La tensión en el ambiente era palpable, como una cuerda estirada al límite a punto de romperse. Melodía no había podido conciliar el sueño en días. La visión de Tristán moribundo, seguido por la certeza de que si él fallecía, Melibea también lo haría, la consumía lentamente. Era una angustia silenciosa pero implacable, que carcomía su mente y le robaba la paz. Aunado a eso, la impotencia que sentía por no poder hacer nada por él la desgarraba por dentro.
—¿Crees que estén bien? —preguntó Melodía a su hermana gemela, con un tono cargado de preocupación. Melibea, sin embargo, no respondió. Estaba absorta, concentrada en lo que parecía ser una tarea meticulosa frente a ella. Su silencio solo alimentaba la inquietud de Melodía, quien no podía sacudirse un mal presentimiento que se aferraba a su pecho como una sombra oscura.
El silencio entre ellas era denso, interrumpido únicamente por el suave crujido de las hojas secas bajo los dedos de Melibea mientras trabajaba. Melodía observó con atención, confundida por la actitud de su hermana.
—Lo mejor es que estés tranquila —dijo Melibea finalmente, sin apartar la vista de lo que hacía. Su voz era calmada, pero tenía un matiz de firmeza que dejaba claro que no quería discutir el tema.
—¿Para qué cortas esos pétalos si ya lo habías hecho hace algunos días? —inquirió la princesa, frunciendo el ceño. No recordaba que su hermana supiera tanto sobre hierbas. Hasta ese momento, siempre había sido Azalea o su madre quienes se ocupaban de tales cosas.
Melibea levantó la vista brevemente, sus ojos de bosque reflejando una mezcla de determinación y paciencia.
—Son para ti —respondió, sosteniendo uno de los pétalos entre sus dedos—, te ayudarán a recuperar tu apetito. Necesitas estar fuerte, necesitas alimentarte, Mel.
—¿Y tú desde cuándo sabes de hierbas y menjurjes? —replicó Melodía, arqueando una ceja. Su tono era ligeramente burlón, pero también había curiosidad en su pregunta.
La mirada de molestia de Melibea fue todo un poema. Dejó escapar un suspiro exasperado antes de responder: —Se le llama herbolaria, alteza, no "menjurjes". He aprendido mucho con Azalea y nuestra madre —dijo, guardando cuidadosamente los pétalos cortados en un pequeño frasco de vidrio. El té ya estaba listo, y Melibea sirvió una taza humeante para su hermana.
La princesa recibió la taza con cierta reticencia, pero al acercarla a su nariz, un aroma dulce y floral invadió sus sentidos. Dió un sorbo cauteloso, y una cálida sensación se extendió por su cuerpo.
—¡Está delicioso! —exclamó, tomando otro sorbo más largo. Luego, miró a su hermana con curiosidad—. ¿Para qué sirve esto? —averiguó curiosa, mirando el liquido de aspecto peculiar.
—Es una infusión de flor de aciano —explicó Melibea, cruzándose de brazos—, sirve para dolencias, pero también ayuda a abrir el apetito. Es lo que necesitas en este momento. He notado que todo lo que comes lo terminas devolviendo.
—Ya te dije que estoy bien —respondió Melodía, aunque su tono carecía de convicción. En los últimos días, había perdido completamente el apetito. Lo poco que lograba tragar a menudo terminaba regresando, acompañado de arcadas que la dejaban exhausta. Atribuía esos malestares al estrés de sus obligaciones como princesa, pero algo en su interior le decía que no era solo eso.
Melibea tomó la mano de su hermana, sacándola abruptamente de la laguna de pensamientos en la que estaba sumergida. Su contacto era cálido, pero firme, como si quisiera transmitirle seguridad. —Hermana, ¿no notas nada raro en ti? —preguntó, inclinándose hacia adelante. Había una intensidad en su mirada que Melodía no pudo ignorar. Melibea siempre había sido perceptiva, pero ahora parecía estar buscando algo específico.
—No, ratoncita. ¿Algo como qué? —respondió la princesa, sintiendo cómo la curiosidad comenzaba a picarle en el pecho—. ¿Debería sentir algo?
Melibea respiró hondo, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Finalmente, soltó la bomba:
—Mel, estás embarazada.
El sonido de una taza partiéndose contra el suelo resonó en el invernadero. Melodía palideció, sus ojos abiertos como platos mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Se atragantó con el té que aún tenía en la boca, tosiendo mientras intentaba recuperar el aliento.
—Tú... ¿de dónde sacas eso...? —balbuceó, su voz temblorosa. Decir que estaba alterada era poco. Sentía como si alguien le hubiera arrojado un cubo de agua helada. Además, ¿cómo podría saber Melibea lo que le pasaba a ella? Se suponía que ella debería darse cuenta primero, ¿no?
—Si lo que dices es cierto, yo debería darme cuenta, ¿no crees? —preguntó Melodía, tratando de mantener la compostura, aunque su mente era un torbellino de pensamientos.
—Eso es exactamente lo que me causa intriga —admitió Melibea, frunciendo el ceño—, no entiendo por qué no lo notas. Incluso yo puedo percibirlo. Hay algo extraño en tu energía, pero no entiendo por qué tú no puedes sentirlo.
—¿Cómo se siente? Es decir... ¿cómo lo percibes? —preguntó Melodía, llevándose las manos instintivamente a su vientre plano. Intentó sentir algo, cualquier cosa, pero no había nada. Solo vacío.
Melibea se quedó pensativa por un momento, con una expresión casi infantil mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
—Mmm, bueno, es como si hubiera dos auras dentro de ti, además de la tuya. Pero hay algo que no entiendo, Mel —dijo, con un tono que sugería que estaba a punto de entrar en un terreno delicado.
—¿Qué cosa? —preguntó Melodía, inclinándose hacia adelante con genuina curiosidad.
Melibea dudó por un momento, claramente incómoda con lo que estaba a punto de decir. Su mano subió instintivamente a su mentón, un gesto que siempre hacía cuando estaba nerviosa.
—Vamos, pregunta —espetó Melodía, exasperada por el silencio prolongado de su hermana.
—Está bien, Mel, pero espero que no te molestes —dijo Melibea, mirándola directamente a los ojos—. Detecto energía demoníaca en ti. Y el príncipe no es un demonio, no hay nada... literalmente nada en él que indique que no es humano. Bueno, ni tanto, porque los humanos...
#7600 en Fantasía
#14680 en Novela romántica
fantasia drama y amor, fantasia amistad romance odio, princesa reinos
Editado: 26.04.2025