De Fenomenos y Otras Cosas

LA AUSENCIA PROYECTADA

La primera vez que noté la ausencia de mi sombra fue un mediodía de agosto, cuando el sol caía vertical sobre las cabezas de quienes transitaban por la avenida principal. Todos proyectaban oscuras siluetas sobre el pavimento mientras yo —únicamente yo— avanzaba como un espectro desvinculado de la ley natural. No sentí miedo, al menos no entonces. Pensé que era un error de percepción o quizás un fenómeno óptico producido por la intensidad lumínica de aquel día particular.

Pero la sombra no regresó al atardecer, ni al día siguiente, ni la semana posterior.

Comencé a estudiar mi reflejo en los espejos tratando de encontrar otros indicios de anomalía. Me veía igual: las mismas facciones angulosas, el mismo cabello ondulado, idéntica postura encorvada. ¿Cómo podía un ser reflejarse, pero no proyectar sombra? Esta contradicción en las leyes de la física me obsesionó durante semanas.

"Es absurdo buscar coherencia en un universo fundamentalmente incoherente", me repetía, invocando a Camus como un mantra mientras observaba a los transeúntes y sus complementos oscuros, tan naturales, tan inconscientes de su privilegio.

La desaparición paulatina de mi sombra coincidió con una transformación menos visible pero igualmente inquietante. Empecé a percibir el mundo como un gigantesco teatro absurdo donde cada persona interpretaba un papel asignado, convencida de su singularidad mientras repetía patrones idénticos a todos los demás. La "normalidad" me pareció súbitamente una construcción grotesca.

En la oficina donde trabajaba como analista de datos, mis compañeros ejecutaban sus tareas cotidianas con una regularidad que ahora me resultaba insoportable. El sonido sincronizado de sus dedos sobre los teclados, la risa ensayada ante chistes predecibles, las conversaciones que giraban en espirales interminables sobre temas insignificantes.

—¿Te sentís bien, Víctor? —preguntó Laura, la mujer del cubículo contiguo, tras percatarse de mi mirada fija sobre ella—. Estás pálido.

—Estoy bien —respondí automáticamente—. Solo pensaba en… la naturaleza ilusoria de nuestra existencia.

Mi respuesta provocó una risa incómoda. Laura ajustó su blusa y regresó a su pantalla. Su sombra, perfectamente delineada bajo la luz fluorescente, parecía burlarse de mi condición.

Esa tarde, decidí documentar mi anomalía. Compré una cámara y comencé a fotografiarme en diferentes condiciones de luz. Las imágenes confirmaron lo que ya sabía: mi cuerpo no proyectaba sombra alguna, como si la luz me atravesara o mi existencia física estuviera disolviéndose.

"La ventaja de ser un fenómeno es que te hace fuerte", murmuró una voz en mi cabeza mientras contemplaba las fotografías esparcidas sobre mi mesa. No reconocí la voz como propia, pero tampoco me resultó ajena. Era como si surgiera de un abismo que siempre había existido dentro de mí y que ahora, liberado de la constricción de la sombra, comenzaba a manifestarse.

Decidí experimentar con mi nueva condición. Una noche de luna llena, salí a la plaza central donde las farolas proyectaban un complejo entramado de luces y sombras. Me senté en un banco y observé a los transeúntes nocturnos. Sus siluetas se extendían y contraían según se aproximaban o alejaban de las fuentes de luz.

Un anciano se detuvo frente a mí, estudiándome con curiosidad. Su sombra se proyectaba sobre mis pies, como tratando de compensar mi carencia.

—Usted no tiene sombra —afirmó con naturalidad, como quien comenta sobre el clima.

—La perdí —respondí, sorprendido por su percepción.

—No se pierde lo que nunca se ha poseído realmente —contestó enigmáticamente—. Las sombras son las anclas que nos mantienen atados a la realidad consensuada. Sin ella, usted es libre... o está completamente perdido. Depende de su perspectiva.

Antes de poder interrogarlo, el anciano continuó su camino, llevándose consigo su sombra extendida. Me pregunté si habría sido una alucinación, un producto de mi mente cada vez más desvinculada de lo que los demás llamaban "realidad".

Con el transcurso de las semanas, noté cambios adicionales. Mi reflejo en los espejos comenzó a mostrar un ligero retraso, como si existiera una desincronización temporal entre mis movimientos y su representación especular. A veces creía ver que mi reflejo sonreía cuando yo permanecía serio, o que sus ojos se desviaban para observarme mientras yo lo contemplaba.

Dejé de asistir al trabajo. Las llamadas de mi supervisor quedaron sin respuesta. ¿Qué sentido tenía participar en la comedia de la normalidad cuando era evidente que yo existía en un plano diferente?

Pasaba horas frente al espejo de mi apartamento, observando el diálogo silencioso que se establecía entre mi cuerpo y su imagen cada vez más independiente. En ocasiones extendía la mano para tocar el cristal, y mi reflejo replicaba el gesto con un segundo de retraso, como considerando si debía obedecer.

"¿Cuán fuerte querés que sea?", resonaba la voz interior cuando los límites entre vigilia y sueño se difuminaban. Cada vez más frecuentemente, despertaba en lugares de mi departamento sin recordar haberme desplazado. Una mañana encontré las paredes de mi habitación cubiertas de escritura que reconocí como propia, aunque no recordaba haber escrito:

"La normalidad es la máscara colectiva que usamos para ocultar el horror. Ser fenómeno es simplemente haber vislumbrado lo que yace debajo".

Una noche particularmente oscura, mi reflejo no apareció en el espejo. En su lugar, vi un espacio vacío que correspondía exactamente con la forma de mi departamento, pero desprovisto de mi presencia. Extendí la mano y toqué la superficie fría. El cristal cedió como si fuera agua estancada, permitiendo que mis dedos lo atravesaran.

Sin dudarlo, atravesé completamente el umbral del espejo.

Me encontré en una versión invertida de mi mundo, donde todo parecía idéntico, pero sutilmente distorsionado. Los textos estaban escritos al revés, el reloj avanzaba en sentido contrario, y más importante aún: tenía una sombra nuevamente. Pero no era una sombra común—era brillante, luminosa, como si en vez de absorber la luz, la irradiara.




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