De Hombres y Bestias

VI: El lado oscuro de la Luna

Odile Moreau tiene un odio especial hacia los hospitales; aquél aspecto pulcro y el olor a medicamentos le traían recuerdos que la mujer usualmente trataba de mantener lejos. Pero en los hospitales, el recuerdo de la muerte de su padre era algo vívido, casi podría jurar que el tiempo había retrocedido hasta ese instante.

Sin embargo, esta experiencia era aún más era terrorífica; cuando su padre había muerto, Odile no había estado sola en el hospital: se encontraba junto a su madre y su hermana menor. ¿Pero ahora? Pasó varias horas a solas hasta que Murphy llegó al hospital junto dos completos desconocidos....un vampiro que tenía pinta de haber escapado de las garras del mismísimo demonio y un policía apuesto: Illya Gimondi Y Wyatt Peaslee.

Wyatt era un hombre educadísimo que constantemente le preguntaba cómo se sentía, le llevaba agua, café o comida sin que ella se lo pidiese y Odile le agradecía durante minutos. Mientras que Illya se paseaba frente a ellos con una desesperación palpable; Odile esperaba algo más de Illya, se imaginaba a alguien siempre en control de sus emociones, educado y sutil.

Sin embargo se encontró con un Illya fuera de sus cabales, abatido y llevado por la angustia.

— ¿Podrías repetirlo? —la petición del vampiro tomó a Odile por sorpresa; miró a Wyatt y notó su irritación de inmediato cuando el hombre puso los ojos en blanco y gruñó.— Repíteme lo que pasó, por favor.

Odile se sentía extraña hablándole de eso de nueva cuenta pero la expresión en el rostro de Illya le pareció de lo más extraña; estaba enojadísimo, pero también había algo de convicción en sus facciones. Estaba decido a hacer algo que Odile desconocía.

—Cuando Oddie terminó su turno en la comisaría salió rápido del lugar, según lo que pudieron ver en las cámaras de vigilancia...—comenzó Odile, aclarándose la garganta, tratando de deshacer el nudo que se le había formado de tan solo pensar en su hermana y el estado en el que había sido capaz de verla antes de que la echaran de su habitación— no sabemos bien a dónde fue ni por qué, pero una hora después un vagabundo que pasaba a unas cuatro cuadras de la comisaría la encontró en la acera, inconsciente.

— ¿Hay videos de las cámaras de vigilancia de esas calles? —preguntó Wyatt y Murphy fue rápido en responderle con un suave "no"

—Esto no está bien—masculló Illya, mordiéndose el labio y negando repetidas veces con la cabeza, aparentemente tratando de contener su enfado — no es posible que las cámaras de seguridad de cuatro malditas cuadras no tengan una mierda. —el vampiro había comenzado a subir la voz, provocando que las personas cercanas a ellos y la recepcionista le voltearan a ver como si estuviera loco.

Murphy suspiró, dejando su café sobre la mesita a su lado y levantándose para colocarse frente a Illya, tomándole por el antebrazo y alejándolo lo más que pudo de la sala de espera, casi saliendo del hospital.

—Escucha, Gimondi— le urgió el detective, pero Illya continuaba hundido en sus pensamientos mientras se hurgaba los bolsillos y luego de unos minutos se sacaba una cajetilla de cigarros. Murphy, por supuesto le miró mal, por lo que Illya salió de la sala de Urgencias hacia el estacionamiento, decidido a fumar sólo un poco; pero Murphy no lo dejaría ir tan fácil y cuando el vampiro notó la persistencia del policía simplemente gruñó y puso los ojos en blanco. Sabía que no lo dejaría en paz, tendría que escuchar cualquier tontería que fuese a salir de su boca. — No somos idiotas, sabemos que hay algo raro aquí. Y no es solo el hecho de que mi mejor amiga haya sido molida a golpes y apuñalada.

Para Murphy, no pasó desapercibida la forma en la que Illya agachó la mirada en cuanto mencionó a Odette.

—Esas cámaras funcionaban a la perfección una hora antes de lo que pasó —explicó Murphy en voz baja, el vampiro le miró alarmado y el detective solo asintió. — alguien las jodió y eso es seguro, pero no podemos andar por aquí gritándolo a todo pulmón ¿ok? Necesitamos ser discretos o nunca sabremos qué mierda pasó.

— ¡Hey!—llamó Wyatt casi sin aliento, sobresaltándolos a ambos. Y por unos breves segundos a Murphy se le encogió el corazón, pensado lo peor— Está despierta, Odile ya está en la habitación con ella.

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Odette no dijo mucho; la que habló durante casi una hora y media fue Odile, que intentaba subirles el ánimo, sobre todo a su hermana menor. Pero la detective —que estaba bajo la influencia de fuertes medicamentos— no tenía mucha energía como para atender a sus visitas, especialmente cuando el extraño sueño aún le rondaba la cabeza.

Mientras Odile charlaba con todos animadamente se aseguró de, discretamente, formular preguntas sobre lo que le había ocurrido. Odette, por su parte, siempre había respondido con la verdad: no había podido reconocer a su atacante ya que llevaba un pasamontañas y vestía de negro, además de que de verdad le había tomado por sorpresa.




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