Cuantas veces el amor
pasó por mi ventana
y yo,
distraída…
ausente como siempre
encriptada en caminos
de vida cotidiana,
recluida en mis tiempos
y mis raros conceptos,
casi ciega o demente
seguí sin percatarme,
y crucé sin mirar
el semáforo en rojo,
y aún sin pestañar
seguí el camino…
abortando el engendro
frustrando el amorío.