastadas y ventanas rotas son un testimonio silencioso de días mejores en el lugar. El cazador y su perro descienden de la camioneta, enseguida el humano lleva al can a una muy desvencijada guarida y allí lo ata con una gruesa cadena, el sabueso parece complacido por el acto y solo se acuesta a dormir, acto seguido el hombre se dirige hacia la parte trasera del vehículo y comienza a bajar las jaulas de los cautivos con cierto desinterés por el bienestar de los animales.

Garra Afilada sólo puede ser testigo incómodo de cómo el cazador arrastra su jaula hasta un departamento descuidado en el interior del edificio. Las paredes grises y llenas de humedad, así como el suelo desgastado dan testimonio de años de abandono. El ambiente está impregnado de un olor rancio y viciado, que se mezcla con el miedo y la tristeza de los animales cautivos.

El departamento, que aún conserva diminutos fragmentos de que en alguna ocasión fue el alegre hogar de alguna  familia, se ha transformado en un sombrío calabozo donde las vidas de seres inocentes son comprimidas en jaulas estrechas y sin esperanza. El espacio está lleno de jaulas apiladas una encima de la otra, formando una prisión improvisada. El silencio pesado y la penumbra se adhieren a las paredes, como si el mismo lugar exudara desesperanza y muerte.

La luz tenue de una lámpara desgastada ilumina débilmente la habitación, revelando las miradas apagadas y el pelaje desalinizado de cautivos que por terribles razones llevan más tiempo en el lugar. El aire está cargado de un silencio sepulcral, sólo interrumpido por los suspiros y gemidos de las criaturas confinadas. Los ojos de Garra Afilada registran la escena con tristeza y rabia contenida.

El cazador deja la jaula de Garra Afilada en un rincón oscuro; allí la gata queda atrapada en un espacio mínimo. La desolación del lugar se vuelve aún más evidente mientras Garra Afilada observa a los otros animales, cada uno encerrado en su propia cárcel de metal. Hay perros, aves exóticas y pequeños mamíferos, todos ellos prisioneros de la ambición y crueldad humana.

De pronto una delgada silueta se dibuja desde la entrada del lugar hasta lo más profundo de la habitación, la guardiana de lugar llega, Ámbar una delgada serpiente de piel verdosa, se desliza sigilosa por el suelo polvoriento. Su cuerpo se contonea sigilosa por las jaulas de los nuevos prisioneros, deslizando su lengua bifurcada mientras escruta a los cautivos, deleitándose en su desdicha. Sus ojos amarillos brillan con una malicia insaciable mientras escruta a los recien llegados.




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