De Gitana A Princesa

41 CONFLICTO.

Dos días habían pasado desde el incidente de Melodía, y en el palacio se llevaba a cabo una reunión del consejo de ancianos y miembros de la nobleza de Alkarya. El salón estaba iluminado por cande que iluminaban los adornos dorados sobre las paredes pulida. Las largas mesas de madera oscura estaban dispuestas en forma de herradura, y los nobles vestidos con sus mejores galas murmuraban entre sí, creando un zumbido constante que llenaba el aire. El motivo de dicha reunión era doble: los recientes eventos ocasionados por la orden de los Leones Carmesí y la inminente coronación del nuevo monarca del reino.

Magnus De Luvock, quien presidía el consejo de ancianos, tomó la palabra. Su voz resonó firme y autoritaria en el silencio forzado que se impuso tras su llamado.

—Si su majestad el rey Darius abdica, su primogénito Damián Mountbatten será el nuevo rey. De no ser así, la corona pasará al siguiente en la línea, pues aunque la princesa Odette sea la siguiente, no es elegible, por ser mujer y porque no tiene edad. No queda más que el duque Eriol de Azair.

Eriol levantó su mano con rapidez, pidiendo la palabra. Sus ojos grises brillaban con una mezcla de arrogancia y determinación mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, como si quisiera asegurarse de que todos lo observaran.

—Aunque sea mi derecho, si mi sobrino no desea asumir la corona y la princesa sea aún una niña, yo no estoy dispuesto a dejar Alkarya a la deriva...

Antes de que pudiera continuar, una voz clara y decidida irrumpió en la sala, captando la atención de todos los presentes.

—¡Acepto! —exclamó el príncipe Damián, poniéndose de pie con una postura firme que contrastaba con su habitual actitud despreocupada. Su mirada turquesa recorrió la sala, desafiante pero controlada—, en este momento la prioridad es mi nación, no era de mi interés ser rey y aquí más de uno lo sabe, pero por encima de mis intereses personales están los intereses de mi reino.

Las palabras del príncipe resonaron en el silencio tenso, y un murmullo bajo comenzó a extenderse entre los nobles. Las palabras de Damián dieron más calma a Darius, quien observaba a su hijo con una mezcla de orgullo y nostalgia. Sabía que aquel joven rebelde y sin objetivos había cambiado. Aquella gitanilla, literalmente lo había domado. Sinceramente, nunca pensó que este momento llegaría, pero le alegraba haberse equivocado.

Sin embargo, el duque Eriol no iba a quedarse callado. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro mientras se ponía de pie, enfrentando directamente a su sobrino.

—Lo escuchan, ni siquiera le interesaba ser rey. ¿Alguien en serio cree que el príncipe indeciso asuma semejante responsabilidad? —se mofó, tratando de hacer quedar a su sobrino como un inmaduro ante el consejo.

Darius apretó los puños bajo la mesa, sus nudillos blancos por la fuerza con la que intentaba contener su furia. Sabía las intenciones de Eriol, cada vez abría más los ojos. Su primo comenzaba a mostrar sus colmillos, y se sentía tonto por haber ignorado tantas advertencias de Damián en el pasado.

—¡Es su derecho! —exclamó Darius con molestia, su voz cortante como el filo de una espada.

—El derecho no puede ir por encima del bien común del reino —replicó Eriol, su tono tan frío como el hielo.

Los murmullos no se hicieron esperar. Todos comentaban quién debía ser el nuevo rey. La tensión en el aire era palpable, como una tormenta a punto de estallar. Fue entonces cuando la marquesa Rowena, quien hasta ahora había permanecido callada, levantó su mano. El murmullo cesó al instante, y todos guardaron silencio para oír lo que diría la mujer.

—¿Por qué mejor no dejamos esto a elección? Después de todo, es lo menos que podría pasar. Muchos no estamos de acuerdo con las actitudes del príncipe. Es el futuro del reino lo que se pone en juego, creo que es lo adecuado —dijo la marquesa, provocando un nuevo alboroto entre los presentes.

Darius estaba furioso. Sentía que Rowena lo traicionaba abiertamente. Esta noche, él y la marquesa tendrían una conversación definitiva.

Magnus tomó nuevamente la palabra, y para sorpresa de todos, estaba de acuerdo con la marquesa. Decidió dejar a voto quién ascendería al trono: el príncipe Damián o el duque Eriol de Azair.

Uno a uno, los nobles comenzaron a levantar sus manos. Algunos votaron a favor de Eriol, otros a favor del príncipe. Lastimosamente, por una pequeña diferencia, Eriol encabezaba la elección.

—Por unanimidad de votos, el nuevo rey de Alkarya será… —comenzó Magnus, su voz cargada de solemnidad.

—¡Aguarde! Yo aún no he dado mi voto —interrumpió una voz firme y autoritaria.

Todos giraron hacia la entrada del salón, donde Tristán, el duque de Bleddyn, acababa de entrar. Magnus lo miró con irritación.

—Excelencia, ya hemos elegido —alegó Magnus, claramente molesto por la interrupción del miembro mas joven del consejo.

—No quiero ser grosero, mi señor, pero está negando mi derecho a elegir, y no solo a mí, también está sesgando su derecho, a la baronesa de Moon Black. ¿No es así, milady? —inquirió Tristán, mirando directamente a la pelinegra sentada detrás de él.

—Por favor, excelencia, nadie niega su derecho, pero entienda que ha llegado tarde, y la baronesa se abstuvo de votar —dijo Eriol, incapaz de ocultar una risa de victoria.

—Lord Eriol, he llegado temprano a lo que me compete. Si me permite, aún estoy a tiempo, y usted, Lady Vodanovic, debería reconsiderar su abstención. Recuerde que es el futuro de nuestra nación lo que aquí se discute —dijo Tristán, tomando asiento con una calma que contrastaba con la tensión en la sala.

Magnus suspiró profundamente, sabiendo que no podía negarles la palabra.

—Muy bien, tanto el duque de Bleddyn como la baronesa de Moon Black tienen la palabra.

Tristán se puso de pie, su figura alta y elegante imponiéndose sobre los demás.

—Yo voto a favor del príncipe Damián Mountbatten. He escuchado a este joven, y créanme, Alkarya está en buenas manos —declaró, echando una mirada fugaz a Damián, quien mostraba confusión. Realmente no lo esperaba.




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