De Gitana A Princesa

9 Mariposa Encadenada.

Melodía no sabía cuánto tiempo llevaba allí. El paso de los minutos. —¿O tal vez horas? — se había vuelto borroso en su mente, como si el tiempo mismo se hubiera desdibujado dentro de aquella habitación opulenta. Había dejado de llorar hacía un rato, aunque las lágrimas aún amenazaban con brotar en cualquier momento. Con un suspiro pesado, se levantó de la cama y comenzó a explorar su nueva "jaula de oro". Todo era hermoso, casi irreal: los muebles tallados con esmero, las cortinas de terciopelo azul que ondeaban suavemente con la brisa que entraba por los ventanales, la cama con doseles que parecía salida de un sueño. Pero ese lujo tenía un precio, y ella no estaba dispuesta a pagarlo. Aún no entendía qué hacía en un lugar así. Nada tenía sentido para ella. Solo esperaba poder irse pronto.

—Mi libertad definitivamente no vale esto —murmuró para sí misma, apretando los puños con frustración. ¿Cómo podía cambiar tanto la vida de una chica en tan poco tiempo? Las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos, pero las apartó con un manotazo furioso. «No, señor, no derramaré ni una lágrima más», se prometió a sí misma.

Minutos después, unos toques suaves resonaron en la puerta. No sabía si el anciano mayordomo la había dejado abierta, y tampoco tenía intención de averiguarlo.

—Pase si quiere, quienquiera que sea —dijo sin ánimo, con una expresión cerrada y hosca.

Alzó la mirada hacia la entrada cuando dos mujeres entraron tímidamente. Parecían dubitativas, como si no estuvieran seguras de si debían hablarle o simplemente cumplir con su tarea. Finalmente, la más joven tomó la iniciativa:

—Hola, pequeña. Hemos venido por orden de Sebastián. Dice que debemos cuidarte. Hemos traído algo de comer —dijo la sirvienta con amabilidad, colocando una bandeja en la mesa cercana.

Melodía apenas les dedicó una mirada antes de responder:

—Gracias a ambas, pero no tengo hambre. Aunque les agradezco su atención —respondió con frialdad, volviendo a acostarse en la cama.

La mujer mayor, con un aire más autoritario, intervino entonces:

—Bueno, aunque no tengas apetito, debemos alistarte. Son órdenes directas del duque, jovencita.

Melodía la miró con desafío, cruzándose de brazos.

—¿Y si me niego a obedecer? ¿Qué sucederá? —preguntó retadoramente. Según lo que sabía, solo era una esclava, pero no pensaba dejarse intimidar. No tenía una buena sensación en ese lugar.

La joven mucama, notando la tensión, decidió intervenir con dulzura:

—Me llamo Lilly, y esa gruñona que ves a mi lado se llama Marina. Ambas somos sirvientas aquí en Miraz. Por favor, si no colaboras con nosotras, a todas nos espera un correctivo —explicó Lilly con tono conciliador.

Melodía suspiró profundamente. Sabía que no tenía mucho margen de maniobra. Se levantó de la cama con resignación.

—Está bien, Lilly, Marina… ¿Qué desean que haga?

Solo quería acabar con eso cuanto antes.

Lilly sonrió aliviada y la guió hacia el baño.

—Oh, bueno, ven, sígueme. Marina preparó tu baño antes de que Sebastián te trajera a esta habitación. Desvístete y entra a la tina —indicó, señalando la gran bañera de mármol que ya estaba llena de agua caliente y perfumada con aceites aromáticos.

Melodía se acercó lentamente, se desvistió y se sumergió en el agua templada. Era un lujo que nunca había experimentado, pero en ese momento no lo disfrutaba. Su mente seguía dando vueltas a todo lo que había ocurrido. Lilly, observándola con curiosidad, no pudo evitar preguntar:

—Disculpa mi atrevimiento, muchacha… ¿Es verdad que eres gitana?

Melodía se hundió un poco más en el agua antes de responder. Sacó la cabeza y miró a Lilly directamente.

—Sí, soy gitana. Mi aldea está en el bosque de Celestia.

—¡Oh, pequeña! Eso está a casi un día de camino desde Aldremir. ¿Y cómo es que terminaste aquí, mi niña? —preguntó Lilly con genuina preocupación.

Melodía suspiró, recordando los eventos recientes.

—Para hacer el cuento corto, vine a trabajar con mi gente al festival de la Luna de Plata, y unos tipos me capturaron. Luego, su señor, el duque de no se que, me compró cual pedazo de carne. Y aquí estoy, hablando con ustedes dos.

Lilly bajó la mirada, visiblemente afectada por la historia.

—Qué mal, pequeña. Y triste a la vez. Te ves muy joven para terminar así.

Marina, que hasta ese momento había permanecido callada, intervino con un tono interrogativo:

—Pero es muy raro. Si tú siendo una esclava, y además gitana, en vez de estar en la cocina o en las habitaciones de la servidumbre, estés en una de las habitaciones de huéspedes y con dos mucamas atendiéndote como si fueras la señora de la casa.

Melodía se sintió incómoda ante la pregunta.

—¿Tú crees? La verdad no lo sé, señora Marina. Nunca he sido esclava, y mucho menos he estado en un lugar así. Por favor, ¿me dan algo con qué secarme? —pidió, tratando de cambiar de tema.

Marina, con el ceño fruncido, se acercó y le entregó un paño de lino. Melodía se secó rápidamente y se cubrió con una bata que Lilly le ofreció. La joven mucama notó la incomodidad de Melodía ante las preguntas de Marina. Tal vez su compañera tenía razón: si Melodía era una esclava, ese no era su lugar. Pero ¿cómo iba ella a saberlo? Nunca había pasado por algo así.

—¡Qué tonta soy! —exclamó Lilly de repente, riendo suavemente—. Ni siquiera te hemos preguntado tu nombre.
La verdad, solo nos hemos referido a ti como "jovencita" o "pequeña". ¿Cómo te llamas, querida? —preguntó Lilly con amabilidad.

Melodía sonrió por primera vez desde que había llegado.

—Oh, sí, es cierto. Todavía no les he dicho mi nombre. Me llamo Melodía. Espero llevarme bien con ambas —dijo con una sonrisa genuina.

De regreso en la habitación principal, Lilly pidió a Melodía que se sentara frente al espejo para cepillarle el cabello y peinarla, mientras Marina buscaba un vestido y accesorios adecuados. Lilly trenzó su cabello con delicadeza y lo sujetó en la parte de atrás de su cabeza con un broche en forma de lazo adornado con brillantes pequeños. Marina, por su parte, ayudó a Melodía a ponerse un vestido amarillo opaco pero elegante. El último toque fue una gargantilla también decorada con brillantes.




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