De amor, cliches y otros desastres

||CAÓTICA MAÑANA||

CAPITULO DOS

CAÓTICA MAÑANA

ERIKA

Y de ahí, no recuerdo nada.

Mi cuerpo entró en un estado ligero donde flotaba libre dentro de la burbuja de un sueño del que no quería despertar, la calidez junto a la paz eran el fuerte que me protegía de enfrentar a la realidad donde mi nombre era sinónimo de burla y mi imagen la del fracaso, aquellos días, las cobijas se vuelven un escudo protector contra el mundo horrible que lucha por destruirnos y del lugar que queremos deshacernos en esos días.

Busqué seguridad en los brazos de mi esposo, más fui recibida por el lado frio de su ausencia.

La cama se sentía inmensa y solitaria, no quería estar sola, extrañaba mi familia y esa fue mi señal de levantarme.

Me removí en la cama tanteando la mesita de noche buscando mis lentes, no estaban donde deberían.

¿Darla los habría tomado otra vez?

Me levanté arrastrándome fuera de la cama, seguí en mi pequeña búsqueda sin éxito, mi vista aún era borrosa mientras me dirigía al baño. Me di una ducha caliente para despertarme, mi cerebro cargando con todos los planes pendientes del día, el día sería duro... podía imaginarme las próximas llamadas de la editorial y de mi editora, no sería lindo, tampoco quería contarle a mi familia sobre ello.

Salí de la ducha poniéndome la toalla, palpé el estante de las cremas donde estaba mi cepillo de dientes y la crema, empezando a lavar mis dientes, pasé la palma limpiando el rastro de vapor en el vidrio, unos ojos azules conectaron con los míos por el reflejo del espejo. Esta no era yo.

Un grito chillón salió de mí, el cepillo se resbaló de mis dedos.

Parecía una jodida barbie y me veía más joven.

Piel perfecta, cabello rubio y liso, ojos claros.

Todo lo contrario, a mi verdadero cuerpo que era morena, ojos cafés y mi cabello era una enredadera sin forma.

Era imposible que me viera así porque yo no había heredado tales genes.

Y tampoco se movía más allá de su escritorio para algo que no fuera comer, obviamente no iba a tener esa cintura comiendo palitos de queso frente al pc.

Raye las palabras intrusas de Travis mirándolo mal.

No soy un personaje de un libro para que estés escribiendo eso. Bórralo.

Debajo de mi nota apareció:

Aburrida.

Pensé que podía ser un sueño, por lo que me pellizqué fuerte confiada que no sentiría nada. Grave error.

—Auch, es de verdad. —dije sobándome el área que se puso roja frente al espejo.

La que debía ser mi voz sonaba extraña en mis propios oídos, seguí examinándome frente al espejo como si fuera una broma. No lo era, ahora estaba en este cuerpo. Dónde debia estar la cicatriz de la cesárea estaba sin rastros, tampoco estaba la de debajo de la barbilla ni el lunar en mi mandibula.

Palpe mi cuerpo horrizada como si de alguna manera eso traería de vuelta mi yo de siempre. No funcionó.

Dejé el cepillo olvidado en el suelo y salí corriendo del baño a la habitación. La luz del sol se colaba por la persiana dandome una prueba de que no era la mía. No estaba en casa, está era la habitación de una adolescente completamente rosa con pósteres de boy bands noventeras. Ropa tirada por todos lados, objetos dispersos entre los montones de tela y figuras coleccionables de jóvenes artistas que ya no resonaban sus nombres en mi época.

No había rastro de los juguetes tirados de Darla en mi habitación o, siquiera de que estaba ahí.

—¡Esto no puede ser! —susurré gritando, observando cada rasgo de mi nueva habitación.

Mis rodillas no soportaron el peso de la impresión y me desplomé sentada contra la pared.

¿Qué carajos estaba pasando?

¿Dónde estaba? ¿Y que había pasado con Darla?

No recordaba haber llegado aquí, tampoco conocer una chica similar a la que ahora poseía su cuerpo.

Eso sonó mal.

Escribió Travis y lo borré.

La cabeza me daba vueltas como un carrusel desenfrenado, pensamientos de todo tipo aparecieron en cantidad buscando respuestas.

Los últimos fragmentos de lucidez me vinieron a la cabeza.

El fracaso de la firma. El chico raro en mi auto y sus palabras:

“Mereces un castigo”

—¡Travis! —susurré enojada dando con el clavo.

Lo vi aparecer mágicamente en la puerta del baño recostado contra el marco, di un saltito aún sin levantarme del suelo y abracé la toalla.

—¿Qué diablos...?

Travis ni se inmuto.

—¿Para que me llamabas? —sonó hasta aburrido.

—Sé que fuiste tú quien me trajo aquí. —balbuceé aferrada a la toalla —Regrésame ahora. —lo apunté con el dedo.

—Nop, no se puede.

Ni siquiera tardó un segundo en responder.

Una risa incrédula salió de mí.

—¿Como qué no? No fue pregunta, fue una exigencia.

—No estás aquí por vacaciones, estas aprendiendo tu lección. —repitió como si fuera obvio.

¿Había vuelto a primaria o este hombre estaba loco?”

—¿Lección? —solté tratando de captar su punto. —Travis, no soy una niña.

Me miró divertido.

—Me parece que ahora sí lo eres.

Solté un gruñido agitando las manos aguantandome las ganas de ahorcarlo.

Incluso si sabía que no podía hacerlo porque estaba muerto, lo reviviria para vengarme y lo haría sufrir.

Cerré los ojos, inhalar y exhalar, eso hice.

Madurez y paciencia eran dos cosas que me estaban costando mantener.

Respira profundo, Erika.

Abrí los ojos más relajada, Travis seguía frente a mí, observandome como si disfrutara verme teniendo un ataque de pánico. ¿Cómo se suponia que debía reaccionar? ¿Partiendole la cara o fingiendo demencia siguiendo esta nueva vida normal?




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