Trataba de ver el amanecer paro la alta naturaleza no me lo permitía, según Damián ya estábamos en los terrenos de la familia Rutden, era una tierra muy extensa, habían árboles muy altos, tan altos que el cielo no alcanzaba a verse bajé la vista y entre aquellos árboles alcancé apreciar a un par ciervos recordaba mis huidas al bosque con mis hermanos, o sola, quisiera ver a mi madre volver a mi aldea estar con los míos, pero ahora también estaba Damián «me pregunto si mis padres aceptarán a al principe, o si el rey me aceptará, si Damián asume el trono seré una princesa», sacudi mi cabeza quitando todos esos pensamientos, que solo me confundían más amaba a ese zorro mañoso y era lo que importaba. El carruaje se detuvo, primero bajaron el duque Tristán y su sierva Arella, luego yo ayudada por el duque y por último Damián, que aún se veía de mal humor.
La mansión era enorme de un color blanco inmaculado, bañado por la luz del sol, jardines extensos y en medio una hermosa fuente, con una estatua de la diosa Selene y a sus pies descansaban dos lobos de ojos dorados.
—¿Estás lista? —preguntó cierto principe me sorprendió, hablandome directamente al oído al oír su voz, me fue imposible no dar un respingo por la cercanía repentina.
—¿Lista, para qué? Alteza.
—pregunté haciéndome la desentendida.
—Mañana tú y yo iremos al templo de la luna y allí nos cansaremos.
Damián guardó silencio, de las escaleras de mármol bajaban dos personas, el recién nombrada coronel Dominic Rutden, un hombre de porte elegante rubio de mirada, celeste y a su lado una muchacha pelirroja, de grandes ojos verdes
—bienvenidos todos a las tierras de Rutden, principe y a usted también lord Tristán, su hermana Genna estaba esperando su llegada.
—Bienvenidos principe Damián y usted también lord Tristán.
—La joven pelirroja hizo una reverencia ante los dos hombres frente a ella.
—Ustedes y yo tenemos un asunto pendiente, han llegado noticias de Aldremir, Ariadna hija mía atiende a la señorita. —Ordenaba el militar a la menor de sus hijos.
—Si padre. —Asintió la joven muchacha, los tres hombres se retiraron, dejando a las tres mujeres atrás—, vengan conmigo por favor, bienvenida señora Arella, la señorita Genna la espera en el invernadero...
—Ya sé dónde queda querida, no te preocupes, que me he aprendido el camino. —Decía la mujer con una sonrisa, alejándose entre los corredores.
Por alguna razón sentía que la tal Arella me evitaba, esa señora y yo tenemos asuntos pendientes, ella sabía cosas y por más que me evitara, seguiría insistiendo.
—Tú eres la prometida del principe. —más que pregunta era una afirmación, solo asentí como respuesta—, mi nombre es Ariadna hija del coronel Rutden aún no me adapto a su nuevo puesto, también soy quien te alistara para mañana, que emocionada debes estar estás a punto de ser desposada por el soltero más codiciado y difícil de atrapar en todo Alkarya, ¿qué hiciste para domar a la bestia? —reía la muchacha poniendo en aprietas a la pelinegra.
—¿Tú me alistaras? —pregunté confundida—, pensé que... —Mis labios fueron callados por la muchacha pelirroja, que tomó mis manos emocionada, con una sonrisa de boca cerrada.
—¡Señorita usted debe casarse acordé a lo que se convertirá! El principe me mandó a arreglar todo con anticipación, lo lógico era casarse en el palacio y ser nombrada princesa en una ceremonia, dadas las condiciones será aquí en Bleddyn, en el templo de la luna de nuestra diosa Selene, algo fuera del protocolo real. —Dijo la pelirroja emocionada.
—Osea que Damián tenía planeado ésto.
La muchacha solo asintió, aún con la sonrisa en sus labios —si señorita Melodía sabe conozco a su alteza desde que éramos niños, la familia real siempre ha tenido buena relación con la familia Rutden, que desde muchas generaciones atrás ha forjado soldados para proteger a la familia real de Alkarya y a sus monarcas. Quiero mucho al principe Damián como a un hermano y por eso acepté encantada su petición.
—Muchas gracias señorita Ariadna. —Dije tratando de asimilar todo lo que estaba pasando va mi alrededor.
—Aún no agradezcas pues no he hecho nada por ti, ven sígueme te llevaré a tu habitación.
—Decía la muchacha guiñándome un ojo, de manera juguetona. Recorría los pasillos de la enorme mansión a diferencia de Miraz y el palacio real, este lugar era de aspecto más rudimentario y sus ventanas eran hermosos vitrales coloridos que resplandecían en el pulido piso dev mármol blanco llegamos a mi habitación en el tercer piso, era un lugar lindo un poco más grande que mi habitación compartida en el palacio, aún así era muy bonita.
—Espero sea de su agrado señorita Melodía, mandaré preparar su baño y en el armario tiene algunos vestidos, espero alguno le guste.
—Gracias señorita Ariadna.
—De nada en una hora enviaré a una doncella por usted, ¿O desea tomar sus alimentos aquí en la habitación?
—No, tranquila no tengo problema, en comer afuera.
—Me sentía cansada, aún así no soportaba el encierro y necesitaba ver a Damián, también debía ver a la tal Arella esa mujer, no me evitará por más tiempo.
Una hora después ya lista esperaba, a la doncella que vendría por mi, escogí un vestido azul celeste, con flores tejidas en hilo dorado y detalles en blanco, no era experta en peinados elaborados así que solo me puse una cinta azul en mi cabello a manera de diadema.
Tal como la señorita Ariadna pidió una doncella llegó a mi alcoba, para llevarme al comedor mientras caminaba trataba de memorizar, los corredores que mas bien parecía un enorme laberinto. Sin darme cuenta habíamos llegado al comedor, allí estaba la señorita Ariadna y para mí suerte también estaba Arella junto a una muchacha de cabellera castaña y ojos ambarinos estaba sentada en la gran mesa.
—Sientate junto a mi. —Pedía Ariadna
Caminé y tomé asiento junto a la muchacha. Está me regaló una sonrisa, aunque la otra joven me escudriñaba sin recato alguno, su presencia era fuerte emanaba energía demoníaca y era como si quisiera que yo la detectara.
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Editado: 22.01.2024