Bastián sentía que el aire en la habitación se había vuelto denso, como si las paredes invisibles de su realidad se estuvieran desmoronando ante sus ojos. Lilly acababa de soltar una revelación que parecía sacada de un cuento de hadas, pero no uno cualquiera: era *su* cuento, aunque él nunca hubiera pedido ser parte de él. Su hermana, Melodia, quien alguna vez fue conocida como la gitana de Celestia, ahora era una princesa. Una maldita princesa. Y no solo eso, sino también la futura reina de Alkarya.
—Lilly, me estás diciendo que mi hermana se convirtió en princesa ¿Cómo ocurrió tal cosa? —su voz sonó más alta de lo que pretendía, un eco de incredulidad mezclado con algo de frustración. Bastián se llevó las manos a su castaña cabellera, revolviéndola con un gesto nervioso mientras intentaba procesar las palabras de la mucama. Aquello definitivamente no era fácil de tragar, era como si le hubieran arrojado una piedra gigante al estómago y apenas pudiera respirar.
La pelinegra frente a él simplemente asintió, con esa tranquilidad que siempre parecía envolverla, como si fuera inmune al caos que provocaba en los demás. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa antes de hablar. —Al parecer tuvo su final de cuento y un príncipe la salvó, joven Bastián. Melodia fue afortunada, pasó de ser la gitana de Celestia a princesa y futura reina de Alkarya. —Las palabras fluyeron suaves, casi melódicas, pero para Bastián eran como golpes sordos contra su pecho.
El castaño dejó escapar un suspiro pesado, tratando de contener el torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse. No podía quedarse allí, no después de lo que había descubierto. El peso de la verdad sobre su origen y el sello que le habían impuesto sin su consentimiento ardía como brasas bajo su piel. La rabia burbujeaba en su interior, caliente y voraz, pero la necesidad de moverse, de actuar, era aún más fuerte.
—Debo irme —soltó finalmente, su tono firme aunque cargado de determinación. Era como si cada fibra de su ser estuviera alineada hacia un único propósito: encontrar respuestas, enfrentar lo que fuera necesario, y salir de esta prisión disfrazada de castillo.
Lilly abrió los ojos como platos, sorprendida por la rapidez con la que Bastián tomaba su decisión. Sabía que tarde o temprano él se marcharía, pero nunca imaginó que sería tan pronto. Y aunque intentó mantener su expresión neutral, no pudo evitar que una punzada de algo indefinible algo que prefería no nombrar se clavara en su pecho. Ese muchacho de cabello castaño y piel tostada, con su mirada intensa y su aura impredecible, había logrado colarse más allá de sus barreras, anidándose en un rincón de su corazón que ella ni siquiera sabía que existía.
—¿Crees que puedas abrir otro portal? —preguntó Lilly, rompiendo el silencio que empezaba a extenderse entre ellos. Su voz era suave, pero había un dejo de urgencia en ella, como si temiera que cualquier vacilación pudiera hacer que Bastián cambiara de opinión.
El joven esbozó una sonrisa fugaz, llena de confianza, aunque sus puños permanecían apretados a sus costados. —Dijiste que quitaste el sello, sin eso podré irme. Ya abrí un portal una vez; abrir otro sin ese estúpido sello no será problema — dijo decidido, casi arrogante, pero había algo más profundo en sus palabras, una mezcla de orgullo herido y sed de libertad. Recordar cómo aquel sello había limitado su poder, cómo su propia madre le había ocultado aquella verdad, hacía que la sangre le hirviera en las venas. No iba a permitir que nadie volviera a controlarlo, no otra vez.
Mientras hablaba, su mente ya estaba varios pasos adelante, visualizando el próximo movimiento, planificando cómo escaparía de este lugar y encontraría a Melodia. Porque si algo tenía claro Bastián, era que no iba a quedarse atrás mientras su hermana vivía su propio cuento de hadas. Él escribiría su propio destino, con o sin la ayuda de los demás.
——♡——
Bastián estaba recostado en la cama, su cuerpo aún débil por las heridas que apenas comenzaban a sanar. Lillyanne, con sus movimientos delicados pero eficientes, cambiaba los vendajes que cubrían sus heridas. El ambiente era tenso, cargado de preguntas no dichas y secretos que parecían acechar en cada esquina de la habitación.
—¿Por qué tiene ese sello joven Bastián? —preguntó Lilly, rompiendo el silencio mientras ajustaba uno de los vendajes.
El gitano frunció el ceño, confundido. ¿Qué sello? No tenía idea de lo que esa mujer hablaba. Su mente buscó frenéticamente alguna respuesta, pero solo encontró un vacío frustrante. Lillyanne, al notar su expresión, comprendió que él no tenía ni la menor idea de lo que ocurría. Aquel sello no era algo trivial, y si estaba ahí, debía haber una razón poderosa detrás.
Lillyanne se detuvo un momento, observando al castaño con una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que si ese sello estaba presente, no era por capricho. Además, estaba el hecho de que ella misma podía sentirlo: una energía densa y opresiva que rodeaba a Bastián como una segunda piel. Aunque estaba debilitado, aquel sello seguía siendo formidable, y Lillyanne no estaba segura de si debía romperlo. Las consecuencias podrían ser catastróficas, pero también sabía que no podía ignorarlo para siempre.
—Quita aquel sello que según tú tengo, mujer —exigió Bastián, en tono cortante y lleno de impaciencia—, sin eso en mí, podré irme...
—N-no puedo —respondió Lilly, su voz temblorosa mientras retrocedía un paso. La energía demoníaca que emanaba de Bastián era abrumadora, y aunque intentaba mantener la calma, su cuerpo traicionaba su miedo. No quería ni imaginar de lo que ese hombre sería capaz si se liberaba completamente.
—Joven Bastián, no... —intentó razonar, pero fue interrumpida abruptamente.
—¡Ahora! —gritó Bastián, levantándose de golpe. Su actitud hostil lo llevó a tomar a Lilly del brazo con fuerza, atrayéndola hacia él. Su mirada ardía de determinación y furia contenida, como si estuviera dispuesto a hacer cualquier cosa para obtener lo que quería—. ¡Vamos, mujer, quita ese sello!
#7600 en Fantasía
#14680 en Novela romántica
fantasia drama y amor, fantasia amistad romance odio, princesa reinos
Editado: 26.04.2025