La radio no deja de dar las noticias. Hace tiempo me resigné a la idea de poner música. No hay nada interesante, ni siquiera ver los autos pasar. Imaginar la vida de las demás personas en sus coches o las que están paseando, creo que es lo único que vale la pena o lo único salvable en estos momentos. De todas formas, cualquier cosa es mejor que notar el silencio incomodo. El coche se detiene cuando el semáforo marca rojo. Podría estar tan sumido en mis pensamientos, pero mi mirada se desvía hacia unas personas de mi edad. Están saltando de barandilla a barandilla. Me quedo viendo, ¿quién en su sano juicio hace eso? Un salto en falso o pierdes el equilibrio, más un golpe en la cabeza, y al hospital.
—Qué tontería—mi mamá decidió hablar, por primera vez desde todo el trayecto, cuando uno del grupo intenta subir un edificio impulsándose con las paredes del edificio y de otro—. Ni se te ocurra hacer semejante estupidez, ¿entendido?
—No está en mis planes— desvíe la mirada, una pizca de mi le daba cierta curiosidad lo que hacían ellos. Pero prefiero no estar en el hospital y ahorrarme un sermón de media hora. Eso no está en mis planes y mucho menos terminar ahí al arriesgar mi vida por un momento de “diversión” pasajero.
Llegamos a la casa al fin. Subo a mi habitación. Es pequeña: la cama esta pegada a una pared, a lado esta el escritorio, una ventana y el guardarropa. No más, no menos. Me tumbo en mi cama queriendo dormir un poco, pero me contengo. Unos minutos después, mamá nos llama para comer.
No hablo mucho en la hora de la comida, me limito a oír lo que dice mamá. No deja de hablar de los logros de sus amigos. ¡Perfecto! Ahora si que ya no habrá forma de salvar la comida, al menos sin que termine en una discusión.
—¿Ya alistaron sus cosas? — su mirada siempre en el plato.
—Yo ya— Daniel es el único que luce entusiasmado en la mesa—. Ya quiero terminar la secundaria.— Pobre iluso, no sabe lo que dice.
—Aún no, pero después de comer lo haré— digo jugando con mi comida, a estas alturas ya estoy acostumbrado a obligarme a comer incluso si no tengo apetito.
—Entonces ya termina. No quiero que ninguno de los dos empiece mal — se para con su plato vacío dejándonos a nosotros solos. Si antes habia un poco de conversación, ahora hay silencio absoluto.