Mis ojos estaban totalmente hinchados de tanto llorar. Nunca me había pasado algo similar con nadie. Ni siquiera era de aquellas niñas idiotas que lloran por un hombre, y mucho menos uno como Erick. Creo que lo que yo estaba, era obsesionada con él, y a pesar de saberlo no iba a descansar hasta lograr que ese imbécil fuera mío. Hasta tenerlo comiendo de mi mano. No sé de qué manera, pero lo iba a ser.
Se acabó la escuela y por fin son vacaciones. No hace falta que aclare que me llevé la materia del señor Vidal a extraordinario. Es extraño que haya sido la única, porque yo nunca hacia tareas de ninguna materia. Mis padres me dijeron que iremos al aburrido rancho de mi abuelo en las vacaciones, lo cual odio, porque no hay electricidad en ese lugar y todo es a base de velas en las noches. La otra vez fui a parar las patas en el chiquero de los puercos porque no vi una piedra que se cruzó en mi camino, de sólo recordarlo me da una rabia. Para esta visita les pedí a Irlanda y Grecia que fueran conmigo porque en ese mugre lugar no hay con que distraerse, y mucho menos, hay señales de wifi o algo parecido. Aquí el problema, es que Grecia no iba a poder ir porque ella si se va a unas verdaderas vacaciones a Europa con sus padres, yo tenía ganas de descararme y decirle que me llevara con ella, pero mi cinismo no llega a tales niveles. Nada más la despedí con un -que te diviertas- más hipócrita que pude.
Íbamos en la camioneta directo por Irlanda, para ya irnos a nuestra tan esperada y a la vez aburrida cita con el rancho de mi abuelo. Por cierto me enteré que Erick y Serena se irían juntos con los papás de él, al parecer a las Vegas, lo cual hizo que mi destino comparado con el de ellos fuera un total bodrio.
Llegando, mi abuelo nos recibió con una comida muy típica de él. Lo que no se me escapó, fue la mirada displicente de Irlanda al ver el rancho en el cual nos íbamos a pasar una semana entera recluidas. Misma semana que fue crucial para los infelices y desdichados acontecimientos que pasarían en mi vida.