Esa mirada grisácea, que tanto temía no se apartaba de mí, el duque estaba más que molesto tenía miedo, pero no quería demostrarlo.
—Amo Eriol piénselo bien es solo una chiquilla, no tome esa decisión esa criatura no soportará diez azotes por favor señor no...
—¡Calla Madeline, Melodía pagará las consecuencias de su osadía, dame el látigo! —extendió la mano el duque de Azair molesto esperando que aquella mujer le entregara el látigo. Eriol molesto por la negativa de aquella mujer, le arrebató el látigo de mala gana a la anciana—, retírate Madeline.
—¡Su excelencia en cualquier momento puede llegar su alteza, recuerde hoy es la audiencia solicitada!
Eriol miró de mala manera al ama de llaves —con mayor razón anciana retírate y ve a alistar todo, para esperar al principito. —Dijo él duque con desdén,
Madeline con pesar por el castigo tan severo que le esperaba a aquella criatura, se retiró de la habitación esperando que su señor tuviera misericordia de esa muchacha.
Estaba atada a uno de los pilares del dosel de la cama, con la parte trasera de mi vestido suelta con la espalda descubierta y expuesta a Eriol tenía miedo, a lo que pasaría temblaba presa del miedo y no era para menos con semejante castigo, escuchaba a esa anciana pedir por mi ante aquel hombre despiadado aguardaba mi castigo esperando tener la fuerza necesaria para soportarla.
—Melodia te daré una oportunidad de redimirte, si me aceptas te quitaré el castigo no quiero marcar, esa hermosa piel tan tersa cómo la seda.
—¿Oportunidad? —repetí esperanzada.
Eriol bajó un poco el vestido de la joven pelinegra, para dejar su hombro descubierto y besarlo
—entregate a mi y una vez seas mía serás libre.
De solo pensarlo el estómago se me revolvía, en parte me confundía Eriol me dominaba en fuerza, podría haberme forzado a ser suya hace mucho, pero ¿Qué se lo impedía? Había noches en las que entraba a la habitación y lo había intentado, aunque a último momento siempre un atisbo de escrúpulos se asomaba y el duque desistía de su acción.
—Quiero tenerte voluntariamente, si aceptas pasarás de ser una esclava a mi duquesa, Melodía ¿Qué dices? —inquirió el aristócrata tomando los labios de la joven, una lágrima traicionera bajó por la mejilla de la chica, pero Eriol la limpió con delicadeza pasando la punta de sus dedos en la mejilla de la gitana—. ¿Qué dices pequeña me aceptas? —hablaba el duque con voz ronca, mientras dejaba algunos besos por el cuello de su joven esclava.
—¡Prefiero morir a punta de azotes antes que acostarme con usted su excelencia! —grité decidida derramando algunas lágrimas perdiendo toda esperanza de salir del infierno que vivía desde que aquel duque pagó por mi.
Eriol tomó el mentón de la muchacha con brusquedad solo quería que esa chiquilla insolente; le sostuviera la mirada, por un momento sintió que esa chica era su Rosella, era la misma mirada esmeralda y altiva de su antiguo amor.
—Entonces así será —Eriol tomó nuevamente el látigo dispuesto a cumplir su castigo, dió el primer azote y Melodía gritó de dolor respiraba agitada tensando los músculos de su espalda, dió el segundo azote y otro alarido de dolor siguió—. ¡Te daré una segunda oportunidad Melodia, acéptame y tu suplicio acabará en éste instante lo prometo!
El ardor mezclado con el dolor era insoportable, no tenía fuerzas siquiera para sostenerle la mirada al duque, aún así respondí:
—Aun fa-faltan ocho azotes su excelencia. —No se de dónde, o como saqué voluntad para decir aquello, si con dos azotes ya estaba así, no soportaría el resto.
El aristócrata molesto por no lograr su cometido de doblegar a la joven gitana continuó con su brutal castigo azotando a la pelinegra con rapidez tres veces más.
—¿Qué ocurre anciana? ¿Qué son esos gritos y dónde está el duque? —preguntaba el principe Alkaryo confundido por la tensión del lugar, escuchó un grito pidiendo piedad era la respuesta que el ama de llaves no dió, corrió escaleras arriba dejando a la anciana con la palabra en la boca, subió escaleras arriba buscando la fuente de aquellos gritos.
Quedó atónito ante aquella aterrorizante escena de Eriol azotando a aquella muchacha, su espalda ya sangrando por las heridas abiertas de aquellos azotes, la joven llorando y pidiendo que se detuviera —¡Como te atreves a semejante salvajada Eriol! —prorrumpió el principe furioso.
El albino duque ni se inmutó ante las palabras de su sobrino—Damian ¿Qué pasó con tus modales? Joven principe. —Respondió él como si nada.
El principe ya estaba fuera de si, sus pupilas estaban dilatadas, sus manos ahora eran garras, se abalanzó contra el duque pero, este le hizo frente al muchacho.
—¡No temo a tus zarpazos cachorro insolente. —El duque tomó al pelirrojo para luego arrojarlo con fuerza contra la pared.
—Te sientes muy valiente azotando a una mujer, atada de manos. —Reía el principe limpiando la sangre de su labio inferior, Eriol tomó la espada que descansaba en su cinturón, con intención de acabar con el heredero de Alkarya, el duque puso la espada en el cuello de su sobrino, pero este no retrocedió al contrario comenzó a reír.
—Eres un maldito cobarde que vergüenza, saber que eres mi familiar. —Escupió Damián haciendo la espada a un lado y poniéndose de pie—, entregame a la chica y te perdonaré la vida. —Pidió el principe guardando su amuleto.
—¿O si no qué Damián? Sabes yo que tú me volvería a colocar ese colgante, sin eso no eres nada pequeño zorro no eres más que un cachorro de bestia sin control.
—No soy el único tu también apestas a bestia, Eriol no eres mejor que yo, no eres más que un híbrido resentido con aries de grandeza. —El principe se abalanzó nuevamente contra el albino y comenzó a golpearlo una y otra vez, hasta la inconciencia, se detuvo al sentir un peso y una calidez en su espalda.
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Editado: 22.01.2024