El amanecer estaba por llegar, el frío anunciaba el inicio del invierno. Miraba al otro lado de la cama y aún Damián seguía dormido, me pareció extraño, pues últimamente el principe llegaba muy tarde y se iba muy temprano. Anoche fuimos a dormir molestos, casi dos meses han pasado desde nuestro matrimonio y aún Damián no cumplía su palabra, de llevarme a mi aldea y tampoco me permitía ir por mi cuenta.
Ya no tenía las cadenas de Eriol, ahora me tenía atada el peso de una corona y, aunque el caso era diferente, las ataduras eran iguales, me abrumaba todo lo que ha implicado ser princesa este no era mi entorno.
Damián decía que la situación en el reino no era la mejor y que por ahora permaneciera en el palacio y que de ahí no saldría a menos que fuera una de verdadera emergencia; para mí ver a mis padres era una emergencia aunque para mí era imperativo ver a mi familia Damián no cedía a mi pedido.
—Mel. —Musitó Damián trás Melodia.
—¿Qué? —respondí sin darme la vuelta, aún estaba enojada, aunque no con él, ni yo misma sabía porque estaba molesta y eso era lo que más me molestaba, aquel compendio de emociones negativas que me desestabiliza e impide concentrarme en la magia que poseo y no se cómo controlar.
—¿Aún estás molesta cervatilla? —al no recibir respuesta, de su esposa Damián se acercó a la pelinegra, besando su espalda y cuello —Mel, si te sirve de algo cumpliré mi promesa, es más podrás traer a tu familia a vivir aquí, si así lo desean.
Las palabras de mi zorro mañoso, me sorprendieron, es decir no esperaba que dijera eso.
—Me gustaría conocer a mis suegros y comprobar, si tú y tu gemela son tan parecidas, espero no equivocarme y confundirlas. —Dijo acariciando el rostro de la muchacha con la gema de sus dedos.
—Puedo ir sola Damián yo...
—La oración no terminó de salir de mis labios, pues Damián se levantó de la cama molesto ante aquella petición tan insegura.
—Ya hemos hablado de eso Melodía, no te dejare no con los leones carmesí sueltos, tú misma has visto de lo que son capaces, además nadie me quita de la cabeza que Eriol está con ellos...
—¡Eres detestable! —solté molesta cubriendome por completo con las mantas y cobijas frustrada por la intransigencia del obstinado principe.
—Y tú una malcriada belicosa. —Damian aprovechó la distracción de Melodía para besarla, la princesa se resistía aún así terminó cediendo ante las caricias del pelirrojo que terminó quitándole las cobijas de la cabeza con brusquedad.
Muy a mi pesar hice a Damián a un lado, tenía lecciones con Ariadna y luego con la señorita Aurora, hoy sería un día importante, logré convencer a la señorita Aurora de abrir un portal a mi aldea, así podré ir y venir sin problemas.
—Que arisca estás hoy princesa. -Decía el principe rodando los ojos al ver a melodía levantarse de la cama y dejarle solo. Últimamente la pelinegra tenía un comportamiento peculiar y más extraño de lo normal.
..........
La mañana transcurría lenta y tranquila, yo estaba ansiosa por ver a mi familia, estar con mi gente y en mi aldea, rodeada de los míos y sobretodo ver a Melibea, también debia buscar a Clara, Damián había enviado un grupo de guardas a buscar a las personas que nos capturaron pero no habían dado con ellos, era como si hubieran desaparecido.
Una doncella puso mi desayuno en la mesa, yo nunca decía que no a la comida, pero apenas percibí el aroma de los alimentos frente a mi, sentí unas arcadas incontrolables.
—¿Princesa está bien? —preguntaba Ariadna sentandose frente a la muchacha.
—Eh... Si estoy bien ¿P-or qué lo preguntas? —respondí tratando de recuperar de aquel momento tan incómodo.
—Esta pálida alteza. —Comentó Ariadna, observando a la muchacha de semblante enfermo.
—No te preocupes Ariadna, estoy bien, pero ya no tengo apetito, iré por la señorita Aurora. —Me levanté dispuesta a irme.
—Voy con usted mi Lady. —Dijo la pelirroja, poniéndose de pie.
—¡No! —debía hacer esto sol—, es decir, toma tu desayuno tranquila. —No era que no confiara en Ariadna, pero mientras menos personas, supieran lo que haría sería mucho mejor.
—Alteza me temo no puedo dejarla sola y menos con la señorita Aurora, espero te entienda yo solo...
—No digas más Ariadna ¿Fue Damián quién te lo ordenó?
—estaba molesta, en momentos así quisiera golpear a aquel zorro grosero, como aquella vez que lo conocí, ahogado en alcohol en esa cantina.
—Alteza solo quiere cuidarla, esa mujer pudo...
No dejé terminar a Ariadna lo que sea que iba a decir, la señorita Aurora lleva poco menos de un mes ayudando a conocer mi poder como hada y cada que tiene oportunidad no deja de pedirme perdón.
—No es un peligro, creeme cuando te digo que no lo es Ariadna, quiero pedirte un favor y por amor a los dioses, espero y me entiendas. —La pelirroja frente a mí solo asintió, dándome oportunidad de seguir hablando—, necesito espacio si, no pasará nada. —Se que mis palabras fueron duras, me execedi Ariadna solo seguía órdenes de Damián después de todo.
—Solo por hoy si. —Pedi en tono de súplica.
La pelirroja no se veía convencida, pero aún así aceptó la petición de la princesa.
—Te daré hoy la tarde libre princesa, ve con la señorita Aurora. Dijo con una sonrisa cómplice.
—¡Gracias! —abrace emocionada, a mi doncella y maestra de etiqueta, todo iba perfecto. hoy sería el día que creía que nunca llegaría.
Corrí emocionada a los aposentos de la señorita Aurora, a esta hora del día los pasillos del palacio estaban concurridos, entre los trabajadores, guardias y miembros de la corte.
—Alteza.
Frente a mí estaba, una mujer Joven de cabello negro azabache, largo caía en su espalda cual cortina de seda, que hacía resaltar su blanca e impoluta piel.
Sabía que la había visto, pero no lograba recordar su nombre.
—Aún no he tenido el gusto de conocerla personalmente princesa, mi nombre es Areusa Vodanovic, baronesa de Moon Black. —Se presentó la muchacha elegante, haciendo una agraciada reverencia, ante la princesa.
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Editado: 22.01.2024