Había ido a la laguna del bosque, desde que aprendió a canalizar la magia tenía energía, aunque aún se sentía mal y agitada, al menos podía estar de pie y volar un poco, aún así traje a Azafrán conmigo —¿Esta precioso el día, no lo crees Azafrán? —dijo dando una caricia a la crin del caballo, luego tomó una bocanada de aire puro del bosque, estirando sus músculos aún entumidos, acababa de despertar, tomó el sendero a la laguna, al llegar bajó del caballo, se quitó su vestido quedando solamente con una delgada y corta bata blanca, se metió a la laguna, completamente sumergida en las cristalinas aguas, nadando en lo más profundo y volver para luego volver a la superficie.
Tomaba aire para volver a sumergirse, quería ver las merlitas, estás eran unas piedritas de colores, no tenían ningún valor fuera de ser muy bonitas a su hermana le encantaban. Se sentó a orillas de la laguna, con un puñado de merlitas en sus manos —si están bonitas la verdad.
—una en especial llamó su atención, era casi dorada, tenía una forma ovalada la guardó para ella—, quizás ya deba volver. —Se secaba un poco el cabello para volver a casa, un ruido llamó su atención, eran crujidos de pequeñas ramas, típico sonido que hacen los pasos al caminar —Mejor me voy está sensación no me gusta. —Ya estaba asustada, tenía la sensación de no estar sola.
—¡Auxilio!
Abrió los ojos al máximo al ver a Clara su amiga, ser perseguida por un lobo, estaba muy mal herida la sangre en su ropa la delataba la pobre cayó al suelo antes de que el enorme cuadrúpedo la alcanzara; corrió hacia su amiga sin pensarlo hizo surgir sus alas para luego crear una barrera para protegerse y proteger a Clara de aquel aterrador animal.
El enorme animal, embistió la Barrera mágica, pero aún así nada paso —¡Entrégame a la chica y no te mataré mocosa! —bramaba molesto un licántropo.
—¡No! —tenía miedo no podría sostener esa Barrera mucho tiempo más, sujetó mejor a Clara en cuánto la barrera desapareciera huir volando.
—Melibea ¿Eres tú? —dijo la joven en un susurro, sin fuerza apenas alzando la mirada—, sabia que eras especial.
Clara se desvaneció en sus brazos, la pobre estaba muy débil —¡Clara resiste un poco!
—estaba asustada, su amiga perdida mucha sangre, podría sanarla pero toda toda su concentración, estaba en sostener la barrera, aún era un hada inexperta y muy débil. Pensó en un hechizo oscuro, pero aún no dominaba su otra virtud.
Abrió sus ojos al no percibir que ese lobo siguiera golpeando la barrera; otro lobo de pelaje blanco como la nieve, mordía el cuello del lobo grisáceo, el animal de pelaje blanco era más grande, el lobo gris cayó al suelo, el lobo más grande no quitaba su pata de la garganta del lobo gris, hasta que terminó cediendo el lobo gris se levantó y se fue corriendo. Aquel lobo de pelaje niveo le observaba sentado frente a la barrera, al ver esos ojos dorados que tanto llamaban su atención supo quien era la barrera desapareció.
Quería levantarse y preguntarle tantas cosas, pero lo primero, era Clara sus heridas no paraban de sangrar. Concentró su energía en un solo punto como, su madre le había explicado, sus manos irradiaban luz, las heridas dejaban de sangrar y la respiración de Clara se normalizaba.
—¿Está bien? —preguntó Tristán poniendose de pie.
Asintió ante su pregunta, él estaba dispuesto a irse, pero ella se levantó del suelo dispuesta a detenerlo, ese lobo le debía una explicación —¡Tristán! —el lobo volteó a mírarla, deteniendo su camino.
Las palabras no querían abandonar sus labios, solo se acercó hasta tocar su hocico—, Tristán no huyas más de mi. —Lo abrazó en un acto impulsivo, no quería soltarlo pero debía hacerlo, las lágrimas le traicionaron, comenzando a brotar de sus ojos, traicionando su promesa de no volver a llorar por ese lobo.
—Aún sigues igual de llorona Melibea, por cierto no deberías estar en paños menores —El enorme cuadrúpedo, dió dos lamidas a las mejillas de la muchacha, limpiando sus lágrimas.
—¿Qué haces aquí Tristán?
—preguntaba con indiferencia evadiendo su pregunta, aunque se sentía avergonzada, no quería verse débil, ni mucho menos inmadura no era la niña melindrosa que él conoció.
—Mi trabajo eso hago, tú no deberías estar sola aquí. —El lobo retaba al hada con la mirada, aún así la muchacha no se dejó intimidar por el imponente cuadrúpedo lycano.
Melibea volvió con la joven rubia que comenzaba a reaccionar, recostó su cabeza en su regazo —Clara ¿Dónde has estado? —preguntó la pelinegra a su amiga.
—Ba-stián. —Fué lo único que logró articular la muchacha, antes de volver a la inconciencia.
Tomó a su amiga en brazos lo mejor era llevarla con su madre, ella sabrá que hacer.
—¿Melibea no logras percibirlo?
—¿Qué cosa? —preguntaba confundida.
—Esa chica, ¿acaso no lo sientes? —dijo el lobo, como si fuera lo más obvio.
—¿Qué cosa? —preguntaba confundida Tristán, le estaba asustando.
—Esa chica está preñada y no precisamente de un humano, si no tienes cuidado podrías hacerle daño al cachorro que esa mujer espera.
Las palabras de Tristán, le sorprendieron ¿Cachorro? Cómo así ¿Acaso Clara esperaba una cría de lobo? Eso explica la tenue energía demoniaca que emana su amiga —Tristán no purificaré a la criatura que mi amiga espera, tampoco lo haré contigo no se lastima a quien se ama, pensé que ya lo sabías. —Al fin comprendía porque se había alejado de ella ¿Acaso Tristán no comprendía que nos hacíamos más daño lejos uno del otro, que juntos? En ella no solo habita la luz sino, también la sombra, estaba molesta con ese lobo testarudo que no veía más allá de su hocico.
—Maduraste como hada.
Sus pies dejaron de tocar el suelo, se disponía irse se sentía molesta, quería decirle tantas cosas a Tristán y hacerle preguntas; pero Clara necesitaba ayuda en este momento.
—Te veré está noche en este lugar. —Sabía que estaba enojada, Melibea era tan transparente.
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Editado: 22.01.2024