De Gitana A Princesa

Dos lunas

Escuchó el crujir de la leña mientras está era consumida por las llamas, tenía el ferviente deseo de pronto ver el fruto de su amor.

—Ya nacieron.

—¿Nacieron? —preguntó, él con confusión repitiendo las palabras de la partera que acababa de salir de ka cabaña.

La matrona asintio cómo respuesta ante la pregunta del hombre, así estaría de sumergido que no escuchó el llanto de su criatura. —Dos mujercitas.

—¡¿Dos niñas?!

—¡Si! —confirmó la mujer emocionada—, ve a reunirte con tu mujer y darle la bienvenida a tus pequeñas.

—Gracias Azalea, tú y el patriarca Aira, es lo mejor que nos ha pasado a mi y Rosella.

Azalea vió a un pequeño castaño tirar de su ropa, la mujer tomó al niño en brazos para hacerlo reír con sus mimos y jugaŕretas con el chiquillo inquieto.

—Arnaid ya tienes que adaptarte a tu nueva identidad, ahora eres Gastón y ella Lluvia. El capitán Anouk y la duquesa de Azair ya no están — mencionó Azalea recordando al ex militar su nueva identidad.

—Si usted tiene razón —tomó al castaño de brazos de Azalea—, vamos Bastián es hora de ver a tus hermanas.

Antes de entrar a la pequeña habitación miró el cielo nocturno, el reino de Alkarya tenía una peculiaridad que no había en ningún otro lugar en todo Galia; dos lunas pensó en sus dos hijas imaginando como esas dos perlas crecientes, que adornaban el cielo con su misterioso resplandor.

Entró con cautela a la pequeña habitación, la imagen de su mujer acostada en su lecho con las dos recién nacidas, esa imagen llenó su pecho de felicidad, nunca imaginó ser merecedor de tanta dicha. Desde pequeña ella había sido inalcanzable para él y ahora el destino la paso en du camino y la hizo madre de sus hijos.

—Ven acércate —habló en voz baja ella con una sonrisa cansada en sus labios, él se acercó con Bastián aún en sus brazos, se inclinó para ver mejor a las pequeñas envueltas en un manto blanco—. Te presento a tus hijas Arnaid — dijo ella con voz apenas audible, pero sus labios adornados con una leve sonrisa.

—Son hermosas, tan preciosas cómo el resplandor de una joya. Dignas hijas de Howl —dijo el orgulloso padre—, mira Bastián ellas son tus hermanas —presentó el animado ex soldado.

El bebé de rebelde cabello castaño y ojos negros como la noche, miraba con curiosidad a las dos niñas que dormían plácidamente junto a su madre.

—Tengo miedo Arnaid.

La sonrisa del pelinegro desapareció en cuanto su mujer dijo aquellas palabras. Quería decirle que no debía temer, que todo estaría bien pero prefirió que ella terminase de hablar.

—Tengo miedo de que él venga por mi —dijo ella entre lágrimas—, los niños y tú son lo más importante y si él...

Calló los labios de su compañera con un beso lento, acariciaba su mejilla con la punta de sus dedos su piel era suave cómo pétalo de rosa, a pesar de lucir diferente la casta noble de Rosella no era fácil de ocultar. Resaltaba de sobremanera frente a los aldeanos de Celestia

—Todo estará bien, él no vendrá por ti —dijo para calmarla—. Ro Celestia es nuestro nuevo hogar, olvida lo que alguna vez fuimos, lo importante es quienes somos ahora Lluvia y Gastón, dos gitanos más de esta aldea ¿Entendiste?

Quería creer que eso era así dió una mirada a un lado, allí vió a sus dos hijas, su padre tenía razón ambas eran dignas descendientes de Howl, eran solo unas criaturas y ya tenían una fuerte aura mágica que pocas veces llegó a sentir.

—¿Y ya tienes nombre? —cuestionó él sacando a Lluvia de sus pensamientos.

—La más pequeña se llamará Melibea, es paciente y tranquila como un pastor de ovejas —dijo Lluvia acariando a la pequeña bebé dormida—, y esa traviesa que acaba de despertar será Melodía.

Gastón miró con ternura a la bebé de preciosa mirada esmeralda, su madre tenía razón, la pequeña era inquieta, muy diferente a su hermana Melibea que retosaba imperturbable junto a su madre.

..........

El invierno había cubierto todo a su paso de un blanco total. Lluvia esperaba que pronto llegaran con la leña, ya que el frío era inclemente. Salió y vio a tres pequeños discutir; al verlos solos, sintió un nudo de preocupación en su estómago.

**Bastián bajaba a sus hermanas del caballo cuando Lluvia corrió hacia él para ayudarle.**

—¿Dónde está tu padre? —preguntó Lluvia, aunque al ver el semblante calmado de su hijo, se tranquilizó un poco—. Niños, ¿dónde está su padre? —volvió a preguntar mientras bajaba la leña de las alforjas del caballo.

—Papá me dijo que trajera a mis hermanas, Melibea tenía frío.

—Es cierto, madre. Melodía me prestó sus guantes —secundó la pequeña, bajando del animal.

—Hija, si olvidaste tus guantes, claro que ibas a tener frío... —Lluvia guardó silencio de repente. Un rastro de humo seguido de un fuerte ruido la puso en alerta. Algo no estaba bien.

—¡Niños, entren ahora! —sabía que algo no estaba bien. Melodía se dirigió trás su madre, pero a medio camino fue detenida por sus hermanos.

—¡¿Acaso estás loca, Mel?! —gritó Bastián, sin soltar a su impetuosa hermana.

—Pero mamá...

—Mamá estará bien, Mel. Seguramente es la guardia real. Sabes que al rey Darius no le agradan los gitanos y cada que puede lo demuestra. —dijo Melibea, tomando la mano de su gemela en un intento por calmarla.

**Melibea tenía razón. La guardia índigo era la que a veces entraba a Celestia, y algunos sólo venían a saquear el poco alimento que tenían en la aldea.**

—Suéltame.

—Está bien, pero sólo si prometes que entrarás a la cabaña sin hacer ningún alboroto —*Bastián la soltó y ella entró a la cabaña, molesta por la injusta situación. El crujir de la nieve bajo sus pies y el viento cortante que raspaba su piel aumentaban la sensación de urgencia y peligro.

..........

Quería hablar con su padre, aunque últimamente aquello no era tarea fácil. Caminaba de un lado a otro, esperando que el consejero real y mano derecha del rey se dignase a darle el permiso para cruzar palabras con su majestad.




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