El amanecer estaba próximo. Damián sabía que debía irse, pero la verdad era que no quería hacerlo. Anhelaba quedarse allí, observando dormir plácidamente a Melodía. Se veía tan pacífica, irradiaba inocencia y dulzura, algo a lo que definitivamente no estaba acostumbrado. Con la punta de sus dedos, acariciaba su piel tersa como el delicado pétalo de una rosa. Para él aún era difícil de creer que esa niña gitana, en pocas horas, se convertiría en su esposa, además de la nueva princesa del reino y, en un futuro no muy lejano, en su reina y madre de sus hijos, claro, si es que estos llegaban algún día. Besó su frente con delicadeza tratando de no despertarla, y en el proceso pudo oler la fragancia de su cabello azabache, detectando el aroma de jazmín y lavanda.
—¿Qué hace alteza? —preguntó Melodía, confundida y adormilada.
—Admirando a una princesa ¿Algún problema? —respondió Damián haciéndose el tonto.
—Aún no soy princesa, chico listo. Para eso aún falta —dijo ella, levantándose un poco para besar la mejilla del príncipe.
—Para mí tú ya eres mi princesa, algo belicosa, pero princesa al fin de cuentas —replicó Damián para picarla un poco. Amaba cuando hacía esas mohines de niña pequeña, que en lugar de hacerla ver enojada e intimidante, la hacían ver más mona y tierna de lo que ya de por sí era.
Melodía se quedó sentada en la cama, dándole la espalda. Las cicatrices que aquel maldito de Eriol le había dejado a punta de azotes seguían visibles. Por los dioses, una sola vida no le alcanzaría a ese bastardo para pagar todas las lágrimas que había derramado Melodía, todo el daño que ese infeliz le había causado y todas las bajezas que había cometido contra ella. Damián se aseguraría de cobrárselas una a una, y ojalá pudiera hacerlo de una manera retorcida y dolorosa, tal como le gustaba a él.
—No mires mi espalda, Damián. Aún están esas cicatrices por los azotes en mi espalda —dijo ella, intentando cubrirse con su cabello.
Verla tratando de ocultar las marcas de azotes en su pequeña espalda le molestaba muchísimo. No haber podido salvarla antes era algo que lo carcomía por dentro.
—Mel —llamó él, con voz suave.
—¿Qué? —respondió ella, girando apenas la cabeza.
—Ven aquí, cervatilla —ordenó el pelirrojo sin quitar la vista de la chica.
—¡No quiero! Y no me digas cervatilla. De seguro lo haces porque, al igual que las motitas de los cervatillos, mi espalda está toda marcada —protestó Melodía, intentando cubrirse con las mantas mientras trataba de levantarse de la cama. La tarea no era fácil, y en lugar de liberarse, solo logró enredarse más.
Damián tiró de las mantas, haciendo que Melodía cayera de nuevo en la cama. Esa niña lo escucharía quisiera o no. Su inseguridad ya lo estaba cabreando un poco. Ella no solía ser así. Sin embargo, decidió ser un caballero y no el patán grosero que ella decía que era a veces. Como la chiquilla siguió dando pelea, Damián se posicionó encima de ella, tomando sus muñecas para inmovilizarla.
—¡Quítate! —pidió Melodía, arrastrando las palabras.
—Quítame tú si puedes —rió él con suficiencia. Obviamente, ella no podría con él, o eso era lo que él creía. Pero la astuta joven comenzó a moverse debajo del muchacho, y al sentir cómo reaccionaba a los movimientos, sus intentos por liberarse se hicieron sugestivos. Movía sus caderas, rozando cierta parte del cuerpo de Damián que respondía a esos estímulos. «Astuta es, no lo negaré, pero ambos podemos jugar el mismo juego», pensó él, correspondiendo a los movimientos de la misma manera. Ahora era ella quien estaba ruborizada y con una respiración agitada.
—¿Q-qué haces? —cuestionó Melodía, nerviosa por su cercanía.
Damián se acercó a su oído, mordiendo el lóbulo de su oreja. Soltó sus muñecas, y ella, al parecer, olvidó que quería quitárselo de encima, porque no luchó más por liberarse. Él quitó de un tirón las mantas que los cubrían, la acomodó y volvió a entrar en ella, repitiendo lo de anoche.
—¡E-eres un tramposo! —acusó ella entre gemidos, sujetándose a él con más fuerza.
—Aprendí de la mejor, mi lady —respondió Damián, sonriendo con arrogancia. Ambos continuaron, hasta ya no poder más, estallando mutuamente en infinitas sensaciones provocadas por aquella entrega. Luego de haber terminado, Damián llenó a la joven de besos por doquier, haciéndola reír por las cosquillas en las partes más sensibles de su cuerpo.
—Te digo cervatilla porque eres tan tierna como un cervatillo, te gusta andar correteando como ellos, y además eres bien enana como un cervatillo. Recuerda, así te dije desde que te vi corretear aquella vez que ibas a comprar una pieza de pan en Aldremir —explicó él con ternura.
Melodía descansaba su cabeza en el pecho del muchacho. Acababa de descubrir lo mucho que le gustaba que hiciera eso.
—Sí, lo siento. Tienes razón —se disculpó ella apenas en un hilo de voz.
—Tus cicatrices sanarán, pequeña. Y si no se borran, no importa. Para mí son el símbolo de tu valentía. A pesar de todo, Eriol no logró doblegarte —afirmó Damián con convicción.
—¿Eso crees de verdad? —preguntó ella, buscando confirmación en su mirada.
—Sí —respondió él, besando la coronilla de su cabeza pelinegra. Ambos habían caído nuevamente dormidos, pero los rayos de sol comenzaron a colarse por la ventana, fastidiando el sueño de Damián. Se levantó lentamente y en silencio para no despertarla.
Ya fuera de la cama, se dedicó a buscar su ropa para poder irse. Se vistió rápidamente; en cualquier momento podría llegar Ariadna y sus damas de compañía por Melodía, y él tenía cosas que hacer. Besó la frente de su belicosa para luego salir por la ventana, cual bandido.
El sol de la mañana bañaba los jardines de la mansión Rutden, donde los rayos dorados se filtraban entre las ramas de los árboles y danzaban sobre los senderos empedrados. Damián caminaba distraídamente cerca de las caballerizas, pensando en Melodía. Su mente estaba llena de imágenes de la joven gitana: su risa traviesa, sus mohines cuando se enfadaba y aquella manera tan única de desafiarlo sin miedo. No podía evitar sonreír como un tonto cada vez que pensaba en ella.
#7600 en Fantasía
#14680 en Novela romántica
fantasia drama y amor, fantasia amistad romance odio, princesa reinos
Editado: 26.04.2025