Si Tristán moría Melibea moría, aquella visión no le dejaba conciliar el sueño, la tensión cada vez era peor y le carcomían la angustia lentamente, aunado a la impotencia que sentia por no poder hacer nada por él.
—¿Crees que estén bien? —pregunté a Melibea pero, está no respondió. No sé porque pero tenía un mal presentimiento, no sabía que, o porque pero esa mala sensación no se iba y el silencio de Melibea no era que ayudase mucho.
—Lo mejor es que estés tranquila. —Dijo Melibea, sin quitar la vista de lo que estaba haciendo.
—¿Para que cortas esos pétalos si ya lo habías hecho hace algunos días? -inquerí confundida, no recordaba que mi hermana supiera tanto de hierbas.
—Son para ti, te ayudarán a recuperar tu apetito, necesitas estar fuerte, necesitas alimentarte Mel.
—¿Y tú desde cuándo sabes de hierbas y menjurges? -la mirada de molestia de mi hermana era todo un poema.
—Se le llama herbolaria alteza no menjurges, he aprendido mucho con Azalea y nuestra madre —dijo la pelinegra guardando los pétalos cortados.
El té ya estaba listo, Melibea sirvió una taza para su hermana Melodía.
recibí la taza de manos de mi hermana, aspiraba el aroma dulce que desprendía la infusión de Melibea -¡Está delicioso! -dije tomando otro sorbo de té -. ¿Para que sirve esto?
—Es una infusión de flor de aciano, sirve para dolencias también, sirve para abrir el apetito y es lo que necesitas en este momento comer, he notado que todo lo que comes lo terminas devolviendo.
—Ya te dije que estoy bien.
Si tenía unos días donde no tenía nada de apetito, lo poco que comía lo devolvía, sin mencionar que casi todo me provocaba arcadas.
Atribuía todos esos malestares al estrés, por las obligaciones de ser princesa, francamente cada vez era más difícil de lo que pensaba Melibea tomó mi mano, sacándome de la laguna de pensamientos, en la que estaba Sumergida.
—Hermana ¿No notas nada raro en ti? -Melibea notaba extraño, que su gemela no notara su actual estado, no comprendía cómo Melodía no ha notado una energía, que si bien no era muy fuerte era notable para una criatura sobrenatural.
—No ratoncita ¿Algo como qué? —pregunté la curiosidad me comenzaba a picar-, ¿Debería sentir algo?
—Mel estás embarazada. -Confesaba la menor de las gemelas con intención de que su terca hermana aceptara los cuidados que debía tener en su condición.
El sonido de una taza partirse, fué lo único que se escuchó, yo palidecí, al escuchar lo que Melibea decía —tú, ¿de dónde sacas eso...? —me atraganté con té, lo que dijo mi hermana no podía ser. Decir que estaba alterada era poco, sentía como si alguien me arrojara agua helada, además ¿Cómo podría saber Melibea lo que me pasaba a mí? Se supone que yo debería darme cuenta ¿No?
—¡Si lo que dices es cierto! ¿Yo debería darme cuenta no crees?
—Es eso lo que me causa intriga, el porque no lo notas si hasta yo puedo percibirlo, no entiendo porque tú no puedes.
—¿Cómo se siente? Es decir... ¿Cómo lo percibes?
Me llevé las manos a mi vientre plano, con esa verdad me sentía algo mal y extraña, intenté percibir algo pero no nada, no logré sentir nada.
—Mmm es, bueno es... Como sí hubieran dos auras dentro de ti a parte de ti pero hay algo que no entiendo Mel. -Cuestionaba Melibea con su mano en el mentón de manera pensativa.
—¿Qué cosa? —cuestionaba sin entender.
Melibea se veía dudosa, en si hacer o no la pregunta, pues comprometía un poco a su hermana, no quería dudar de ella.
—¡Vamos pregunta! —espete ya exasperada por el irritante silencio de mi hermana.
—Muy bien Mel pero, espero no te molestes, detecto energía demoníaca en ti y el principe no es un demonio, no hay nada literalmente nada es un humano normal, bueno ni tanto porque los humanos...
Interrumpí a mi hermana, sabía por donde venían sus cuestionamientos aún asi no podía revelar el secreto de Damián o no a menos que él asi lo quiera -si tu duda es respecto a si este hijo es de Damián, pues si lo es. -Respondí tajante, no por estar molesta pero Melibea no debía cuestionar mi fidelidad.
—Disculpa no debí insinuar tal cosa, yo bueno yo creí...
—Tranquila ratoncita no te disculpes. —No quería hablarle así pero, si me molestó esa insinuación.
La princesa Odette entró al invernadero, con sus mejillas empapadas por sus lágrimas apenas vió a Melodia la pequeña princesa, corrió a sus brazos.
—¿Qué te ocurre? —pregunté inclinándome un poco y limpiar las lágrimas, la pequeña solo lloraba sin consuelo.
—P-apá y mi hermano están peleando. —Dijo hipando-, se gritan horrible y...
La niña dejó de hablar, la abrazaba con fuerza, susurrándole al oído que todo estaría bien —tranquila Odette todo estará bien si mi niña.
—¿Lo prometes? —preguntaba la pequeña rubia sorbiendo su naríz.
—Si pequeña te lo prometo, ahora dime algo ¿Dónde están tu padre y tu hermano?
—En la oficina de mi padre. —Dijo la niña entre sollozos.
—Melibea cuida de ella no la dejes sola, debo hacer algo.
Salí del invernadero, sabía que los ánimos estaban caldeados en el palacio, aunque Damián dijera que está situación con los leones carmesí se estaba controlando su actitud decía otra cosa.
Salí del invernadero, mis pasos sonaban al caminar por los interminables pasillos, al llegar a la oficina en efecto Damián y su padre tenían una fuerte discusión, pensé en abrir pero ¿Qué iba a decir? No quería parecer entrometida, pero aquellos gritos confirmaban que el asunto era grave.
Me acerqué a las puertas tratando de escuchar el motivo, de ese griterío que tenían padre e hijo.
—"¡Por oír a Eriol estamos así! -se escuchaba la voz del principe, tras la puerta.
—¡Damián acepta fué una buena decisión...!
—Por favor Darius eso no lo crees ni tú mismo, mira todos los desastres y desgracias que han ocacionado, destruido nuestros depósitos de grano, quemando cosechas enteras y aldeas, se hacen llamar creadores de un nuevo orden y solo perjudican a inocentes a la mierda son solo unos malditos mercenarios".
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Editado: 22.01.2024