Bethany
—¿Usted es...? —quedé muda, en ese momento sentí miedo, por mí equivocación.
—¡Jeremy Romanov! Su jefe no fue notificada de mí presencia, en los correos de los empleados se anunció la junta que iniciara en 20 minutos, me hace el favor y levanta todo esto, no es lugar para que usted use de cafetería —lo escucho atenta y luego tragó saliva al ver lo que hice, sonrió falsamente y comienzo a guardar mis cosas, en ese preciso momento comienzo a sentir la falta de azúcar en mí organismo, hice caso omiso y tome mis pertenencias.
—Disculpe señor Romanov —mi voz salió temblorosa y comencé a sudar por efectos de mí malestar, al levantar todo comencé a temblar, por dentro pedía no desmayarme, ya que sabía que eso sucedería en cuestión de segundos si no me ponía insulina.
—¡Bethany! —reconocí aquella voz que a lo lejos me hablaba hasta que todo se volvió oscuridad.
Jeremy
Notaba a la nueva abogada nerviosa, no podía ser más exagerada, tampoco le había dicho algo indebido, sus movimientos lentos me hacían desesperar, hasta que por fin tomo todo en sus manos, pero algo la hizo detenerse, su mano libre intentaba abrir la puerta que ya se encontraba abierta, al mismo tiempo note que temblaba, en ese momento me acerque y vi venir a Jonás, quien al verla corrió, pero fui más rápido que él.
—¡Bethany! —exclamo mi hermano y ella cayó en mis brazos desmayada.
—Carina, llama a enfermería —dijo él y me pareció exagerado.
—Trae alcohol y algodón del botiquín, no creo que sea necesario llamar a urgencias, por esto —le quite importancia al asunto.
—Ella está enferma, tiene una enfermedad crónica, seguramente le bajó o subió el azúcar, no lo sé —al parecer mí hermano se hizo muy cercano a mujer.
—¿Estás acostándose con ella? —le consulté enojado.
—¿Qué? Claro que no, no seas bruto Jeremy, en vez de pensar eso, deberías ayudarme.
—No vez que está en mis brazos...
—Por favor a un lado, vamos a atender a la señorita Bethany —dijo la enfermera al llegar, con ayuda de ella la recostamos sobre la camilla, le hicieron los primeros auxilios en sala de juntas y la llevaron a enfermería, efectivamente como dijo mi gemelo, ella sufrió una baja de azúcar.
Bethany
Despierto lentamente de mí sueño, intento abrazar mí almohada, pero una mano me detiene.
—Hey, vas a caerte si giras —al abrir mis ojos me encontré con Jonás.
—¿Quién eres? —pregunte asustada.
—No lo sé, dímelo tú —en ese momento no sabía si era el jefe o mí amigo Jonás.
—Lo siento, señor, no quise molestarlo... —al sentir su risa supe que era Jonás.
—Quien cómo tú, conoces al jefe malo y te desmayas de la impresión —se burla de mí y lo miro mal.
—No es gracioso, está mañana no pude desayunar, fue por eso mí desmayo —me defendí, el señor Romanov tenía cara seria, pero no me intimidaba.
—Al menos nos salvaste a ambos de asistir a la junta con el jefe odioso.
—¿Me van a correr cierto? — consulté preocupada.
—Claro que no, solo te descontaremos el día —dijo y sentí alivio.
—Ah, bueno, pero sería quedar en la calle — respiré tranquila.
—Hay Beth, fue una broma, no vamos a descontarte nada, no somos jefes abusivos.
—No lo vuelvas a hacer —le pedí de favor y el asintió.
—Está bien, lo prometo, pero necesito de tu ayuda Beth, cuando estés bien, quiero que vengas a mí oficina.
—Está bien, seguramente ya pueda volver.
—En unos minutos viene Mónica y toma tu azúcar, ah, cabecita de novia enamorada, olvidaste la insulina, Jeremy mando a comprarte las lapiceras.
—¿Qué? Pero... Si yo las guardé ¿O no? —con todo el lío de la mañana no recordaba haberlas guardado.
—No lo sé Beth, ahora me voy, Mónica te dará las nuevas y por favor no las olvides más, tremendo susto nos llevamos todos.
Tal y como lo dijo Jonás, me revisaron y mis niveles de azúcar ya se encontraban bien, por mi insistencia me dejaron seguir en la oficina, no quería dar una mala impresión al jefe el primer día, regrese a la oficina y antes de ingresar, golpee la puerta, puesto que mi escritorio estaba dentro de esa oficina, no podía ser peor mi suerte, pase un mes maravilloso con Jonás como jefe, pero su hermano no era como él, solo tenían la misma cara, nada más.
—Con permiso —al sentir el pase, ingrese y me pare delante del escritorio del jefe, quien me miraba serio.
—¿Se siente mejor señorita Holms? —consulto y asentí— Que bueno, por favor no vuelva a olvidar su medicación ni tampoco desayunar, debería levantarse más temprano y con respecto a la insulina le recomiendo dejarlas aquí, por cierto, eso será descontado de su sueldo.
—¡Si señor Romanov! No volverá a suceder.
—Vaya a su lugar, le envíe a su correo asignado el trabajo de hoy, también hay un resumen que hizo Carina de la junta de hoy, es importante que lo lea, cuando tenga un tiempo libre, todos mis abogados deben estar al tanto de lo hablado allí.
—¡Si señor! —me dispuse a salir y tomé el pomo de la puerta para salir.
—¿A dónde va? —me detuve y cerré mis ojos ante mi falta.
—Lo siento, olvidé que mi escritorio está aquí —respondí y fui a ocupar mi lugar.
—Por favor no se distraiga más, o si no vaya a su casa y mañana venga bien.
—No señor, no hace falta, yo estoy bien ¡Lo siento! —el me devolvió una mirada dura y luego siguió con lo suyo, mientras yo ocupe mi lugar e inicie mi día laboral.
La mañana paso rápido, el señor Romanov era tan diferente a Jonás, por momentos me sentía incómoda, ya que parecía que ni respiraba, era ordenado y prolijo, cuando hablaba por teléfono era correcto y serio, nunca sonreía, a diferencia de su gemelo, quien era un revoltoso, ahora entiendo cuando dicen que son el día y la noche, lo peor de todo es que tenía que pasar en esta oficina cinco meses más hasta que me cambien de sector con la abogada, con quien también trabajaba, solo que mis aportes los tenía que ver el jefe antes de pasar por ella, ya que no podía estropear su trabajo o hacerlo más tedioso.