Una de las cosas que más odiaba de este mundo definitivamente era mi nombre. No es que me llamara Espirindolfina o Pánfila, pero es como si lo fuera. Porque, ¿A quién en su sano juicio, se le ocurre ponerle a su hija Macarena? Mis padres no saben el fastidio que tengo que pasar cada que paso al lado de los chavos de mi escuela y escucharlos cantar <Dale a tu cuerpo alegría Macarena>. Por Dios que si vuelvo a escuchar que alguien canta esa canción tan ridícula cerca de mí, no voy a poder contener mi furia y soltarle una patada en su anémico trasero. Bueno a excepción claro, si se trata del tipo que me gusta. Erick. Sé que soy una idiota al fijarme en el estereotipo del "hombre perfecto" pero, soy humana. Claro que tengo derecho a aspirar a esos bíceps y tríceps de muerte, a esa cabellera rubia platinada y esos ojos azules que reflejan la tranquilidad que solo el profundo mar puede dar a las personas desequilibradas como yo. Es evidente que él con sus uno noventa me haría ver como una pulga miserable y tonta a su vez. No sin contar que mi maldito cabello más negro que mi conciencia, mis ojos color agua puerca (eso me decía mi madre creyendo que era un cumplido) y mi delgadez que haría pensar a cualquiera que estoy enferma de bulimia, o de algún otro trastorno alimenticio. No harían más que opacar la belleza de ese Dios de nuestros tiempos. Es más, no sé cómo es que logro mantenerme en pie cuando está cerca de mí, si su sola presencia me hace parecer una tonta pues no sé cómo comportarme.
La clase está a punto de empezar y para variar no hice la tarea que nos encargó el señor Vidal. Nuestro maestro de matemáticas, que es más estricto que las personas que cuidan los museos y no dejan que uses flash para captar mejor los colores de las antigüedades.
-Macarena, Macarena- Oigo risas a mí alrededor, pues al parecer el profesor llevaba rato llamándome y yo estaba como idiota en mi mundo ficticio.
-¿Qué?-Dije distraída y no se me ocurrió otra contestación más inútil.
-Que me pases la tarea que les encargué, ya sabes que esta tarea era la que les daba el pase directo al examen final.
¡Diablos! Lo había olvidado. Ahora debía soportar que de nuevo todos me vieran como la orejona de la clase, que a pesar de sus 16 años y de estar en segundo de prepa no sea capaz de entregar una simple tarea de aritmética. Maldita escuela. ¿Quién inventó la escuela? Lo único que deseo es que quien haya sido, se esté revolcando en su tumba y no tenga descanso eterno por los siglos de los siglos. He dicho.
-No . la . traje-Deletreé y me sonrojé al decirlo. Y vaya que eso tenía un gran mérito pues en este mundo no había poder humano que lograra eso. Bueno. Sólo si hablamos de Erick, pero esa es otra historia.
-Después no quiero que me sigan por los pasillos de la escuela, rogando por una calificación que no se ganaron-No le bastó con evidenciarme por no hacer la tarea y dejarme sin examen final, sino hasta se dio el lujo de hacerme pedazos y comprobar hacer añicos cada uno esos mismos trozos.
Yo era de los inadaptados que se sientan hasta la parte de atrás de la fila final. Por lo que tuve a todo un auditorio viéndome y riéndose de mí, a excepción de Irlanda y Grecia, (Que curiosamente se llamaban como dos ciudades, o países, o continentes... O lo que sean) que eran mis mejores amigas y no les quedaba de otra que quedarse serias, pues si veía un atisbo de sonrisa en su boca, sabían de antemano que les iría muy mal. Debo admitir que a veces me comportaba como su madre gruñona, que aprueba o desaprueba las cosas que hacían o dejaban de hacer.
Voy resignada a la salida de mi "tan amada" escuela, y como de costumbre no pude evitar ver el cuadro de honor. Era mi tarea de todos los días, Esa tarea que si cumplía diario al pie de la letra para ver a la mujer hecha perfección en la tierra: Serena. Definitivamente no sé por qué la vida es tan injusta, tan imparcial, tan despiadada. No podía ser que a gente como ella se le concediera todo y a gentuza como yo nada. Yo con mis facciones tan ordinarias y Serena con su piel blanca como el terciopelo que si la tocas piensas que estas sosteniendo un durazno fino de la mejor calidad, y en su punto de madurez, lo sabía porque un día tropecé con ella; su cabello castaño claro, sus ojos verdes. Pero ese verde bonito. Ese verde que te transportan a las épocas de cuando eres niño y no tienes preocupaciones, sólo correr y correr por las praderas verdecitas, y que además y para colmo, combinaban perfecto con los de Erick. Porque cabe aclarar que llevan años saliendo desde la secundaria. ¡Qué envidia! No sólo me quita al amor de mi vida, sino también contarán con la familia perfecta, con la familia modelo. Con unos niños con los ojos y el cabello de Erick y las facciones perfectas de ella, como su nariz pequeña y respingada. Y cómo olvidar su sonrisa blanca y natural que por cierto seguía riéndose de mí en el cuadro de honor. Así que decidí no martirizarme más. Giré sobre mis talones y salí lo antes posible de esa cámara de tortura que significaba ella para mí.